La Epistola A Los Romanos
Traducción del estudio bíblico de James Battell
sobre el Libro de Romanos, basado en la Biblia King James
CAPÍTULO 1
Capítulo 1, versículos 1-7: «Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor a su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo».
El número siete es de gran importancia, y estos siete versículos dan comienzo a la obra maestra de Pablo. Ciertamente, Romanos es un libro magnífico. Esta epístola es tan rica y tan profunda, y tiene tanto contenido espiritual que la mayoría de los predicadores no la tocan. Dios mediante, me acercaré a este escrito con reverencia, con cuidado, y con humildad.
En el versículo 1 del primer capítulo, Pablo se presenta como siervo del Señor Jesucristo, quien fue llamado a ser apóstol. Pablo no fue llamado a ser apóstol por ninguna persona, y nadie le impuso las manos para que fuera apóstol, sino que fue elegido directamente por el mismo Señor Jesucristo en Hechos capítulo 9. También declara, desde el capítulo 1, versículo 1, que fue apartado para el evangelio de Dios, lo cual significa que fue apartado para ser siervo y apóstol. Él escribió el libro, literalmente, en cuanto a cómo los creyentes han de vivir y obrar. Lo que este hombre olvidó, nunca lo sabremos, es decir, aprendió todo, lo sabía todo. No fue sin pecado, pero era un destacado hombre de Dios, y podemos aprender mucho del apóstol Pablo.
En el versículo 2, Pablo menciona las Santas Escrituras, el Tanakh de los judíos. Pablo era hebreo de hebreos. Conocía el Antiguo Testamento de pe a pa. Y sabía que la religión no le podría salvar, y la religión no te puede salvar a ti tampoco. Tú has de nacer de nuevo.
En el versículo 3, dice que Jesús fue hecho de la simiente de David. El Señor Jesucristo tiene dos naturalezas: es Dios, es divino, es eterno; y al mismo tiempo, es también hombre. En el año 4 a.C., nació, y como Hijo del Hombre, es del linaje del rey David. Es el Mesías de los judíos.
En el versículo 4, dice que el Hijo de Dios fue declarado con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos. El acontecimiento más trascendental de la historia de la humanidad es la resurrección del Señor Jesucristo. Así que, se menciona el Señor Jesús en el versículo 1, como también se mencionan Dios Padre, y en el versículo 4, el Espíritu Santo. El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, mi salvación. Es la Trinidad, claro.
Ahora bien, estamos siguiendo por la Epístola a los Romanos. Durante el último segmento, vimos a Dios el Hijo en el capítulo 1, versículo 1, y a Dios el Padre en el capítulo 1, versículo 1. También encontramos a Dios el Espíritu Santo en el capítulo 1, versículo 4. El Dios trino creó el universo y el Dios trino resucitó al Señor Jesucristo. Por Juan 2:19, sabemos que el Señor Jesús se resucita a sí mismo de los muertos y por la Epístola a los Gálatas, capítulo 1, sabemos que Dios el Padre resucitó al Señor Jesucristo de entre los muertos. Y aquí, en el versículo 4, al Espíritu Santo también se le atribuye la resurrección del Señor Jesucristo. Así que, cada miembro de la Deidad participó en la resurrección del Señor Jesucristo.
En los versículos 2 y 3, Pablo dice que en el Antiguo Testamento se prometió la venida del Mesías de los judíos. Hay más de 68 profecías que hacen referencia al Señor Jesucristo, registradas unos cientos o miles de años antes de su nacimiento; 68 profecías registradas sobre un Rey y su reino. El Rey, claro, es Jesucristo. Y el reino es el reino de Dios. Sí, 41 autores que vivían en tres continentes a lo largo de 1.600 años escribieron las Santas Escrituras, por la inspiración de Dios. Escribieron lo que les dijo que escribieran. La Biblia tiene un origen divino, no humano. Puedes confiar en ella total y completamente.
Y hemos descubierto en el capítulo 1, versículo 3, cómo Jesús fue hecho de la simiente de David. Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo. Claro está, Dios es eterno; es omnipresente; es omnipotente; y es omnisciente. Pero optó por entrar en la raza humana haciéndose hombre y muriendo por los pecados del mundo. En Hebreos capítulo 2, versículo 18, la palabra de Dios dice lo siguiente: «Porque en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados». Así que, el Señor Jesucristo ciertamente sabe lo que significa vivir en este planeta, sufrir en este planeta y morir en este planeta. ¿Conoces tú al Señor Jesucristo? Si no le conoces, le puedes conocer. Sólo has de clamar a Él, y te extenderá su mano y te recibirá.
No hay figura religiosa, ni deidad alguna, que pasara por lo que Él pasó. Era Rey, pero bajó desde el cielo hasta la tierra. Y pagó por nuestros pecados en la cruz. Lo vimos en el versículo 4. Fue declarado el Hijo de Dios con poder, por la resurrección de entre los muertos. Es Dios y es hombre.
Pues bien, aún estamos en los primeros siete versículos de la Epístola a los Romanos. Como he dicho al principio de este segmento, este libro es muy rico y muy profundo. Ya hemos descubierto mucho durante los primeros dos segmentos de esta nueva serie de grabaciones, en nuestro acercamiento a la Epístola a los Romanos.
En el versículo 5, Pablo dice: «recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor a su nombre». Sin duda alguna, tenía en mente a Pedro, Juan, Andrés, y Santiago. Pablo era un hombre muy humilde. En el capítulo 1, versículo 1, dice que era siervo. Sin embargo, a causa del nombre del Señor Jesús, todos ellos habían recibido el oficio de apóstol. No solamente escribieron el Nuevo Testamento, sino que hicieron muchos milagros. Pedro y Pablo resucitaron a personas muertas. Echaron fuera demonios de personas no salvas. Habían visto con sus propios ojos la majestad del Señor Jesucristo. Es cierto que Pablo fue salvo después de la crucifixión, pero vio al Señor Jesucristo en el camino a Damasco. Y en 2ª Corintios 12, se nos dice que fue arrebatado al paraíso, eso es, donde reside el Señor Dios de la Biblia.
En el versículo 6, dice «entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo». Estas personas eran creyentes. Eran seguidores del Señor. Eran discípulos del Señor Jesucristo, Dios-hombre.
En el versículo 7, dice: «a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos». Una vez nacido de nuevo, automáticamente ya eres declarado un santo por Dios, gracias al nuevo nacimiento. Ninguna iglesia te puede hacer un santo; sólo Dios te puede hacer un santo. Y estos santos en Roma eran amados por Dios. Con el imperio romano gobernando la mayor parte del mundo en ese momento de la historia humana, Pablo sabía que si podía llegar a Roma, no solamente se salvarían más personas como resultado de su predicación, sino que además, mediante su predicación podría alcanzar al resto del mundo y ver a millones de personas ser salvas mediante la predicación de la cruz. En el momento de escribir esta epístola, sin embargo, aún no había llegado a Roma. Era su meta. Roma, como he dicho, fue la capital del mundo entero cuando escribió esta epístola. Si podría llegar allí, podría llegar a cualquier punto del mundo para el Señor Jesucristo, para Su gloria y para Su nombre.
Pues bien, seguimos con la Epístola a los Romanos. Durante los últimos segmentos, os he mostrado cuántas riquezas hay en los primeros 7 versículos. Y el número siete y también el número ocho, son números muy importantes en la Biblia.
Empezaremos este segmento en el versículo 8.
Capítulo 1, versículo 8: «Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo».
Esta ha de ser una de las declaraciones más profundas que hay en las Escrituras. En el versículo 7, se dirige a los romanos, y allí dice que en todo el mundo se habla de su fe. ¿Lo puedes imaginar? Cuando te salvas, debe haber un cambio en tu interior. No sólo te das cuentas tú, sino también las personas a tu alrededor.
Pero los romanos habían ido aún más lejos. En el extranjero se hablaba de su fe, y con toda razón Pablo les elogiaba por tal motivo.
También de interés para mí, Pablo dice: «doy gracias a mi Dios». Esto es típico de Pablo. En sus epístolas, normalmente dice que el Señor Jesucristo es «nuestro Salvador». En contraste, aquí, y en otros puntos del Nuevo Testamento, dice «mi Dios». Y también encontrarás en esta epístola «mi evangelio». Pablo era hebreo de hebreos, y aquí él como apóstol hebreo está escribiendo a los gentiles. Creo que ya había algunos judíos en Roma en aquellos tiempos, pero Pablo se dirige más bien a gentiles y aun así retiene algo de este tono hebreo. «Mi Dios, mi Salvador, mi evangelio».
Capítulo 1, versículos 9-10: «Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros».
Era su plan, como he dicho. Quería llegar a Roma y una vez en Roma, sabía que la palabra de Dios se extendería por todo el mundo y la humanidad cambiaría para siempre.
Capítulo 1, versículos 11-12: «Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados, esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí».
¿Puedes apreciar lo que acabas de oír? Pablo ha sido salvo durante unos cuantos años. Iba a escribir la mitad del Nuevo Testamento. Había estado en el tercer cielo y había vuelto, y aún dice que a esas personas en Roma tenía algo que les quería compartir. Tenían una fe común en el Señor Jesucristo. Aún más, quería visitarles, tener comunión con ellos, e impartirles algún don espiritual. Seguramente este grupo de creyentes en las Escrituras era precioso y muy especial y poco común a los ojos del apóstol Pablo. Y como he dicho, ahora su meta es llegar a Roma. No va a ser fácil, porque en el momento que escribía la epístola los emperadores romanos y su policía secreta estaban totalmente en contra del cristianismo. ¿Por qué? Porque eran monoteístas. No representaban amenaza alguna para el estado. Pero no estaban dispuestos a rendir culto a sus dioses falsos y paganos. No estaban dispuestos a adorar a sus ídolos e imágenes. Así que, Pablo ha de ir a Roma. No va ser fácil.
Pues bien, siguiendo por la Epístola a los Romanos. Si no te has dado cuenta ya, el capítulo 1 está lleno de buen material. Hay mucho material en el Libro del Romanos, pero ciertamente el capítulo 1 es maravilloso.
Empecemos este segmento en el versículo 13.
Capítulo 1, versículo 13: «Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles».
Esta comunidad primitiva seguramente estaba disfrutando de la obra terminada del Señor Jesucristo. Pablo estaba desesperado por llegar a Roma, como he dicho. Quería tener comunión con ellos. Quería adorar al Señor juntamente con ellos. Quería estar con ellos. Los testimonios de ellos eran magníficos. No obstante, el versículo 13 deja claro que no había podido ir a ellos. En muchas ocasiones, había querido viajar hacia allí. Pero no siempre era posible. ¿Por qué no? Porque el diablo siempre estaba en contra del apóstol Pablo. Si eres salvo, si tienes un ministerio activo, un ministerio que cambia vidas, el diablo siempre estará detrás tuyo. El apóstol Pablo era el hombre más grande que jamás haya vivido, e incluso así, no podría deshacerse de las asechanzas de Satanás. Él vivió cada día como si fuera su último, y el Señor le dio la gracia para vivir así.
Miremos el versículo 14:
Capítulo 1, versículo 14: «A griegos y a bárbaros; a sabios y a no sabios soy deudor».
Por favor, miremos 1ª Corintios, capítulo 9. Si llegas a un pasaje de las Escrituras que no te resulta totalmente claro, has de ir a otro pasaje y comparar las Escrituras con las Escrituras. Tal enfoque es una de las reglas de oro de la hermenéutica. Miremos 1ª Corintios, capítulo 9. Empecemos en el versículo 19: «Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto la ley; para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, mas bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos».
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 1. Lo que acabamos de ver es que 1ª Corintios 9 amplía aún más de lo que acabamos de descubrir en Romanos capítulo 1, versículo 14. Era siervo de los judíos y también de los gentiles. En el capítulo 1, versículo 1: «Pablo, siervo de Jesucristo», lo cual significa que a todos se hizo todo, para que pudiera salvar a algunos. Hoy día, llamaríamos a Pablo una persona del pueblo, y él lo hizo a la perfección. También, en el versículo 14, los griegos serían los gentiles, como también lo serían los bárbaros hasta cierto punto. Algunos individuos serán sabios, y algunos serán poco sabios. Hasta que seas salvo, en contraste, no formas parte del reino de Dios.
Estamos avanzado a través de la Epístola a los Romanos, y en el último segmento os he mostrado como el apóstol Pablo se humilló para llegar a cualquier tipo de persona. Vimos en el versículo 14 como era deudor tanto de los griegos (las personas cultas de su día) y también de los bárbaros (las personas incultas, las personas analfabetas, lo más bajo de la clase baja). A todos se hizo todo, incluido los judíos. Más adelante en la epístola de Romanos, dijo que deseaba ser anatema para sus hermanos, para que pudieran ser salvos. Este hombre tenía un gran corazón. Lo que este hombre olvidó nunca lo sabremos. Como he dicho, él escribió la epístola y él fue ejemplo de cómo han de vivir todos los creyentes que creen en la Biblia. Fue un hombre único.
Pero, nuestra adoración no es para el apóstol Pablo, sino para el Dios trino. Nuestra fe es en el Dios trino, no en Pablo, no en Pedro, no en Jacobo, y no en Juan. Ni siquiera en la Biblia. Somos salvos por nuestra fe en el Señor Jesucristo y en nada más. Aun así, para crecer en la gracia y para ser un cristiano bíblico eficaz, hemos de leer la Biblia, hemos de creer la Biblia, y hemos de aplicar la Biblia y lo que dice claramente de todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Ahora bien, seguimos en el versiculo 15:
Capítulo 1, versículo 15: «Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma».
En ese momento del ministerio del apóstol Pablo, él ya había viajado por la mayor parte del Imperio Romano. Escribió la Epístola a los Romanos sobre el año 56 d.C. Y puedes notar sus crecientes expectativas. Él tenía que llegar a Roma. ¡Estos creyentes eran tan especiales! Tenían un testimonio excelente. A diferencia de los corintios, que eran carnales, a diferencia de los gálatas, que eran legalistas, estas personas eran lo mejor de lo mejor, y Pablo tenía que llegar a Roma.
Por favor, miremos el versículo 16:
Capítulo 1, versículo 16: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego».
Otra vez, una declaración profunda. Se destacan dos puntos en el versículo 16: por una parte, el apóstol Pablo no se avergonzaba del evangelio del Señor Jesucristo, y por otra, dice que el poder del evangelio estaba al alcance de cualquiera que creyera, al judío y también al griego. Sencillamente, si el judío creyera en Jesús, sería salvo, y si el griego creyera en el Señor Jesús, también sería salvo. El Señor Jesucristo murió por los pecados de todo el mundo, sin excepción. No obstante, sólo aquellos que crean en Él serán salvos.
Estamos aún en el primer capítulo de la epístola a los Romanos. Y os he mostrado en el último segmento como, en el versículo 16, el apóstol Pablo se encuentra en la recta final de su vida pero no se avergüenza del evangelio del Señor Jesucristo. Pablo no era perfecto, no era sin pecado. Pero en esta etapa, ya había progresado y era un creyente maduro, bien fundamentado, que creía la Biblia. Timoteo, por otro lado, tenía la mitad de años que el apóstol Pablo, y se avergonzaba. Por tanto, si eres un creyente que cree en la Biblia y aún no tienes suficiente confianza como para proclamar el evangelio del Señor Jesucristo, no te preocupes. Todo llegará a su tiempo. Pablo tuvo décadas para perfeccionar su caminar en el Señor Jesucristo.
Rápidamente, quiero añadir un comentario importante sobre el versículo 16. Pablo dice que el poder del evangelio podría salvar tanto al judío como al griego. Por favor, miremos Juan, capítulo 6. Las Escrituras con las Escrituras. Por favor, miremos el versículo 44, Jesús hablando: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero». De hecho, este es un pasaje favorito de los calvinistas. Y leen este versículo, y por regla general, se quedan allá.
Por favor, miremos Juan, capítulo 12. Una vez más, las Escrituras con las Escrituras para entender lo que dice claramente la Biblia, no lo que te han dicho que dice la Biblia. Por favor, miremos el versículo 32, Jesús hablando otra vez: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». No puedes venir al Padre a menos que el Padre te atraiga a sí mismo, siendo el Padre Dios mismo, claro. Y aquí, Dios el Hijo dice: «a todos atraeré a mí mismo». ¿Cuándo ocurrió? Cuando fue levantado de la tierra. En primer lugar, en la resurrección; segundo, en la ascensión. Él ha atraído a todo hombre a sí mismo.
Algunas personas dicen, pues, que Dios no ha concedido arrepentimiento a todos. Por favor, miremos Hechos, capítulo 5. Una vez más, las Escrituras con las Escrituras. Hechos capítulo 5. Por favor, miremos el versículo 31: «a éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados». Dios ya ha concedido arrepentimiento a los judíos. Por favor, miremos Hechos, capítulo 11. Aún no hemos acabado. Miremos el versículo 18: «Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!». Por tanto, aquí Dios también ha concedido arrepentimiento a los gentiles para vida.
Un pasaje más, por favor. Vamos a 2ª Corintios capítulo 5. Miremos el versículo 19, por favor: «que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación». Miremos el versículo 20: «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios».
En Juan capítulo 6, se ve el origen del nuevo nacimiento. Dios el Padre atrae a los pecadores hacia Su Hijo. En el capítulo 12 de Juan, se ve cómo el Señor Jesucristo ya ha atraído a todo hombre a sí mismo. En Romanos capítulo 1, versículo 1, se menciona a Dios el Hijo, y Dios el Padre. En el capítulo 1, versículo 4, se menciona a Dios el Espíritu Santo en referencia a la resurrección del Señor Jesucristo. Una vez más, se hace referencia al Dios trino a lo largo de toda la Biblia.
Lo que quiero destacar en el versículo 16 es que es poder de Cristo para salvación a todo aquel que cree. En Hechos capítulo 5, se explica que Dios había dado el arrepentimiento a Israel. En Hechos capítulo 11, se dice que Dios había concedido el arrepentimiento a los gentiles. En 2ª Corintios capítulo 5, dice: «Reconciliaos con Dios», Pablo hablando, claro. Dios ha atraído a todo hombre a sí mismo. Pero, ¿qué dice el versículo 16, una vez más? «porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree». ¡Creed, confiad, recibid al Señor Jesucristo!
Ahora concluimos con el versículo 17:
Capítulo 1, versículo 17: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá».
Una vez nacido de nuevo, eres justificado y por lo tanto, como hombre justo o mujer justa, ya vives por fe. ¡No es una fe ciega! Ahora tienes las Santas Escrituras para leer, meditar y obedecer. Y tienes el Dios trino que vive en ti. «El justo por la fe vivirá». Fuiste salvo al creer en el Señor Jesucristo. Ahora vives y andas por tu fe en el Señor Jesucristo.
Pues, vamos a continuar con la Epístola a los Romanos. Y en el último segmento, acabamos en el versículo 17, donde el apóstol Pablo citaba el Libro de Habacuc, del Antiguo Testamento, y las Escrituras dicen: «El justo por la fe vivirá». Una vez salvo, andas y vives por fe. No hagas caso de las profecías, ni de las visiones, ni de lo que él o ella dice. ¡No! Ha de ser lo que dicen las Escrituras. Eres salvo por tu fe en el Señor Jesucristo y en lo que hizo por ti, no lo que hiciste tú por Él. Nuestra fe no es una fe ciega. Para aquellos de nosotros que hemos sido salvos, nuestra vida ha sido totalmente transformada por un hombre que vivió hace unos dos mil años. Si quieres saber la voluntad de Dios para tu vida, has de leer la palabra de Dios cada día sin falta.
Si me lo permites, seguimos en el versículo 18:
Capítulo 1, versículos 18-19: «Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó».
Este pasaje se puede desglosar en dos partes, desde los versículos 20, 21 y 22 hasta los versículos 23 y 24, el apóstol Pablo dice que la creación del universo es evidencia de un Creador. Una casa no se hace sola. Un reloj no se hace solo. Siempre hay un creador. Un diseño siempre presupone un diseñador. Y el diseñador, en este caso, es el Señor Dios de la Biblia.
Por otro lado, en los versículos 18 y 19, Pablo menciona la ira de Dios sobre la humanidad, en relación a la conciencia de ésta. Cuando cometes un pecado, tu conciencia te dice que has pecado. Esto procede del cielo, no del hombre. Fuiste hecho a la imagen de Dios. Tienes una conciencia porque Dios te la ha dado y por lo tanto, cuando mueras y estés delante de Él, no podrás decir al Señor del universo que no sabías que estaba mal robar o matar o cometer adulterio. Cuando has pecado, sientes convicción. Pero las Escrituras nos dicen que los hombres aman más las tinieblas que la luz. Por consiguiente, es asunto del corazón, no de la cabeza.
Así que, por tu conciencia sabes que existe un Creador, pero debido al amor que tienes por el pecado y el odio que tienes hacia Dios, optas por olvidarle a Él y suprimir lo que sabes de Él, mediante una vida de maldad, carnalidad y desenfreno. Cuando mueras y estés en Su presencia, no serás inocente sino que serás declarado culpable. E irás al lago de fuego que arde sin cesar. Él murió por ti. Él ha pagado por tus pecados, pero no quisiste saber nada de Él. Has decidido rechazarle y abrazar todo menos a Él.
Estamos aún en el capítulo 1 de la Epístola a los Romanos. Como he dicho desde el principio, este libro es muy profundo. Y este libro es, posiblemente, el libro más importante de toda la Biblia. Sí, el libro del Génesis nos habla de la creación. Sí, los evangelios nos hablan del bendito Salvador, el Señor Jesucristo. Pero esta epístola nos habla de cómo es el hombre. Y este libro nos explica por qué los hombres hacen lo que hacen. Y este libro también nos explica cómo el Señor trata la injusticia y el pecado. Este libro es muy rico y muy profundo. Y, como he dicho, la mayoría de las personas que enseñan la Biblia raramente estudian y predican la epístola a los Romanos.
Dios mediante, voy a seguir con estos segmentos, y empiezo con el versículo 20:
Capítulo 1, versículos 20-21: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido».
En el capítulo 6 del Génesis, el Señor dijo que el corazón del hombre, sus imaginaciones, eran de continuo solamente el mal. Así que, envió el diluvio para destruir la tierra. Si Dios quisiera, podría destruir todos los que viven hoy.
A veces, la gente dice: «¿Por qué no interviene el Señor para tratar con esta persona o aquella persona, o este pecado o aquel pecado?» Pues, si así fuera, serías destruido y yo sería destruido. Pero, afortunadamente, Él es un Salvador de gran amor, misericordia y comprensión. En los versículos 20 y 21, se ve la total y completa condenación que cae sobre el hombre a los ojos del Señor. En los versículos 18 y 19, habló de la conciencia de la humanidad. En cambio, en los versículos 20 y 21 ahora mira a la creación del mundo. Como he dicho, cualquier cosa creada siempre requiere un creador. En el versículo 20, se ve que la humanidad entiende que Dios es Dios. Incluso las cosas invisibles de Él son entendidas por la humanidad en general. En lugar de darle gracias a Él y adorarle, hacen todo lo contrario.
Miremos el versículo 22:
Capítulo 1, versículos 22-23: «Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, y de reptiles».
El pueblo de Israel tenía un problema con la idolatría no durante décadas, sino durante siglos. Hagámonos una imagen para adorarla. Aarón cayó en tal pecado y murió a causa de ello. La humanidad ha de creer en algo, y la humanidad ha de tener una imagen para adorar. Pero, en el versículo 17, Pablo dijo: «El justo por la fe vivirá», no por la vista. Las imágenes, que pretendieron hacer representaciones del Dios de la Biblia, están prohibidas en ambos Testamentos. Dios las aborrece. ¿Por qué piensas que no hay relato alguno sobre las características físicas del Señor Jesucristo? Porque Dios no quiere que la gente pinte cuadros de Él para luego decir a otros que así fue Jesús. No, Él es mucho más bello, mucho más santo, mucho más justo como para ser representado por la mano de un pintor pecador. Dios no quiere esto. Y estos individuos encontrados aquí en los versículos 20, 21 y 22 se creen sabios, pero en realidad, son necios y Dios aborrece tal tipo de persona.
Hemos visto la condenación del Señor hacia el pecador. El hombre no tiene excusa alguna delante del Señor debido a la creación y debido a su conciencia. En lugar de adoración por parte del hombre hacia el Señor de la Biblia, crea ídolos en forma de animales. Crea imágenes, y adora la creación del Señor antes que al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén. Y Dios es un Dios celoso. El Señor no hizo la humanidad para que la humanidad pudiera darle la espalda y crear dioses a su propia imagen. El hombre fue hecho a la imagen y semejanza del Dios trino. Y cuando viene el juicio de Dios, vendrá de forma dura y repentina. Asegúrate que crees lo correcto. No puedes quedarte al margen en cuanto al tema de quién es el Dios trino. O bien estás con Él o estás en contra de Él. Así de sencillo. Pero estas personas aquí son claramente condenadas porque hacen caso omiso a Dios, al crear falsas imágenes y adorarlas antes que al Señor Dios de la Biblia. Idolatría, pura y dura. Y Él lo aborrece.
¿Qué ocurre cuando la humanidad rechaza al Señor y va por su propio camino? Miremos el versículo 24:
Capítulo 1, versículos 24-25: «Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén».
Por favor, miremos Efesios, capítulo 4. Las Escrituras con las Escrituras. Efesios capítulo 4. Miremos el versículo 19: «los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza». Cuando el hombre da la espalda al Señor, y lo sigue haciendo, el Señor le entrega a su pecado. Pero antes de entregarle a su pecado, la misma persona ya se ha entregado al pecado. Se ve aquí en Efesios capítulo 4, versículo 19. Dios espera, y espera más, y espera aún más. No quiere que ninguno perezca. No se complace en la muerte del impío. Pero si la humanidad sigue endureciendo su corazón y si la humanidad sigue su propio camino, visto aquí en Efesios 4:19, el Señor dice, pues, bien, te entregaré a la impiedad. Y una vez te entregue a la impiedad, no hay vuelta atrás. Estás perdido.
Pues, bien, estamos aún en el capítulo 1 de Romanos. En el último segmento, miramos a los versículos 24 y 25 y vimos en el capítulo 4 de Efesios como el hombre primeramente se entrega a una mente reprobada. Y si sigue viviendo de esta manera, el Señor le entrega total, completa y permanentemente a sus pecados. Y una vez hace esto Dios, no hay vuelta atrás. Ahora mismo, estás muerto en tus pecados y separado por siempre del Señor Dios de la Biblia. Es tu decisión, no la suya. Tienes libre albedrío, como también lo tuvieron Adán y Eva. Cuando mueras y estés delante del Señor, solamente podrás culparte a ti mismo, y punto.
Empecemos el segmento de hoy en el versículo 26, y seguimos con el mismo tema. El hombre ha abandonado a Dios, y Dios ha entregado el hombre a su pecado. ¿Qué sucede cuando esto ocurre? Miremos el versículo 26, por favor:
Capítulo 1, versículos 26-27: «Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonozos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío».
Pablo va directamente al corazón del asunto. Primeramente, las mujeres son entregadas a su pecado. Y abrazan las relaciones con el mismo sexo, lo que hoy día se conoce como el lesbianismo. Algo totalmente contra la naturaleza, según el apóstol Pablo y claramente indicado en ambos testamentos. También, el hecho que apunta primero a las mujeres entregadas a este tipo de pecado destaca, una vez más, lo fuerte y endémico que es el pecado.
Normalmente, son los hombres que caen en pecado y corrompen a las mujeres. Aquí, Pablo dice que las mujeres también han caído en pecado, y que ellas también inducirán a los varones a la corrupción. Las mujeres se entregaron al lesbianismo, y en el versículo 27 los hombres ya se encienden en lascivia unos con otros. La homosexualidad, como hoy día se conoce. Lo que la Biblia llama sodomía. No solamente dice el apóstol Pablo que las mujeres con las mujeres y los hombres con los hombres es cosa antinatural, sino también dice que recibirán en sí mismos la recompensa que conviene a su extravío.
El Señor destruyó a Sodoma y Gomorra por este mismo asunto. Si lo hizo en el Antiguo Testamento, también lo hará una vez más en su segunda venida. El Señor es santo, el Señor es justo. Hizo las mujeres para los hombres, no los hombres para los hombres ni tampoco las mujeres para las mujeres. Entre el hombre y la mujer, se produce un niño. Esto sí es natural, es la naturaleza en mayúsculas.
Así que, estamos casi al final del capítulo 1 de la Epístola a los Romanos. Y si aún no te has dado cuenta, Romanos es un libro que suscita mucha controversia. Por este motivo, la mayoría de los creyentes y maestros que creen en la Biblia raramente profundizan en el libro, ni lo enseñan ni lo predican, ni lo presentan a su audiencia. Es controvertido. No es políticamente correcto creer y proclamar lo que se encuentra en esta parte del Nuevo Testamento.
En el segmento anterior, vimos como el Señor entrega a los hombres y a las mujeres a su pecado, y que en la segunda parte del versículo 27, Pablo dice que estas personas recibirán la recompensa que conviene a su extravío. El SIDA, la gonorrea y la sífilis son solamente algunas de las consecuencias de personas que tienen un estilo de vida que odia y aborrece el Señor.
Él puede salvar a una persona de cualquier pecado imaginable, pero tienes que venir a Él y decir, Señor, ten misericordia de mí, un pecador. El justo por la fe vivirá. Has de clamar a su Nombre y rogar que te salve, y te cambiará en el momento que te agarre y te cambiará desde dentro. Y ahora vivirás para el Señor Jesucristo. Las cosas que hacías en el pasado y que te gustaban, ahora las vas a aborrecer. Y las cosas que antes aborrecías, vas a amar. Ciertamente, es una paradoja. Esto es lo que la nueva naturaleza hace al hombre o a la mujer que Él ha salvado. Como he dicho, te cambiará desde dentro. Él hace vivos a los hombres muertos.
Para este segmento, mira el versículo 28, por favor:
Capítulo 1, versículos 28-32: «Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños, malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican».
En estos versículos, se ofrece una lista bastante exhaustiva de los pecados que surgen del corazón. Como he dicho, no es un tema de la cabeza, sino del corazón. Tu corazón es engañoso antes del nuevo nacimiento. Pablo comienza en los versículos 26 y 27 con una mirada a la sodomía y al lesbianismo, y los condena. En los versículos 29, 30 y 31, añade aún más. Los individuos sin afecto natural son pederastas, detractores, aborrecedores de Dios, ateos modernos que se encuentran en todas partes, desobedientes a los padres, niños que hoy día divorcian a sus padres. La fornicación, el sexo prematrimonial. Y en el versículo 32, el apóstol Pablo dice que tales individuos merecen la muerte. Y no solamente ellos, sino también todos aquellos que se complacen en los que cometen tales pecados. Por lo tanto, en realidad, el apóstol Pablo nos dice que todo pecador no salvo merece la muerte.
Hemos acabado Romanos, capítulo 1, pero antes de entrar en el capítulo 2, quisiera ofreceros algún pensamiento sobre lo que acabamos de leer y ver.
Aquí, Pablo claramente presenta los pecados de la carne, los pecados del ser humano. Y si mueres estando en tal tipo de vida, vas a estar separado del Señor para siempre. Pero Él puede cambiarte, puede rescatarte y puede darte un nuevo corazón. No obstante, como he dicho repetidamente, tienes que nacer de nuevo para ser salvo, para ser rescatado y para ser cambiado.
Por favor, miremos Mateo capítulo 15. Las Escrituras con las Escrituras. Para evitar cualquier tipo de duda y para mostrar la absoluta coherencia de toda la Biblia en cuanto a los pecados del ser humano, los pecados de la carne, hemos visto lo que el apóstol Pablo dijo acerca de tales pecados, pero ¿qué dice el Señor Jesucristo acerca de tales pecados? Miremos Mateo 15, versículo 19. «Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias». Miremos el versículo 18: «Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre». Miremos el versículo 20: «Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre».
El Señor Jesucristo dijo que estos son malos pensamientos. Los homicidios: el odio es homicidio. El adulterio: desear a alguien sexualmente es adulterio. La fornicación: el sexo prematrimonial es fornicación y Dios lo aborrece. Los hurtos, los robos, los falsos testimonios, las mentiras, los engaños y las blasfemias, el tomar su nombre en vano. Dice que es maldad y lo condena. Y esta palabra para fornicaciones o fornicación es porneia; es la palabra griega para la pornografía, que cubre todos los pecados de la carne: la pedofilia, la homosexualidad, la bestialidad, todo. Y el Señor dice que es maldad, es impiedad.
Y os ofrezco otro pasaje antes de concluir este segmento. Por favor, miremos Apocalipsis 21. Una vez más, las Escrituras con las Escrituras. Hemos visto al apóstol Pablo hablar del tema, y hemos visto al Señor Jesús hablar del tema. ¿Qué dice el apóstol Juan acerca del tema? Apocalipsis, por favor, en el capítulo 21, versículo 8: «Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras, y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda». La hechicería, la adivinación, la brujería, oraciones dirigidas a personas muertas.
La Biblia dice que es maldad y si no te arrepientes de ello, irás al lago de fuego, que es la muerte segunda, que arde para siempre. Los mentirosos, los idólatras, los fornicarios, los adúlteros, los temerosos, los incrédulos: todos son abominables a los ojos del Señor. Si te encuentras aquí en Apocalipsis 21, o si te encuentras en Romanos capítulo 1, o si te encuentras en Mateo 15, tienes un grave problema. Has de arrepentirte, y necesitas un Salvador para salvarte de tus pecados.
Para concluir el capítulo 1, os di un comentario muy breve con más información sobre cómo el Señor ve el pecado y qué va a hacer con el pecado. Y una parte de Romanos capítulo 1 habla no solamente del rechazo del Señor Jesucristo por parte del hombre, sino también cómo fue profetizado que la humanidad rechazaría al Señor Jesucristo y le odiaría. ¿Sabes? El hombre sabe quién es Jesucristo. Puedes ir a cualquier punto del mundo y hablar con cualquier persona sobre cualquier tema y, por regla general, no suscita controversia. Pero en el momento que mencionas al Señor Jesucristo, todo cambia.
Por favor, miremos el Libro de Isaías. Isaías era un profeta del Antiguo Testamento, y escribió este libro unos 700 años antes de que naciera el Señor Jesucristo. Isaías 52, miremos el versículo 13: «He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto». Una referencia al Señor Jesucristo escrita, como he dicho, unos 700 años a.C., y que se encuentra en el Antiguo Testamento, escrita por el profeta Isaías. Miremos el versículo 14: «Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer; y su hermosura más que la de los hijos de los hombres». En el versículo 14 se hace una clara referencia a la crucifixión. ¿Sabías que la palabra «crucifixión» fue acuñada en un intento de explicar el dolor y el sufrimiento que el Señor Jesucristo experimentó? Era una muerte terrible de dolor insoportable. ¡El Dios del universo fue colgado desnudo en una cruz durante 6 horas! Le crucificaron. Los asirios idearon esta forma brutal para la pena de muerte, pero los romanos la perfeccionaron.
Miremos el versículo 15: «así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca; porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído». Los versículos 13 y 14 tocan principalmente la primera venida; el versículo 15 se refiere a la segunda venida. Hablaré más sobre esto en otro vídeo.
Por favor, miremos el capítulo 53. Las Escrituras con las Escrituras. Aún estamos en el Libro de Isaías. Como he dicho, el ser humano no solamente rechaza al Señor Jesucristo. El ser humano odia al Señor Jesucristo continuamente. Cuando miras la televisión, oyes como maldicen el nombre de Dios y de Jesús. Esto es blasfemia. He viajado por todo el mundo, y he oído como la gente blasfema contra Dios. ¿No es increíble? Profetizado unos 700 años a.C., y se cumple la profecía cada día de la semana. Hollywood es culpable. Todos los medios de comunicación en el mundo son culpables, y puedo añadir que el Reino Unido no es una excepción.
Isaías 53. Miremos el versículo 3: «Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos». Esto hace referencia principalmente a los apóstoles que huyeron del lugar de la crucifixión, en contraste con las mujeres que fueron fieles. Pero aquella parte del versículo 3 dice: «Despreciado y desechado entre los hombres». Todos, antes de ser salvos, le rechazaron y le despreciaron. Profetizado unos 700 años a.C.: «varón de dolores, experimentado en quebranto». Cargó los pecados del mundo en su cuerpo.
Miremos el versículo 6: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros». Todos han pecado. Todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios. Miremos el versículo 10: «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada». En el versículo 10, queda muy claro que el Señor Dios, Elohim, quiso quebrantarlo.
Por favor, miremos Génesis, capítulo 3. Un pasaje más para explicar esta idea mía y las profecías encontradas en las Escrituras con respecto al hombre Cristo Jesús. En Génesis capítulo 3, mira el versículo 15: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». En referencia a Satanás y al Mesías, claro. Profetizado miles de años antes de su venida a la tierra, y sin embargo vemos en Isaías 53 como Jehová quiso quebrantar al Señor Jesucristo.
Y finalmente, puso su alma en expiación por el pecado. ¡Increíble! En todos estos pasajes, ves a un hombre enviado a la tierra desde la eternidad pasada para morir por los pecados del mundo, un hombre que fue despreciado y desechado entre los hombres. Si vas a cualquier punto del mundo y hablas de cualquier persona, por regla general, no tendrás problemas. Pero si mencionas al Señor Jesucristo, todo cambia. ¿Por qué? Porque los hombres aman más las tinieblas que la luz. Es asunto del corazón, no de la cabeza. A continuación, miraremos el capítulo 2 del Libro de Romanos.
CAPÍTULO 2
Capítulo 2, versículo 1: «Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo».
El capítulo 2, versículo 1, es una continuación del capítulo 1, versículo 32, donde el Señor deja bien claro que las personas no salvas que le han rechazado no solamente continúan en su rebelión contra Él, sino que también saben que viene el juicio. Ahora, en el capítulo 2, versículo 1, Pablo dice: eres inexcusable, oh hombre, porque juzgas a otro por los mismos pecados que tú cometes. En Mateo capítulo 7, el Señor Jesucristo dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados», lo cual significa que no debes reprender ni juzgar a nadie por un pecado en concreto si estás cometiendo el mismo pecado tú mismo. Esto es hipocresía y el Señor la aborrece.
Capítulo 2, versículos 2-3: «Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?»
Claro que no. Si estás juzgando a una persona por un pecado, y estás cometiendo el mismo pecado, acabas por condenarte a ti mismo. Al condenar a otro por el mismo pecado que cometes tú, estás admitiendo que es pecaminoso y claramente acabas de juzgarte a ti mismo. Si vas a juzgar a otro por el pecado que sea, asegúrate de no estar practicando el mismo pecado tú mismo.
Esta hipocresía se ve claramente en los evangelios: en Juan capítulo 8, los fariseos habían encontrado a una mujer en el mismo acto de adulterio y la habían llevado al Señor, buscando su permiso para apedrearla. Pero el Señor Jesucristo, «inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo», cosa que se describe en el versículo 6. Estos fariseos santurrones buscaban sangre. Y es cierto que la ley mosaica exigía la muerte para cualquier persona encontrada en el acto de adulterio, bestialidad, fornicación, homosexualidad u otro pecado de la carne. Y algunos comentaristas a lo largo de los años han sugerido que el Señor estaba anotando sus nombres en la tierra, junto con sus pecados. Y sin duda alguna, el adulterio era uno de ellos. «El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella». No hay hombre justo en la tierra.
Miremos el versículo 9: «Y ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio».
Volvamos a Romanos, capítulo 2, por favor. Es cierto que las Escrituras permiten juzgar, pero no cuando lo hace el hipócrita. Juzgar solamente se puede hacer de forma justa, santa y sin hipocresía. Una persona salva, por tanto, ciertamente puede juzgar a una persona no salva, pero solamente si es libre del pecado que está juzgando en concreto.
Avanzando en el capítulo 2 de la Epístola a los Romanos, vemos claramente en los versículos 1, 2 y 3 que aquellos que condenan a otros acaban de condenarse a sí mismos, porque son culpables del mismo pecado que están juzgando en otros. Y el Señor condena esta actitud en Mateo capítulo 7. Aquí, Pablo simplemente reafirma las enseñanzas del Señor Jesús respecto al tema. No seas hipócrita a la hora de juzgar a otro. Pon tu propia casa en orden antes de juzgar a otros.
Empecemos el segmento de hoy en el versículo 4:
Capítulo 2, versículo 4: «¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?»
He sido creyente bíblico durante más de 10 años, y antes de ser salvo, había muchos momentos en los que podría haber muerto debido a cosas estúpidas que hice en mi juventud, y era un hipócrita. Yo era un pecador entre los pecadores, y fácilmente hubiera podido morir e ir al infierno debido a mis pecados. Y Pablo dice aquí: ¿Por qué menosprecias la benignidad de la longanimidad de Dios y su paciencia? ¿No sabes que el Señor es sufrido y que su paciencia te permite ser salvo?
Él esperó muchos años hasta que fui salvo. Su longanimidad transformó mi vida totalmente. Hubiera podido morir en muchas ocasiones, como he dicho, y merecía ir al infierno por todos mis pecados. Pero ¡a Dios sea la gloria! Me salvó, y su benignidad y su paciencia y su longanimidad me llevaron a la salvación hace más de 10 años.
Pablo está criticando duramente a los fariseos, con su superioridad moral, el supuesto «creyente maravilloso», aquel tipo que se cree más santo. El tipo de persona que siempre ve los errores y los defectos de los demás, pero en cuanto a sí mismo, se cree perfecto. Se cree moralmente superior. Como los fariseos encontrados en los evangelios. Los reverendos. Los eruditos. Los grandes cerebros. Y Jesús condenó a aquellas personas como serpientes y víboras, llenas de iniquidad e hipocresía.
Si aún vives y respiras y existes en esta tierra, quizá el Señor tiene un plan para ti, quizá quiere que seas salvo. Pero has de ir a Él para ser salvo. El Señor no se te revelará a ti si hay pecado en tu vida. Pero si quieres ser salvo, ponte de rodillas y clama a Él. Porque es su voluntad que seas salvo.
Estamos avanzando en la Epístola a los Romanos, y estamos ahora en el capítulo 2. Y leímos en el segmento anterior como la benignidad y la paciencia y la longanimidad del Señor llevan a los pecadores al arrepentimiento. Así fue para mí, y puede ser así para ti, si invocas el nombre del Señor Jesucristo.
Empecemos el segmento de hoy, si me lo permites, en el versículo 5:
Capítulo 2, versículos 5-11: «Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios».
El versículo 11 debería estar subrayado en tu Biblia. No hay acepción de personas para con el Señor. Eres salvo o no eres salvo. Él juzgará a su propio pueblo por sus pecados. Moisés, Miriam y Aarón no entraron en la Tierra Prometida como consecuencia de su pecado. El Señor aún les amaba, pero como consecuencia de sus pecados, no entraron en la Tierra Prometida.
No puedes sobornar al Señor. Si hay pecado en tu vida y no lo tratas con firmeza, lo tendrá que hacer el Señor. Para aquellos que continúan en su pecado, también encontrado en el capítulo 1, versículos 18 al 32, y aquí reafirmado en los versículos 5 al 10, recibirás lo que mereces. Quizás disfrutas de tu pecado durante una temporada. Quizás serás muy popular con tus colegas. Pero un día morirás y estarás en la presencia del Dios Todopoderoso, y te juzgará según la Biblia. Si has mentido, eres mentiroso. Si has hurtado, eres ladrón. Si has deseado a una mujer, eres adúltero. Y si has odiado a alguien, la Biblia dice que eres homicida. Él juzgará tu corazón y juzgará tus pensamientos. Olvídate de tus obras; también serán juzgadas. Él juzgará tu corazón y juzgará también tus pensamientos. Como un hombre piensa en su corazón, así es él.
Y al mismo tiempo, el Señor también extiende su mano de amistad y comunión a aquellos que no se cansan en hacer bien, aquellos que buscan gloria y honra, inmortalidad, vida eterna, aquellos que obedecen la verdad y aman la justicia. Pero el versículo 9 dice: «tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego». No puedes escapar el juicio de Dios. Si mueres sin Jesucristo, irás al infierno para siempre, puro y duro. Pero esta no es la voluntad de Dios para ti.
Estamos aún en la Epístola a los Romanos, capítulo 2, y no hemos llegado ni a la mitad de esta obra maestra tan magnífica del apóstol Pablo. Si eres salvo, esta epístola debería ser de gran ánimo para ti. Pero si no eres salvo, esta epístola va contra ti. O estás al favor del Señor o estás en contra. No hay término medio.
Empecemos el segmento de hoy, si me lo permites, en el versículo 12:
Capítulo 2, versículos 12-16: «Porque todos los que sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley a sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio».
En el capítulo 1, dice: «mi Dios». En el capítulo 2, dice: «mi evangelio». Volvamos al versículo 12, por favor. Hay muchas personas que pecan fuera de la ley, siendo la ley los Diez Mandamientos, claro. Y aquellas personas perecerán fuera de la ley. La ley te lleva al Señor Jesucristo, la ley te muestra que eres pecador, con necesidad de un Salvador. Si quitas la ley a la humanidad, provocas caos y tumulto. Sí, tienen una conciencia que les convence del pecado, como se habla en el versículo 15, pero el Señor dio la ley para dirigir al ser humano hacia Él.
También, en el versículo 12, el apóstol Pablo dice: «todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados», hablando de los judíos, claro. Nunca debes olvidar que los Diez Mandamientos fueron dados principalmente a los hijos de Israel, no a las naciones gentiles. Pero aún así, serán juzgados según las normas del Señor, no según las normas humanas.
En el versículo 13, Pablo dice: «porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados» y algunas personas dicen: «Bueno, has de guardar la ley para ser salvo». Por favor, miremos el capítulo 3, al versículo 28: «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley». Solamente por fe. Lo hemos visto en el capítulo 1, versículo 16: «porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego». Solamente por fe. Por creer. «El justo por la fe vivirá».
Ahora bien, ¿qué significa ser hacedor de la ley? Miremos Mateo capítulo 22. Una vez más, las Escrituras con las Escrituras. Mateo 22. Miremos el versículo 37, por favor. «Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas». Amar al Señor tu Dios con toda tu mente, con todo tu corazón, y con toda tu alma viene después de que hayas nacido de nuevo. Y una vez que amas al Señor tu Dios con toda tu mente, corazón, alma y fuerza, la expectación es que también ames a tu prójimo como a ti mismo.
Por favor, miremos Romanos, capítulo 13. Miremos el versículo 8: «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley». Amar al Señor tu Dios, amar a tu prójimo como a ti mismo significa que has guardado y has cumplido la ley. Sin embargo, guardar los Diez Mandamientos no te salva. Una vez que seas salvo y andes en el Espíritu, tendrás la capacidad de hacer cualquier cosa. Pero Jesús te da poder de hacer estas cosas porque eres nacido de nuevo, no para ser nacido de nuevo, sino porque ya eres nacido de nuevo.
Durante el último segmento, miramos a los versículos 12 al 16, y Pablo dice: «en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio». Aquel día encontrado en el versículo 16 es el Gran Trono Blanco. Y si mueres sin el Señor Jesucristo, Él mismo te juzgará en el Juicio del Gran Trono Blanco. No podrás escapar su juicio. Te juzgará el corazón, y juzgará tus pensamientos, y también juzgará tus obras. Al mismo tiempo, vimos en otros pasajes como el guardar la ley no nos salva.
En el versículo 14, el apóstol Pablo dice: «Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley», es decir, hurto, homicidio, fornicación o adulterio. Los Diez Mandamientos fueron dados a los judíos, y aparte del sábado, que no es directamente para nosotros los gentiles, el resto de los Diez Mandamientos aún son aplicables. Dios te juzgará por los Diez Mandamientos, seas judío o gentil, es inmaterial. Te juzgará igualmente. Y Pablo dice que estos gentiles son ley para sí mismos. Totalmente cierto. Si miraras a Alemania en la década de los treinta, al comienzo del nazismo, verías todo tipo de leyes introducidas que son aborrecibles. Son malvadas, son malignas. Estos gentiles eran ley para sí mismos. Intentaron crear su propia moralidad. Aprobaron leyes que hacían legal matar a judíos y a gitanos y a cristianos y a cualquiera que se opusiera a sus creencias. Y el versículo 14 destaca que estos gentiles que no tienen ley hacen por naturaleza lo que es de la ley, y llegan a ser ley para sí mismos, ¡Totalmente cierto!
El versículo 14 deja perfectamente claro lo que ocurre cuando aquellos que viven fuera de la ley y aún hacen las cosas de la ley, llegan a ser ley para sí mismos. Lo vimos en la década de los treinta y de los cuarenta en la Alemania nazi, y lo vimos también en la Unión Soviética, bajo el régimen comunista. También aprobaron leyes. Hicieron pruebas horribles con su propio pueblo. ¿Por qué? Porque fueron gentiles no salvos, haciendo las cosas que están en la ley, y una vez más, llegan a ser ley para sí mismos.
Y en el versículo 15, Pablo lo dice muy claramente: «mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos». Hace referencia a Romanos capítulo 1, versículo 32. Tales personas saben que lo que hacen está mal, y saben que viene el juicio. Y aún siguen cometiendo sus pecados, totalmente indiferentes.
¿Qué más puede hacer el Señor Dios de la Biblia? Ha dado al hombre una conciencia, ha dado al hombre la creación, y ha dado a la humanidad la Biblia. ¿Qué más puede hacer?
Y una vez más, en el versículo 16: «en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio». Ha visto, ha anotado cada pensamiento, cada obra, cada acción, y te juzgará por ello si no te arrepientes ahora mismo y crees en Su Hijo. En caso contrario, estarás de pie, totalmente desnudo, en el Gran Trono Blanco y te juzgará como lo haría un fiscal, y hará un repaso de cada aspecto de tu vida con todo detalle. Elige hoy lo que harás. ¿Te arrodillarás y creerás en el Señor Jesucristo, o le despreciarás solamente para abrazar el pecado aún más? La decisión es solamente tuya.
Así que, estamos casi al final del capítulo 2 de la Epístola a los Romanos. Durante el último segmento, vimos muy claramente lo que ocurre cuando el hombre rechaza al Señor y crea su propia verdad, cuando crea su propia realidad, y las consecuencias son siempre mortales para aquellos que viven bajo tales sistemas. Y como he dicho la última vez, si no tuviéramos Biblias, aún tenemos una conciencia dada por el cielo y tenemos una creación que siempre apunta a un Creador. Por tanto, el ser humano, según el versículo 16, está sin excusa. Así de sencillo.
Miremos el versículo 17:
Capítulo 2, versículos 17-20: «He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e y instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad».
Pablo ha pasado de mirar a los ateos y a los agnósticos, y a todos los no teístas en cierto modo, y ahora va a centrarse en los judíos. Porque Pablo era judío. Pablo era hebreo de hebreos. Era fariseo de fariseos; era intelectual entre los intelectuales. Y aquí va a mirar al hombre o mujer judío que se confía en su conocimiento de la ley, y no en la obra terminada del Señor Jesucristo en la cruz.
Miremos el versículo 21, por favor:
Capítulo 2, versículos 21-22: «Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio?»
Hace referencia a Mateo, capítulo 7. No juzgues a alguien por algo que tú mismo estás haciendo. Es de sentido común; es una enseñanza básica. Y aun así, Pablo lo tiene que decir, porque los fariseos eran los más santurrones. Hipócritas con «H» mayúscula. El Señor dijo: merecéis el fuego del infierno, porque no sois salvos y estáis predicando este mensaje de superioridad moral, que nadie puede guardar. Sólo mi Hijo guardó la ley de manera perfecta y por lo tanto vais al infierno, y vuestros discípulos y vuestros seguidores también irán al infierno.
En el versículo 21, dice: «Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?» ¿Haz lo que digo, no lo que hago? Estas personas dicen: «No hurtarás», pero ¿hurtan? Dicen: «No cometerás adulterio» pero ¿cometen adulterio ellos mismos? Volvamos al capítulo 8 de Juan y leámoslo otra vez. En el versículo 22, se dice que abominan a los ídolos, y sin embargo Pablo dice: «¿Cometes sacrilegio?» Un ídolo puede ser cualquier cosa. Tu mente puede ser un ídolo, lo cual nos lleva otra vez al versículo 20: «instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad». Tenían amor al aprendizaje, al conocimiento, al discurso, al debate. Siempre aprendiendo, y nunca capaces de llegar al conocimiento de la verdad.
Por fin, hemos llegado al final del capítulo 2. Y gracias por escucharme hasta ahora. Esta epístola es muy profunda y muy rica, y no pide disculpa alguna. Como he dicho, si estás al favor del Señor, esta epístola te dará gran consuelo, pero si estás en contra del Señor, esta epístola está muy en contra tuya.
Concluimos este segmento y este capítulo con el versículo 23:
Capítulo 2, versículos 23-29: «Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros. Pues, en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? ¿Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley? Pues no es judío el que lo es exteriormente; ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en el interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios».
El versículo 24 es muy interesante: Pablo dice que el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles cuando ven a los judíos hipócritas y santurrones viviendo según la carne, diciendo una cosa y haciendo otra. Y una vez más, Dios está muy en contra de esta práctica. Todo el tema de la circuncisión, en una palabra, no significa nada. Para aquellos que viven bajo el Nuevo Pacto, no importa en absoluto si eres circuncidado o no. Se trata de tu corazón, no de tu cuerpo. Claro, cuando me refiero a tu corazón, no estoy hablando de tu corazón físico, sino el espiritual, el que ha nacido de nuevo. El Señor te dio un nuevo corazón cuando naciste de nuevo.
Y el versículo 17 también encaja muy bien con los versículos 23 al 29. Eran judíos que se apoyaban en la ley y en ofrecer algún tipo de adoración externa al Señor. Pero su corazón estaba muerto. Eran como los fariseos, estaban muy lejos del único Dios verdadero. Le honraban solamente de labios. Quizá eran judíos. Quizá habían sido circuncidados. Quizá incluso eran maestros, pero excepto si su corazón fuera circuncidado, estaban tan perdidos como el gentil corriente. Y en el versículo 29, una vez más, para concluir el capítulo 2: «sino que es judío el que lo es en el interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza no viene de los hombres, sino de Dios». Él ama a Dios, no al hombre. Su corazón, diría yo, ha sido circuncidado espiritualmente y ahora es un judío verdadero. Ahora es un verdadero hombre o mujer de Dios. Si eres un cristiano bíblico gentil, ahora eres un judío en el sentido espiritual. Una vez más, es un asunto del corazón, no de la cabeza.
CAPÍTULO 3
Capítulo 3, versículo 1: «¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?»
Pablo empieza el versículo 1 del capítulo 3 con una pregunta casi retórica: ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿Tiene la circuncisión algún beneficio? En el capítulo 2, versículos 27, 28 y 29, deja bien claro que solamente la persona cuyo corazón se ha circuncidado tiene derecho de llamarse judío. La circuncisión física está bien, pero si el corazón del judío no es circuncidado, no hay beneficio alguno.
Miremos el versículo 2:
Capítulo 3, versículo 2: «Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios».
En el Antiguo Testamento, los judíos fueron elegidos como el pueblo del Señor. Fueron elegidos para representarle; fueron elegidos para ser su vehículo para llevar a los gentiles a Él. Por favor, miremos el Libro de Ester. Por favor, miremos el capítulo 8, versículo 15: «Y salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, y una gran corona de oro, y un manto de lino fino y púrpura. La ciudad de Susa se alegró y regocijó». Mordecai era judío, y aquí los gentiles de la ciudad de Susa se regocijan cuando Mordecai es elevado en el reino de los gentiles, concretamente, el pueblo de Persia.
Miremos el versículo 16: «y los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído sobre ellos». La iglesia ha de ser capaz de hacer esto. Estos gentiles paganos llegaron a ser judíos debido al testimonio del pueblo judío, que tenía alegría, gozo y honra. Los judíos fueron elegidos por el Señor para ser vehículo a los gentiles, pero fallaron casi todos.
Por favor, miremos el capítulo 7 de Deuteronomio. El amor de Dios para los judíos es incondicional y, aunque rechazaron al Señor Jesucristo (de hecho, rechazaron a la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento), el Señor todavía ama a Israel por causa de los patriarcas. No importa si un judío camina con el Señor o no, aún es la niña de su ojo. Por ahora, sin embargo, nosotros la Iglesia somos el verdadero pueblo de Dios. Los judíos cayeron, según el capítulo 11 de Romanos, porque no creyeron. Y durante esta dispensación del Nuevo Pacto, nosotros los gentiles, nosotros el pueblo de la Iglesia hemos sido injertados para representar al Señor Dios de la Biblia.
Miremos el capítulo 7, versículo 7: «No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto». Claramente, vemos en el capítulo 7, versículo 7, como el Señor eligió a Israel, la más pequeña de las naciones, para ser su pueblo. Y de Israel, surgieron los reyes, y de todos los reyes surgió el Rey de Reyes, el Señor Jesucristo.
Pues bien, la última vez, vimos como Pablo intentó tratar la pregunta que los judíos le harían: ¿ya no hay beneficio en ser judío? ¿Hay beneficio en la circuncisión? Y os he ofrecido algunas referencias del Antiguo Testamento que muestran como el Señor trató con Israel y por qué eligió a Israel para ser su pueblo. Y también vimos en el Libro de Esther cómo los judíos fueron capaces de guiar a los gentiles hacia Dios por su testimonio.
Miremos el versículo 3, por favor:
Capítulo 3, versículos 3-4: «¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad hará hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado».
Pablo ha de tratar la realidad que el pueblo de Israel, por regla general, no recibió al Señor Jesucristo. De hecho, le mataron. Claro está, esto fue profetizado en el Antiguo Testamento: las Escrituras tal como se mencionan en el versículo 2, es decir, la palabra de Dios. De hecho, los judíos mataron a la mayoría de los profetas y no creyeron lo que éstos les dijeron. Por tanto, cuando vino Jesucristo, no era sorprendente que también le rechazaran y le crucificaran.
Miremos el versículo 5:
Capítulo 3, versículos 5-8: «Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera: de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?».
En primer lugar, el versículo 8. Y aquí, el apóstol Pablo condena a estos difamadores. Y lo tenemos hoy día (aquellos que creemos en la seguridad de la salvación). Somos acusados injustamente de dar a las personas licencia para pecar. A pesar de ser salvos, a pesar del perdón que tenemos con respecto de nuestros pecados pasados, presentes y futuros, no tenemos derecho alguno de vivir en pecado. No tenemos derecho alguno de rebelarnos contra Dios. Aquí, Pablo sigue con el tema principal de Romanos: es decir, Dios es santo, y toda la humanidad, los judíos y los gentiles, es malvada, pecadora y con gran necesidad de un Salvador. Esta necesidad de un mediador entre Dios y el hombre no es nada nuevo. Se encuentra a lo largo de la Biblia.
Miremos el capítulo 9 de Job. Job es el libro más antiguo de la Biblia. Miremos el versículo 2: «Ciertamente yo sé que es así: ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?» ¡Una pregunta brillante! ¿Cómo puede justificarse el hombre con Dios? Respuesta: Es imposible, a menos que alguien aparezca en el escenario y le justifique, siendo aquella persona el Señor Jesucristo, claro está. Job es el libro más antiguo de la Biblia, escrito por Moisés por el año 1500 a.C., más o menos. Job vivió muchos años antes de la llegada de los patriarcas. Y los filósofos y las personas religiosas se han hecho esta pregunta a lo largo de los siglos: ¿Cómo se justificará el hombre con Dios? Respuesta: Jesucristo.
En los versículos 1 al 8, vimos como el apóstol Pablo dejaba bien claro que la circuncisión y el cumplimiento de la ley no eran los temas que le preocupaban al Señor. Deseaba la circuncisión del corazón de los judíos, una circuncisión espiritual que ocurre, por supuesto, en el nuevo nacimiento. Hasta la circuncisión del corazón del judío, no era un judío verdadero, según los versículos 27 al 29 del capítulo 2. Era un tema muy espinoso, un tema muy doloroso. Y una vez destruido el templo, los judíos cayeron en depresión. ¿Qué hacemos? ¿Qué ocurre? Y solamente se puede tener la esperanza de que aquellos judíos que vivían en el 70 d.C. hubieran leído la Epístola a los Romanos, donde se lee todo lo que Dios espera de los judíos si quisieran ser justificados delante de Él.
Empecemos el segmento de hoy en el versículo 9:
Capítulo 3, versículos 9-18: «¿Qué, pues? ¿Somos mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado; Como está escrito: No hay justo, ni aun uno: No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan, veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura; Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos».
En el versículo 9, Pablo dice «nosotros», refiriéndose a que todos los apóstoles ya han demostrado que todos los judíos y todos los gentiles, sin excepción, están bajo pecado. A continuación, cita el Salmo 14 y el Salmo 53, y dichos versículos han de leerse conjuntamente con el capítulo 1, del versículo 18 al 32. Cuando el hombre da la espalda a Dios, Dios da la espalda al hombre. Miremos el capítulo 6 de Génesis, cuando el Señor mandó el diluvio como consecuencia de la inmoralidad. Miremos el capítulo 19 de Génesis, cuando Dios destruyó Sodoma y Gomorra por fuego. Mira el capítulo 6 de Génesis, todos murieron ahogados, salvo una familia. Mira el capítulo 19 de Génesis, todos los individuos en la zona de Sodoma y Gomorra fueron destruidos, salvo un hombre y sus dos hijas. Así qué, hay que leer el versículo 9 hasta el 18 con sumo cuidado. El hombre, en su estado pre-salvación, es un pecador malvado, despreciable y depravado que merece la muerte según el capítulo 1, versículo 32. Pero Dios mandó a Jesús a la tierra para morir por los pecados del mundo. «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).
Pasando por el capítulo 3 de la Epístola a los Romanos, la última vez vimos claramente tanto el judío como el gentil, tanto varón como la mujer (no importa), todos son igualmente culpables a los ojos del Señor Dios de la Biblia.
Empecemos el segmento de hoy en el versículo 19:
Capítulo 3, versículo 19: «Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley; para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios».
Cuando estés delante del Gran Trono Blanco si no eres salvo, tu boca quedará cerrada. No te quedarán palabras. Estarás en la presencia del Dios Todopoderoso, en la Persona de Jesucristo, y estarás desnudo. Será juzgado cada pensamiento, cada palabra, cada obra. Tus pecados, quizás anteriormente ocultos, ya serán descubiertos. El Señor Dios de la Biblia juzgará cada pensamiento, cada palabra, cada obra. Y te declarará culpable, porque nadie te hizo cometer aquellos pecados que cometiste. Y un veredicto de culpable te enviará al lago de fuego para toda la eternidad.
Miremos el versículo 20:
Capítulo 3, versículo 20: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él: porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado».
En el capítulo 2, versículos 12 al 15, quedó totalmente claro que todo hombre sabe que hay un Creador, y la conciencia de todo hombre apunta al Creador del universo. Cuando el hombre peca, sabe que ha hecho algo mal. Pues, no tiene excusa alguna. Dos cosas en el versículo 20: «por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él», lo cual significa que no te salva el guardar los Diez Mandamientos, lo cual significa que el conocimiento del pecado viene por la presencia de la ley. «No tomarás». «No harás». «No matarás». Todo aquello apunta al Dios Todopoderoso. Es el Juez, establece las reglas, fija los límites. Y aquellos Diez Mandamientos apunta al Señor. Por lo tanto, no tienes excusa alguna. En el versículo 19: «todo el mundo quede bajo el juicio de Dios». Quizá hayas podido escapar de este error; quizá hayas podido mantener tu pecado oculto. Pero un día, todo quedará al descubierto.
Bien, vamos concluyendo el capítulo 3 de la Epístola a los Romanos, y la última vez vimos clara e inequívocamente, como no escaparán ni los judíos ni los gentiles del juicio de Dios. No importa si son salvas estas personas o no. Todos serán juzgados. En caso de la persona salva, será juzgada en el Tribunal de Cristo. Y en caso de la persona no salva, será juzgada en el Gran Trono Blanco. No importa. Como he dicho, el Señor no hace acepción de personas.
Empecemos el segmento de hoy en el versículo 21:
Capítulo 3, versículos 21-26: «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús».
Desde el v. 21 hasta el 26, al apóstol Pablo todo le iba viento en popa. En el versículo 23, dice: «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» y aún estamos destituidos de la gloria de Dios, incluso si somos salvos.
En el versículo 24, dice: «siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús». La gracia es el favor inmerecido otorgado por Dios, es un don gratuito. «El justo por la fe vivirá».
En el versículo 26, dice: «con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús». Otra vez, dice que has de creer en el Señor Jesucristo. Un remordimiento verdadero por tus pecados y una fe real en el Señor Jesucristo como Salvador y Señor. Él murió en la cruz en tu lugar. Tomó nuestro lugar, por tus pecados y por los míos.
Una pequeña nota, si me lo permites, sobre el versículo 25. Sí, Dios mandó a Jesús para ser sustituto por nuestros pecados y le satisfizo a Dios que Jesús se ofreciera por los pecados del mundo.
Por favor, miremos en la Biblia, capítulo 53 de Isaías, y cerraré este segmento en el versículo 12: «Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores». Esto fue escrito 700 años a.C., en referencia a la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. Fue sustituto por los pecados del mundo, hizo provisión para que todos pudieran ser salvos. Pero solamente aquellos que se apropian la expiación, es decir, los que creen en Él con una fe real y verdadera, serán salvos. Todos los demás, por tanto, morirán en sus pecados e irán al infierno para siempre. No es la elección de Dios, sino que es el resultado del libre albedrío del hombre. El cielo o el infierno, la elección es tuya. Lo vimos establecido muy claramente en los últimos versículos del capítulo 3, como Dios hizo posible reconciliar el mundo a sí mismo.
Y en el versículo 27, el apóstol Pablo dice:
Capítulo 3, versículo 27: «¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe».
Tus buenas obras no te salvarán. Todos aquellos judíos justificados en sus propios ojos, que estaban guardando la ley, que habían sido circuncidados, a los que había sido confiada la palabra de Dios, aún iban a estar destituidos de la gloria de Dios. Los gentiles, que son ley a sí mismos, también están destituidos de la gloria de Dios. La ley no te salvará, ni tampoco te salvarán las obras.
Miremos el versículo 28:
Capítulo 3, versículo 28: «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley».
El guardar los Diez Mandamientos, si lo pudieras hacer, no te salvaría. Capítulo 1, versículo 17: «El justo por la fe vivirá».
Capítulo 3, versículo 20: «ya que por las obras ningún ser humano será justificado delante de él».
Capítulo 3, versículo 24: «siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús». Imposible ser más claro. Pero algunas personas no llegan a entenderlo, y añaden obras «buenas» a la obra terminada del Señor Jesucristo. Una vez salvo, puedes hacer buenas obras. Y en el capítulo 2 de la Epístola a los Efesios, nos dice que hemos sido salvos para buenas obras. Las obras vienen una vez somos salvos. Pero las obras en sí no nos salvan. ¡Así de sencillo!
Capítulo 3, versículos 29-30: «¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión».
Del versículo 30, dos puntos: todos aquellos judíos que fueron circuncidados físicamente pero que ya han creído en el Señor Jesucristo, como Pedro, Pablo, Juan, Andrés y Jacobo, y todos los demás apóstoles, todos fueron salvos por su fe. ¡Punto! Y todos aquellos gentiles que no fueron circuncidados y no van a ser circuncidados, pero que tienen fe verdadera en el Señor Jesucristo, todos también serán salvos por fe en el Mesías. Una vez más, «El justo por la fe vivirá».
Capítulo 3, versículo 31: «Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley».
CAPÍTULO 4
Capítulo 4, versículo 1: «¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?»
Voy a llamar al capítulo 4: «El capítulo de la fe». Sola Fide. Vimos claramente en el capítulo 3, versículo 20, que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él, y vimos claramente en el versículo 28 como un hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. Y aquí, el apóstol Pablo va a referirse al Antiguo Testamento y mirar cómo Abraham, el patriarca de todas las naciones, fue salvo. Y también descubrimos en el capítulo 2, versículos 27 al 29, como el Señor desea algo más que mero conocimiento mental de Él.
Ser judío por la circuncisión, ir a la sinagoga o ir al templo, como se hacía en aquel año, 56 d.C., todo estaba bien, pero dijo Jesús en Juan, capítulo 4, que venía un tiempo cuando aquellos que querían adorar al Señor tendrían que adorarle en espíritu y en verdad.
Ser judío externamente no te salvaría; nunca te salvaría. Ser judío, seguir los ritos, ir al templo, etcétera, etcétera, sólo te mostraba que tenías necesidad de ser salvo. Porque las Escrituras dicen: «porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Romanos 3:20).
Miremos el versículo 2:
Capítulo 4, versículo 2: «Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse; pero no para con Dios».
Si las obras te pudieran salvar, Abraham hubiera sido el primero en lograrlo, sin duda alguna. A la edad de 75 años, fue llamado a seguir al Señor. Cuando ya tenía 100 años, nació Isaac. Creyó al Señor cuando éste le prometió un hijo y cuando le prometió que todas las naciones iban a ser benditas en su hijo.
Capítulo 4, versículo 3: «Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia».
Las Escrituras, la palabra de Dios, el Tanakh de los judíos. Por favor, miremos Génesis 15. Las Escrituras con las Escrituras. Empecemos en el versículo 4: «Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5 Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia». Miremos el versículo 6: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia». El justo por la fe vivirá. Dios le dice a Abraham: ¿crees que en Isaac será bendita tu simiente? Y Abraham le dice: sí, Señor. Creo. Y el Señor le dice, de acuerdo, ya eres salvo.
Miremos el capítulo 12, por favor, versículo 1: «Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré; 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra».
Un pasaje más: por favor, miremos el capítulo 17 del Génesis. Miremos el versículo 23: «Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día, como Dios le había dicho».
En el capítulo 12 de Génesis, Abraham fue llamado. En el capítulo 15, Abraham creó en el Señor y se salvó. Y en el capítulo 17, circuncidó a todos los hombres de su casa. Ahora bien, si quisieras explicarlo en términos espirituales aplicables a hoy, lo harías así: En Génesis, capítulo 12, el Señor llamó al hombre a creer en Él, lo cual es un llamado general al arrepentimiento. En Génesis, capítulo 15, el Señor dice al pecador, ¿crees en mi Hijo como tu Salvador? Y el pecador dice sí, y el Señor dice, ya eres salvo. Y ya llegados al capítulo 17 del Génesis, el pecador salvo ya se ha bautizado. Y todos los de su casa, si tienen mayoría de edad y también han creído en el Señor, también se han bautizado. En último lugar, lo que importa es como aquella persona se salvó: la fe en el único y verdadero Dios. Sola Fide. Solamente por fe.
Durante el último segmento, miramos a Génesis 12, 15 y 17. Y vimos cómo se salvó Abraham. Pablo está afirmando que los pecadores siempre han sido salvos de la misma manera, solamente por fe. Del capítulo 3 de Romanos, en los versículos 20 y 28, queda muy claro cómo se justifica el hombre, es decir, como queda exonerado, por la fe sin las obras de la ley.
Por favor, miremos Filipenses, capítulo 3. Empecemos en el versículo 7: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por el cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte; 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de los muertos». Pablo era hebreo de hebreos, y aquí deja bien claro cómo estaba preparado para perderlo todo para ganar a Cristo, en conformidad a su muerte. Y dice en el versículo 9, «y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia”, que quiere decir mis buenas obras, mis rituales judíos, mi circuncisión, mis buenas obras, esto y aquello; «sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe». Una vez más: «El justo por la fe vivirá».
En los versículos 10 y 11, habla sobre su deseo de conocer el poder de la resurrección y de identificarse en la participación de los padecimientos del Salvador. Esto es la glorificación. Cuando se salva un hombre, es justificado, es decir, es exonerado de todos sus pecados pasados, presentes y futuros. Una vez que ocurre, el Señor te santifica, es decir, te aparta. Vimos esta palabra en el capítulo 1, versículo 1. Pero la santificación también es un proceso continuo, en la cual el Señor te hace crecer desde dentro y te hace maduro. Y aquí, Pablo (ya salvo durante unos 35 años) aún no había alcanzado la perfección. Y tampoco alcanzarás la perfección durante tu vida.
Miremos el versículo 12, por favor: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo para ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús». Esto es la glorificación, lo cual ocurre después de la muerte. Cuando un individuo se salva, es perfecto en cuanto a su posición ante el Señor, pero su estado diario con el Señor puede variar, claramente encontrado aquí en el versículo 12. Pablo aún no era perfecto. Ni tampoco tú, ni tampoco yo. Pero fue salvo al creer en el Señor Jesucristo, sin las obras de la ley, no teniendo su propia justicia, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 4. Aún estamos en los primeros versículos del capítulo 4. Pablo dejó bien claro cómo se salva el hombre, y no era al guardar la ley ni era por ser una buena persona. El Señor Jesús dijo que ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. Abraham, el gran patriarca, creyó en el Señor, y Dios lo salvó. Y os he mostrado en el capítulo 3 de Filipenses cómo fue salvo el apóstol Pablo. Un hebreo de hebreos, pero sabía que esto no le podía salvar. Y como mendigo, clamó al Salvador y dijo: Señor, ruego que salves un pecador miserable como yo. Dios, ¡ten misericordia de mí, un pecador! No es complicado; es sencillo. Pero los judíos arrogantes que vivían durante esa época fueron muy hostiles a tales enseñanzas; y por tanto, la mayor parte del Nuevo Testamento trata con este tema una y otra vez. Y en Génesis 12, 15 y 17, también descubrimos claramente cómo Abraham fue salvado después de ser circuncidado. Fue salvo antes de ofrecer a Isaac como sacrificio al Señor. La justificación a los ojos del Señor y la justificación a los ojos de los hombres son dos cosas bien distintas, y en breve os mostraré cómo funciona esto.
Pero, para el segmento de ahora, por favor, empecemos con el versículo 4:
Capítulo 4, versículo 4: «Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda».
Es decir, si fuera deuda, Dios te debería la salvación. Significaría que el Señor tendría una deuda, que tendría que darte la salvación. Pero esto no es lo que la Biblia enseña. La salvación es un don gratuito.
Capítulo 4, versículo 5: «mas al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia», como lo fue para Abraham. En los versículos 1 al 5, Pablo nos ha mostrado cómo Abraham fue salvo sin hacer nada. Ahora, Pablo va a considerar al rey David, el rey más importante del Antiguo Testamento.
Miremos el versículo 6:
Capítulo 4, versículos 6 al 7: «Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos».
David creyó en el Señor y fue salvo de la misma manera que Abraham creyó en el Señor y fue salvo. Dos hombres diferentes, dos dispensaciones diferentes, dos ministerios diferentes, pero ambos fueron salvos de la misma manera. Señor, ¡ten misericordia de mí, un pecador!
Miremos el versículo 9:
En el capítulo 4, versículos 8 a 9a: «Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión?»
Desde el versículo 8, Pablo dice que el hombre a quien el Señor no imputará pecado será bienaventurado, será feliz, será afortunado.
Por favor, miremos 2ª Corintios, una vez más, por favor. Concluyo este segmento con 2ª Corintios. Miremos el capítulo 5, versículo 19: «que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación». Miremos el capítulo 6, versículo 2, por favor: «En tiempo aceptable, te he oído, Y en día de salvación te he socorrido». Dios ha reconciliado consigo al mundo. Reconciliaos con Dios. He aquí ahora el día de salvación. Los judíos guardaban la ley, o así creían, y sin embargo no les podía salvar. Jesucristo vino a la tierra y cumplió la ley. «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Si quieres ser salvo, ponte de rodillas y di: Señor, ten misericordia de mí, un pecador. Y te salvará y te mantendrá salvo. Toda la gloria es del Señor, no del hombre. Tus obras no te pueden salvar; la obra es toda suya. ¡La fe en Cristo solo!
Siguiendo con el versículo 9:
Capítulo 4, versículo 9b: «Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia».
Siendo «nosotros» los apóstoles, que enseñaron y sostuvieron que Abraham fue salvo antes de ser circuncidado.
Miremos el versículo 10:
Capítulo 4, versículo 10: «¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando él en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión».
¿Por qué? Porque si fue salvo cuando fue circuncidado, se consideraría una obra. Y en el versículo 4, se rechaza la idea de que el hombre es salvo por obras. La salvación no es una obra; la salvación es un don.
Miremos el versículo 11, por favor:
Capítulo 4, versículos 11 al 12: «Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados; a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado».
En los versículos 9 al 12, se habla muy claramente: Abraham fue justificado antes de ser circuncidado. ¡Punto! En un segmento anterior, presenté una analogía en cómo Génesis 12 enseña que Abraham fue llamado a la salvación, lo cual sería el arrepentimiento hoy día, por así decirlo, y en el capítulo 15 de Génesis, Abraham creyó en el Señor y le fue contado por justicia, lo que hoy día sería el equivalente de un pecador salvo que se ha arrepentido. Y al llegar a Génesis, capítulo 17, Abraham y toda su casa creyente fueron circuncidados. La circuncisión, por tanto, se podría considerar como el equivalente del bautismo en el Nuevo Pacto. Recuerda: la circuncisión en el Antiguo Testamento era solamente para los hombres, mientras que en el Nuevo Testamento, tanto los hombres como las mujeres han de ser bautizados una vez salvos. Pero el bautismo no te salva, y os explico el porqué.
Por favor, miremos Gálatas, capítulo 3. Miremos el versículo 1: «¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? 2 Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?» Una pregunta muy sencilla: ¿Fuisteis salvos por realizar las obras de la ley, condenado en Romanos capítulo 3? O fuisteis salvos por el oír de fe; la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17).
Veamos el versículo 3: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado en el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» Y los versículos 4, 5, 6 y 7 dejan claro cómo Abraham fue salvo por fe. Los gálatas fueron salvos por fe. Los romanos fueron salvos por fe. Yo fui salvo por fe, y tú fuiste salvo por fe, si has nacido de nuevo. Capítulo 3, versículo 1: «¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó…?» Una acusación fuerte por parte del apóstol Pablo. Estas personas eran gentiles. Fueron salvos por gracia mediante la fe en Cristo solamente, y sin embargo, por alguna razón extraña, estaban intentando mejorarse al guardar la ley. Y Pablo lo dice una vez más en el versículo 2: «Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?» Y lo dice en el versículo 6. «Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia».
Y para subrayar el hecho de que el hombre es salvo por fe en Cristo solo, en el versículo 11 dice lo siguiente: «Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente; porque: El justo por la fe vivirá».
Capítulo 4, versículos 13-15: «Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión».
Abraham, Isaac y su simiente posterior siempre iban a ser salvos y justificados por su fe en el único Dios verdadero. La circuncisión fue una señal que pertenecían al Señor Dios de Israel, pero la circuncisión en sí no podía salvarles. El bautismo no te salva; las obras no te salvan.
Y el versículo 15 deja muy claro cómo la ley obra la ira: «pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión». La ley te enseña que eres pecador; eres condenado por la ley. Y en Gálatas capítulo 3 Pablo también lo dice: «Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (Gálatas 3:10). Maldito eres si no guardas la ley del Antiguo Testamento. Y maldito eres si intentas guardarla para ser salvo. Jesucristo vino para cumplir la ley. Pablo ha de repetirlo una y otra vez. Los judaizantes eran enemigos de la cruz. No podían soportar la idea que el hombre pudo salvarse al creer en el Mesías. Querían añadir obras a la salvación. Y Pablo condena a tales personas; quería condenarles por añadir las obras al plan de salvación.
¿Sabes cuál es la voluntad de Dios para tu vida? Por favor, miremos Mateo, capítulo 7. Miremos el versículo 21, por favor: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?» ¡Obras, obras, obras!
Miremos el versículo 23: «Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». Estas personas se encomiendan a sí mismos al Señor en base a sus obras, encontradas en el versículo 22. Murieron confiando en sus obras. Y el Señor dijo: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». No habrá solamente unas cuantas personas delante del Gran Trono Blanco. Habrá muchas personas delante del Gran Trono Blanco.
Pero Él encomienda a aquellos que han hecho la voluntad de Su Padre, encontrada en el versículo 21.
¿Y cuál fue la voluntad del Padre? Por favor, miremos Juan, capítulo 6. Miremos el versículo 40: «Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Miremos el versículo 29: «Respondió Jesús y les dijo: Ésta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado». El justo por la fe vivirá. Así de sencillo, una vez más.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 4. Ya hemos comentado la mitad del capítulo 4 de la Epístola a los Romanos, y os he mostrado en el último segmento cómo siempre fue la voluntad del Señor salvar tanto al judío como al gentil por fe solamente. Así de sencillo. La voluntad de Dios se encuentra claramente en Juan, capítulo 6: creer en el Señor Jesucristo. No es complicado, sino muy sencillo. Y aun así, era un problema enorme para los judíos, porque Pablo estaba escribiendo a los gentiles en Roma mientras aún existía el templo, y habían también judíos salvos que vivían en Roma quienes seguramente se preguntaban qué iba a ocurrir a los judíos. El Mesías ha venido y se ha ido, y el pueblo de Israel, por regla general, no ha creído en Él. Por tanto, el motivo porqué Pablo tuvo que escribir la Epístola a los Romanos y también había necesidad de escribir la Epístola a los Hebreos.
¿Ha acabado Dios con su pueblo? En el capítulo 11, tenemos la respuesta.
Para hoy, seguimos en el versículo 16:
Capítulo 4, versículos 16-17: «Por tanto, es por fe, para que sea por gracia; a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó; el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen».
Abraham es padre del judío y también del gentil. Abraham fue salvo por fe solo; Isaac fue salvo por fe solo. No hay jactancia aquí. Cuando Abraham murió y llegó a la presencia del Señor Jesucristo, no dijo, aquí estoy porque fui un hombre bueno e hice tal y cual. Cuando David murió y entró a la presencia del Señor Jesucristo, no dijo, aquí estoy porque fui un hombre bueno e hice tal y cual. ¡No! Abraham fue salvo sin las obras de la ley. David fue salvo sin las obras de la ley. Tú fuiste salvo sin las obras de la ley. yo fui salvo sin las obras de la ley.
Capítulo 4, versículos 18-25: «El cual creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que ya estaba muerto (siendo ya de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación».
En los versículos 18 al 25, se concluye definitivamente cómo Abraham fue salvo al creer en el Señor. Era un hombre viejo, su esposa ya era una mujer vieja, y sin embargo, fue concebido Isaac como resultado de la promesa del Señor. Fue un acontecimiento sobrenatural deliberado para mostrar al hombre que no puede salvarse a sí mismo.
Y en el versículo 23, una vez más Pablo dice: «Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro; 25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación». Imposible ser más claro. Si creemos en el Dios quien resucitó a Jesús de entre los muertos, somos salvos, somos justificados, somos exonerados. Sin obra alguna. Pablo ha demostrado y comprobado definitivamente y sin cesar cómo fue justificado Abraham.
Antes de concluir este segmento, quisiera mostraros cómo fue salvo el apóstol Pablo. Él cita tanto a Abraham como a David. Pero ¿cómo fue salvo? Miremos Hechos, capítulo 9, versículo 5, por favor: «Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer». Miremos el versículo 17: «Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18 Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado».
En el capítulo 9, versículo 6, Pablo dice al Señor: ¿qué quieres que haga para ti? Soy tuyo. Pablo ha sido justificado. En el versículo 17, Ananías es enviado a Pablo, e incluso antes de bautizar a Pablo, dice: «Hermano Saulo». Pablo ya fue salvo y justificado. Y en el versículo 18, fue bautizado. Fue salvo por fe en el Señor solo.
El caso de Abraham, ocurrió en Génesis capítulo 15. Y el caso de Pablo, en Hechos capítulo 9. En Hechos 9, versículo 4, Pablo fue llamado a arrepentirse. En Génesis capítulo 12, versículos 1, 2 y 3, Abraham fue llamado a arrepentirse. En Hechos 9, versículo 18, Pablo es bautizado. En Génesis capítulo 17, Abraham es circuncidado. Son más que obvios los paralelos. Un hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. «Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia… mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia» (Romanos 4:3,5). Y una vez más: solamente por fe, solamente por gracia, solamente en Cristo.
Antes de llegar al capítulo 5, quisiera pasar unos minutos hoy mirando Romanos capítulo 4, donde el apóstol Pablo deja claro cómo el hombre es justificado sin las obras de la ley, mientras que en Santiago capítulo 2, se nos dice que el pecador es salvo por obras y fe. Y para muchas personas, esto es fuente de gran confusión. Y es comprensible, pero un poco de estudio bíblico explicará, Dios mediante, cómo tanto Pablo como Santiago dicen lo mismo, pero en formas diferentes.
En Romanos, capítulo 4, versículo 5, el apóstol Pablo dice: «mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia». Es una declaración bien clara: «al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia».
Miremos Santiago, capítulo 2, versículo 14: «Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos; pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras; Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, oh hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe fue perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contada por justicia, y fue llamado amigo de Dios. 24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. 25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 26 Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta».
El versículo 21 es la clave para entender el libro de Santiago capítulo 2. Cuando Abraham fue a ofrecer a Isaac su hijo, tanto Isaac como los siervos de Abraham vieron lo que iba a hacer. Abraham fue salvo antes de este evento, pero fue justificado en la presencia de Isaac y sus siervos. Éstos vieron su fe verdadera, encontrada en los versículos 15 y 16. Un hermano o una hermana tienen hambre y están desnudos, y quieren tener comida, tienen necesidad de ropa. Y una persona salva muestra que es salva mediante sus buenas obras. Y Abraham es el sumo ejemplo de cómo es salvo el hombre y lo que hace una vez salvo. Produce buenas obras, claro.
Por favor, miremos 1º Samuel, capítulo 16. Las Escrituras con las Escrituras. Empecemos en el versículo 6: «Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. 7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón». Así que, Romanos 4 y Santiago 2 son fácilmente reconciliables cuando miras al capítulo 16 de 1º Samuel.
El Señor ve el corazón del pecador arrepentido, en primer lugar encontrado en Romanos capítulo 4. Y que aquel hombre o aquella mujer son salvos al creer en el Señor. Una vez salvo el hombre, produce buena obras. Ahora, los demás ven su fe porque su fe es evidente por sus buenas obras, Santiago capítulo 2, claro. Así que, el Señor mira el corazón del hombre, Romanos capítulo 4, mientras que el hombre mira a las obras del hombre, Santiago capítulo 2. Dos Escrituras, ambas enseñan la misma cosa, pero de maneras diferentes. El enfoque de Santiago son las obras del pecador salvo, mientras que el enfoque de Pablo es la salvación del creyente. Una vez eres salvo, las buenas obras vienen después. Pero no eres salvo por tu fe y tus obras. Eres salvo sin las obras de la ley.
CAPÍTULO 5
Capítulo 5, versículos 1-2: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios».
Capítulo 5, versículo 1, es la continuación del capítulo 4, por lo cual lo llamo: «El capítulo de la fe». Abraham creyó y le fue contado por justicia. David creyó y le fue contado por justicia. Capítulo 5, versículo 1, «Justificados, pues, por la fe» simplemente significa que eres exonerado. Has sido perdonado. Tendrías que ir al infierno cuando mueras porque has pecado, pero el Señor ha hecho posible perdonar a todos aquellos pecadores que creen en su Hijo. Tener paz con Dios fue una cosa sin mención alguna en el Antiguo Testamento. Si querías tener paz con el Señor, tenías que ir al templo, tenías que ir a ofrecer sacrificios. Y el sacerdote, la mayor parte del tiempo, era tu mediador. Ahora, sin embargo, vamos directamente al Padre por medio del Señor Jesucristo. Todo cambió en el Calvario, todo cambió por medio de la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. Tenemos paz: P-A-Z. Paz.
El cristianismo bíblico es la única fe en el mundo que garantiza la vida eterna en el momento que cree el pecador en el Señor Jesucristo. Es algo prometido. Es algo garantizado. Está por escrito que has sido exonerado. No hay ninguna otra fe, como he dicho, que pueda garantizar esto.
Capítulo 5, versículos 3-5: «Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado».
Timoteo se avergonzó del Señor, pero con tiempo lo superó. De hecho, con el tiempo fue martirizado por su fe en el Señor Jesucristo. El término para avergonzarse también puede ser en referencia a tus pecados pasados. La mayoría de las personas que vienen al Señor Jesucristo tiene algunos antecedentes, es decir, han vivido en el mundo durante «x» número de años y cometieron «x» número de pecados. Aquella vergüenza siempre está allí, pero por la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo, todo es borrado. Has sido perdonado.
Las tribulaciones encontradas en el versículo 3 también hacen referencia a las pruebas. Si eres salvo, pasarás por pruebas y tribulaciones: a) para probar tu fe y b) para hacerte crecer en gracia para que seas un ejemplo y un ánimo para otros.
Por favor, miremos el Salmo 11, versículo 5: «Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece». Si eres un hermano salvo o una hermana salva en el Señor y siempre estás pasando por pruebas y tribulaciones, pero conoces a otras personas que dicen ser salvas pero su vida parece ser perfecta, parecen ser felices y contentas con lo que hacen, pues es muy posible que son los malvados, la cizaña, los cabritos. Si eres justo, el Señor te probará. En Juan 15, el Señor dijo que limpiará a aquellos que son suyos.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 5. Y también del versículo 5, el término «esperanza» no es una esperanza ciega. Nuestra fe se sostiene en el Señor Jesucristo y en la palabra de Dios. Tenemos verdadera fe, tenemos verdadera esperanza en una Persona que vivió hace 2.000 años, en una persona que venció a la muerte.
Pues, el consenso abrumador de los versículos 3, 4 y 5 sería esto: una vez eres salvo, vendrán las pruebas y las tribulaciones, y mediante aquellas pruebas y tribulaciones, a) el Señor puede enseñarte humildad y b) puede hacerte más consciente de tus hermanos en todo el mundo. Puedes comprender sus problemas y ser de gran consuelo para ellos. De todos modos, en última instancia, en el versículo 5, se enseña que estarás contento y preparado para hacer todo en Cristo Jesús. ¿Por qué? Porque el amor de Dios ha sido derramado en tu corazón por el Espíritu Santo. ¡Increíble!
Siguiendo con el capítulo 5, en el último segmento vimos cómo el hombre o la mujer del Señor ya ha sido gratuitamente justificado por la fe. Y una vez exonerados, una vez perdonados, ya gozan de la paz. Algo que no tenía precedente antes del año 4 a.C., cuando nació el Mesías, algo que no se había oído antes del año 30 d.C., cuando el Señor fue colgado de la cruz. Las personas, antes de la venida del Mesías, nunca sabían a ciencia cierta si eran salvos o no. Hicieron lo mejor que pudieron para complacer al Señor, y guardaron la ley lo mejor que supieron. Pero nunca pudieron tener la certeza que eran salvos. Ahora bien, en el Nuevo Pacto, tenemos el acceso al Padre por medio del Señor Jesucristo. Es garantizado, es prometido, y lo tenemos en la palabra de Dios.
Miremos el versículo 6, por favor:
Capítulo 5, versículo 6: «Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos».
Por favor, miremos el Salmo, capítulo 10. Miremos el versículo 4: «El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos». El hombre no quiere al Señor. El hombre está en enemistad con el Señor.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 5. Miremos el versículo 6 una vez más: «Porque Cristo, cuando aún éramos [tú y yo] débiles [es decir, estábamos muertos en nuestros pecados, éramos los malos que se encuentran en el Salmo 10], a su tiempo [30 d.C., está colgado en la cruz] murió por los impíos». Es decir, ¡todo el mundo! La humanidad, ¡tú y yo!
Capítulo 5, versículo 7: «Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno».
Es verdad, cosa rara es que alguien muera por otro. Ha ocurrido, pero es muy raro. Sin embargo, Cristo Jesús menospreció la vergüenza, el Rey del universo bajó del cielo, dejó su palacio atrás, y fue crucificado por los pecados del mundo, tal como se describe en Romanos capítulo 1, versículos 18 al 32. Expió todo pecado imaginable. Fue sin pecado, y por su muerte en la cruz y nuestra fe personal en Él, podemos ser salvos.
Miremos el versículo 8, por favor:
Capítulo 5, versículo 8: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros».
En el versículo 6, somos llamados impíos y en el versículo 8, somos llamados pecadores.
Por favor, miremos el Salmo 14. Miremos el versículo 1: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien». En el capítulo 10, versículo 4, eres llamado malo y en el capítulo 14, versículo 1, eres llamado necio.
Por favor, miremos Romanos capítulo 1. Miremos el versículo 32: «quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican». Tales personas merecen la muerte. Por favor, miremos el capítulo 5, versículo 8, una vez más: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores [malos, necios, merecedores de muerte], Cristo murió por nosotros». Es el puente entre Dios y el hombre.
Por tanto, tienes una de dos opciones: le aceptas y crees en Él y confías en Él como tu Salvador o le rechazas y le encontrarás como Juez al final del mundo. Tú eliges. El Señor es un caballero. No te obligará. El versículo 8, una vez más: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros [todos nosotros], en que siendo aún pecadores [muertos en nuestros pecados], Cristo murió por nosotros». Te ama tanto que estuvo en la cruz durante seis largas y dolorosas horas. Pero tú tienes voluntad propia. Crees en Él o no crees en Él. La pelota está en tu tejado.
Sigamos ahora en el versículo 9:
Capítulo 5, versículo 9: «Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira».
Algunos maestros creen que hace referencia a la tribulación. Puede ser. Sin embargo, soy más de la opinión que hace referencia a escapar del juicio de Dios. Jesús nos ha salvado de Dios en última instancia.
En el capítulo 5, versículo 1, las Escrituras dicen: «Justificados, pues, por la fe». ¿Fe en qué? Ya se ve aquí en el versículo 9: fe en su sangre, la preciosa sangre del Cordero.
Por favor, miremos Hechos, capítulo 20. Miremos el versículo 28, por favor: «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual él ganó por su propia sangre». Jesús es Dios, aquí indicado muy claramente. Compró la Iglesia con su propia sangre.
Por favor, miremos 1ª Pedro. Hace unos años, estuve hablando con un rabino sobre el Señor Jesucristo y le llevé a 1ª Pedro capítulo 1, y le mostré el versículo 19 donde las Escrituras dicen: «sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación; ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios» y le dije al rabino que somos salvos por la preciosa sangre del Señor Jesucristo. Y simplemente me miró. Pero es verdad. Fuimos salvos por la preciosa sangre del Señor Jesucristo, aquí indicado muy claramente en 1ª Pedro y en Hechos capítulo 20 como la sangre de Dios mismo.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 5: el ser justificado, lo que significa ser exonerado, perdonado por su sangre, encontrado en el versículo 9, mediante Él, muestra una vez para siempre que la salvación es un don gratuito. No fuiste justificado por el bautismo. Fuiste justificado por su sangre. Y serás salvo mediante Él. Es un Salvador vivo; Vive hoy. Murió en la cruz, pero el Dios trino le resucitó. Y vive hoy. Tendrías que tener el versículo 9 subrayado en tu Biblia. Una vez más: «estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira».
Nos refugiamos en el Señor Jesucristo. Es como nuestra arca. Es el capitán de nuestra salvación. Estamos salvos y seguros en Él. Es nuestro amparo. Pero has de creer en Él. «El justo por la fe vivirá».
Capítulo 5, versículo 10: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo; mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida».
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 1. Miremos el versículo 20: «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles». Es como la evolución aquí. Le conocían en la creación del mundo, encontrada en el versículo 20. En el versículo 21: no tienen excusa. En el versículo 22, profesan ser sabios, pero son necios. Salmo 14: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios». Ya se ve aquí en Romanos capítulo 1. Y en el versículo 23, ya han cambiado la gloria del Dios santo, justo, majestuoso e incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos, y de reptiles. ¡La evolución! Contaminan la gloria de Dios. Niegan que Dios es Dios, niegan que Dios hizo todo.
Por favor, miremos el capítulo 5, versículo 10, una vez más: «Porque si siendo enemigos [tú y yo], fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo [lo hizo posible salvarnos a todos, 2ª Corintios, capítulo 5, versículo 19: «De manera que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no imputándole sus pecados, y nos encomendó a nosotros la palabra de la reconciliación»]; mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida».
Dios ha hecho provisión para salvarnos a todos. Pero has de apropiarte la expiación. «El justo por la fe vivirá». Has de invocar el nombre del Señor. Dios, ten misericordia de mí, pecador. Y te salvará instantáneamente. Murió por los impíos en el versículo 6, murió por los pecadores en el versículo 8, y murió por sus enemigos en el versículo 10. ¿Qué más ha de hacer?
Por favor, miremos el Salmo 7 y miremos el versículo 11: «Dios es juez justo; y Dios está airado contra el impío todos los días». Encontramos pruebas y tribulaciones en Romanos capítulo 5, versículo 3, y aquí, no solamente juzga al justo, es decir, a la persona salva, sino también está airado con el impío todos los días.
Miremos el Salmo 5, versículo 5: «Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad». No podrás estar de pie delante de sus ojos. Estarás sobre tu cara cuando te juzgue como Juez del universo. Aborrece todo obrador de maldad. Miremos el Salmo 9, versículo 17: «Los malos serán trasladados al Seol, y todas las gentes que se olvidan de Dios».
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 5. Muy rápidamente. Será tu Salvador o será tu Juez. Ha muerto por todas las personas encontradas en los Salmos 7, 9, 10 y 14. Ahora, espera pacientemente como Salvador. Es lento para la ira, no quiere que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.
Concluimos este segmento en el versículo 11.
Capítulo 5, versículo 11: «Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación».
Tiempo presente. Ya hemos recibido el perdón. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46). ¡Está terminado, está logrado, está completo! «He aquí ahora el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación» (2ª Corintios 6:2). «Reconciliaos con Dios» (2ª Corintios 5:20). Lo cual es el plan de Dios para el hombre. «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10).
Ahora bien, antes de llegar al versículo 12, quiero mirar un poco a la expiación. Te he mostrado en los segmentos anteriores que el hombre es universalmente depravado y que el hombre no buscará al Señor, no que no puede buscar al Señor, sino que decide no buscar al Señor. Por otra parte, El Señor es santo, es justo, es perfeccionista. No puede rebajar sus normas. Por tanto, tenemos un dilema. ¿Cómo puede ser Dios reconciliado con el hombre? ¿Y qué es exactamente la expiación? Si el Señor rebajara sus normas, ya no sería el Señor. Si las personas no salvas entraran en el cielo a su muerte, algo muy serio hubiera ocurrido. Entonces, ¿qué es la expiación exactamente?
Por favor, miremos Lucas, capítulo 7. Empecemos en el versículo 36: «Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume, y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume». Esta mujer en el versículo 37 es pecadora, más precisamente, es prostituta. Y encuentra la valentía de entrar en la casa del fariseo con todos sus correligionarios. ¿Puedes imaginar lo difícil que fue para ella? Antes de entrar a la sala, ya fue salva.
En el capítulo 4 de Romanos, el Señor en primer lugar ve el corazón del pecador arrepentido; y después justifica al pecador. En Santiago capítulo 2, el hombre ve las obras del pecador salvo.
Te he mostrado en 1º Samuel capítulo 16 como el Señor mira el corazón (Romanos capítulo 4), mientras que el hombre mira la apariencia externa (Santiago capítulo 2). Lucas capítulo 7, versículo 39: «Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora». Dos puntos del versículo 39: el fariseo dice que si el Señor fuera profeta, no permitiría que esa mujer pecadora, es decir, mujer inmoral, le tocara. En el Antiguo Testamento, no era permitido tocar a un sacerdote o a un profeta. Si fueras inmundo, ni siquiera podrías mirar al sumo sacerdote y sin embargo, aquí esa mujer, una mujer inmoral, ha podido tocar al Señor. Y este fariseo santurrón no lo puede creer.
Miremos el versículo 40: «Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte». Así que, este versículo muestra la omnisciencia del Señor Jesucristo. ¡Deidad! «Y él dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores; el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?» La sabiduría del Señor Jesucristo sobrepasa la sabiduría de Salomón, y Simón seguramente entendió que el Señor Jesús hacía referencia a él y a la mujer. En el versículo 43: «Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta, ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le han sido perdonados; porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama». Los pecados de la mujer eran serios, eran numerosos, ¡como fueron también los del fariseo! Era un fariseo, era miembro de buena reputación entre la comunidad. El Señor lo dice una vez más: «mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama». Simón era un fariseo santurrón, mientras que la mujer era pecadora humilde. Los dos no podrían estar más distantes.
Miremos el versículo 48: «Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados». Es el Señor del templo, es el Señor del Sabaoth, es Deidad. Solamente Dios puede perdonar los pecados. Tus pecados son perdonados. «El justo por la fe vivirá». Las obras no son necesarias.
En el versículo 49: «Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?» ¿Quién es este hombre que puede resucitar a los muertos? ¿Quién es este hombre que puede calmar el mar, calmar la tormenta, dar vista al ciego? No tenían ni idea de quién era. ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Y llegado a esto, el Señor ni responde a sus preguntas. Sabía lo que pensaban, es omnisciente, es omnipresente y es omnipotente.
Pero aquí, su enfoque está en la mujer. Una pecadora salva. Y concluye así en el versículo 50: «Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz». P-A-Z. Paz. Ya se ve aquí en Romanos capítulo 5, versículo 1.
En una palabra, esto es la expiación. Creyó en el Señor (Romanos capítulo 4), fue a la casa del fariseo y mostró su fe en el Señor, fe que fue vista por los fariseos y también por el Señor Jesucristo (Santiago capítulo 2). Fue justificada por sus obras en la presencia de aquellos presentes en aquella ocasión. Abraham fue salvo (Romanos capítulo 4) y cuando fue a ofrecer a Isaac su hijo, fue justificado por sus obras en la presencia de Isaac su hijo. Así que, Romanos 4 y Santiago capítulo 2 están en completa armonía uno con el otro, porque miran la expiación desde dos ángulos diferentes. «El justo por la fe vivirá».
Durante el último segmento, miramos a la expiación y descubrimos lo magnífico, lo maravilloso, lo amoroso que es el Señor Dios de la Biblia. En tu peor estado, murió por tus pecados, que son muchos. Antes de que nacieras, Él sabía los pecados que ibas a cometer antes de ser salvo e incluso después de ser salvo. Y aun así, murió por ti. Descansa en el Señor Jesucristo y si tienes pecado en tu vida, simplemente confiésalo a Él, y Él (es decir, Cristo Jesús) es fiel y justo para perdonarte todos tus pecados. ¡Descansa en Él!
Empecemos el segmento de hoy, si me lo permites, en el versículo 12:
Capítulo 5, versículos 12-13: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Porque antes de la ley, había pecado en el mundo; pero no donde no hay ley, no se inculpa de pecado».
Dos puntos del versículo 12: El pecado de Adán le trajo muerte espiritual. Por consiguiente, todo hombre, tanto judío como gentil, está muerto en sus pecados hasta ser nacido de nuevo. Ya que todo hombre está en su pecado, todo hombre necesita un Salvador. ¡Punto! Y el pecado original, para aquellos que no saben, es el conocimiento del bien y del mal. El ser humano es pecador. Todos estamos destituidos de la gloria de Dios. No hay hombre justo en toda la faz de la tierra. Ninguno hay bueno, sino Dios. Y dos puntos del versículo 13: El pecado estaba en el mundo incluso antes de venir la ley. Nadie va a escapar el juicio de Dios sobre el pecado. Y tampoco se imputa el pecado donde no hay ley. Aquellos que ya somos salvos hoy no estamos bajo la ley. Somos salvos de la ley. Somos salvos de nuestros pecados. Somos salvos del infierno. Somos salvos de la ira de Dios. No estamos bajo la ley. Por tanto, el pecado no nos puede tocar. Ya no se imputarán el pecado y la ley a nosotros. ¿Por qué? Porque Cristo ha muerto por nuestros pecados. Es el Cordero perfecto de Dios.
Estamos pasando por el capítulo 5 de la Epístola a los Romanos, y la última vez vimos cómo el pecado es un problema universal. Tanto judíos como gentiles están bajo la maldición de la ley. Todos han nacido con pecado original. Todos se encontrarán cara a cara con el juicio de Dios, si no son nacidos de nuevo.
Empecemos el segmento de hoy con el versículo 14:
Capítulo 5, versículo 14: «No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán; el cual es figura del que había de venir».
Adán fue creado perfecto y justo. Como consecuencia de su caída, la humanidad ya sabe la diferencia entre el bien y el mal, que es el pecado original. Aunque los hijos y las hijas de Adán no eran culpables en sí, debido al pecado original de Adán juntamente con Eva, han sufrido las consecuencias de los pecados de sus padres. Y todos hemos sufrido las consecuencias del pecado de Adán y Eva. Pero el versículo acaba con optimismo cuando dice que era una figura de Aquél que iba a venir, es decir, el Señor Jesucristo. Adán cayó y todo empezó a descomponerse, pero Cristo vino y restauró la humanidad. Adán perdió el paraíso; Jesús lo ha recuperado.
Capítulo 5, versículo 15: «Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo».
La palabra «don» en el versículo 15 debería estar subrayada. La salvación, una vez más, es un don gratuito. En el versículo 15, Pablo dice que muchos murieron. Las palabras «todos» y «muchos» se usan indistintamente. Significan lo mismo. En el versículo 12: La muerte pasó a todo hombre. En el versículo 14: Reinó la muerte desde Adán hasta Moisés. En el versículo 15: Muchos, es decir todos, están muertos en sus pecados. Y la muerte, sepultura y resurrección de Jesús abundó para muchos. Otra vez, «muchos» significa todos. Y en los últimos versículos, esto queda evidente.
Capítulo 5, versículo 16: «Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación».
Aquella palabra para la justificación significa exoneración. Significa ser perdonado. El equivalente del juicio es la condenación, lo cual es la eternidad en el infierno. ¿Para quién es? Para todos los hombres. ¿Por qué? Porque la muerte pasó a todos los hombres, encontrada claramente en el versículo 12. Pero el versículo 16 acaba también con optimismo: «pero el don» significa que no puedes hacer obras para conseguirlo, no puedes ganarlo y no puedes perderlo tampoco. «Pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación». El pecado de Adán y su traición le causaron muerte espiritual, y la avalancha de pecados que han venido desde aquel día, al final, fueron clavados en la cruz del Señor Jesucristo. Menospreció la vergüenza, y venció el pecado y la muerte por todos nosotros.
Hemos hecho casi la mitad del capítulo 5, y aquí Pablo, el teólogo, brilla. Era un genio a la hora de explicar la expiación: el problema del hombre es el pecado, pero el remedio es Jesucristo.
Empecemos el segmento de hoy con el versículo 17:
Capítulo 5, versículos 17-21: «Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte; mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno, vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro».
En el versículo 17, por el pecado de Adán entró la muerte de la raza humana. Pero aquellos que «reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia» mediante el Señor Jesucristo reinarán con Él. ¡Aquí y ahora!
En el versículo 18: El juicio vino sobre todos. En el versículo 19, por la desobediencia de Adán vino la obediencia de Cristo. Adán cayó por su desobediencia, pero Cristo fue victorioso por su obediencia. En el versículo 20, la ley apunta al juicio, pero «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia». En el versículo 21, el pecado reina para muerte. El pecado te llevará al infierno para siempre, pero Jesucristo abolió la muerte. Venció el pecado. Para recibir la vida eterna, has de depositar tu fe en Él y entonces será tu Señor.
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, versículo 1: «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?»
Pablo sabe que será duramente criticado por su clara enseñanza que ya no estamos bajo la ley. Hemos sido salvos de la ley, hemos sido salvos del pecado.
En el capítulo 3, versículo 8, Pablo dijo lo siguiente: «Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?». Como he dicho, para nosotros que creemos en la seguridad de la salvación, también somos difamados como si de alguna manera estuviéramos enseñando que las personas pueden pecar porque han sido perdonados todos sus pecados pasados, presentes y futuros. ¡Pero no es verdad! No enseñamos que las personas puedan ir y vivir como quieran. Y Pablo tuvo que tratar el mismo tema.
Capítulo 6, versículo 2: «¡En ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?»
¡No estamos sin pecado! Aún no hemos llegado a la perfección, pero estamos muertos al pecado, estamos muertos a la ley. ¿Por qué? Porque Jesucristo ha pagado por nuestros pecados. Capítulo 5, versículo 13: «pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado». «Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados» (2ª Corintios 5:19).
Para mostrar que aún no hemos llegado a estar exentos del pecado, vayamos al capítulo 1 de 1ª Juan. Miremos el versículo 8: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros». Miremos el versículo 10: «Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros».
Por favor, miremos Filipenses capítulo 3 una vez más. Miremos el versículo 12, aquí habla Pablo: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús». Aquí, la palabra «perfecto» significa completo, significa sin pecado. Aún vivía en su cuerpo bajo maldición en un mundo bajo maldición. Pablo no estaba sin pecado. Tú no estás sin pecado, y yo no estoy sin pecado. Al menos, ¡aún no! Cuando muramos, sí, lo seremos. Pero aquí y ahora, aún no.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 6. Durante el último segmento, vimos muy claramente cómo estamos muertos al pecado. Estamos muertos a la ley. ¿Por qué? Porque Cristo ha pagado por nuestros pecados en la cruz. No estamos sin pecado, pero estamos muertos al pecado. Por lo tanto, la ley no nos puede tocar. Por lo tanto, el pecado no nos puede tocar. Y Pablo sabía que iba a ser atacado por esta enseñanza. Sabía que los judaizantes iban a ir en contra de él, como también lo iban a hacer a otras personas ignorantes, pero él persistía en su camino.
Miremos el versículo 3:
Capítulo 6, versículo 3: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?»
«Todos nosotros» significa aquellos que nos hemos apropiado de la expiación. «Todos» significa exactamente esto, todos sin excepción. Todos los que hemos nacido de nuevo hemos sido bautizados en Cristo Jesús. No en un bautismo de agua, sino en un bautismo espiritual.
Por favor, miremos 1ª Corintios, capítulo 12. Miremos el versículo 13: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o gentiles, sean siervos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu». No se menciona el agua ni una sola vez.
Por favor, miremos Efesios, capítulo 4, versículo 4: «un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestro vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos». ¡Un Señor, una fe, un bautismo! Cuando fuiste salvo, fuiste bautizado por el Espíritu Santo en Jesucristo. Un bautismo espiritual, no un bautismo de agua.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 6. Así que, ¿deberías ser bautizado una vez has nacido de nuevo? Sin duda, por inmersión total si es posible. Pero el agua no te salva. El agua te pone en el agua. El Espíritu te pone en el Espíritu. El Espíritu te pone en Jesucristo. En su cuerpo. Deberías ser bautizado una vez salvo, pero el bautismo en sí no te salva.
Miremos el versículo 4:
Capítulo 6, versículo 4: «Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva».
¿Fuiste sepultado con el Señor Jesucristo en el sentido literal? La respuesta, claro está, es no. Pero, espiritualmente hablando, la respuesta es sí. Cuando Jesús fue colgado de la cruz, todos tus pecados fueron cargados en su cuenta. Y por su sangre preciosa, ya eres perdonado. Sí, espiritualmente hablando, fuiste sepultado con Él. Sí, fuiste bautizado en Él. No físicamente, no literalmente, sino espiritualmente hablando. Una literalidad extrema es algo que, lamentablemente, caracteriza a muchos cristianos. Toman cada versículo de la Biblia como literal, lo cual es muy peligroso. El versículo 4 habla de tu nuevo nacimiento. Bajaste con Él y saliste con Él. Y ahora andas en novedad de vida. Hace referencia al nuevo nacimiento, nada más.
Capítulo 6, versículos 5-7: «Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la semejanza de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo de pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado».
En el versículo 5: Nuestra apariencia será como la del Señor Jesucristo cuando vuelva. Tendremos cuerpos glorificados.
Pero los versículos 6 y 7 hacen referencia a ponerte otra vez bajo la ley, como hicieron los gálatas. Éstos intentaban vivir su vieja naturaleza, su viejo cuerpo. Intentaban volver a cómo eran antes al ponerse otra vez bajo la ley. ¡Nunca estuvieron bajo la ley, ni al principio! ¡Ni siquiera eran judíos! Pero al volver a la ley, servían el pecado. Y aún así, estaban muertos al pecado, muertos a la ley. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). En el versículo 6: «sabiendo esto [¿no sabes? ya os lo he dicho], que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él». Una vez más, esto no es literal. No fuiste literalmente clavado en la cruz con Él. Espiritualmente hablando, sí que lo fuiste. Simbólicamente hablando, sí que lo fuiste, pero no físicamente, no literalmente. Una vez más, ¡una literalidad extrema! Ten cuidado de no caer en esta trampa.
Y sigue: «para que el cuerpo de pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos [todos nosotros] más al pecado». Destruyó la muerte y cumplió la ley. La mujer encontrada en el mismo acto de adulterio escuchó: ¡vete y no peques más! Fue salva al creer en Él. ¡Solamente por fe! ¡El justo por la fe vivirá! No fue bautizada y no fue miembro de ninguna iglesia tampoco. Creyó en Él y le fue contado por justicia.
Una vez más, el versículo 7: «Porque el que ha muerto, libre es del pecado». Moriste con Él; fuiste bautizado en Él, y fuiste resucitado con Él. ¡Vete y no peques más! ¡El justo por la fe vivirá! Es tan sencillo y sin embargo, tristemente muchas personas no lo entienden.
Capítulo 6, versículos 8-9: «Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él».
En el versículo 8, morir con Él significa identificarse con Él, no muerto físicamente, sino muerto espiritualmente. Y una vez vivificados por el nuevo nacimiento, vivimos con Él, vivimos en Él. Es nuestra razón de ser. No podemos hacer nada sin Él. En el versículo 9: «sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere». El Cordero de Dios fue sacrificado por los pecados del mundo una sola vez. Antes de la venida del Señor Jesucristo, se hacían sacrificios continuos de animales por los pecados de aquellos que acudían para recibir expiación de sus pecados. Los sacerdotes siempre permanecían de pie porque su trabajo nunca cesaba. Era un sacrificio continuo. Pero Jesús se ha sentado a la diestra del Padre. Consumado es. Terminado es.
Miremos el versículo 10:
Capítulo 6, versículo 10: «Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive».
Muerto una vez, tiempo pasado. Vive en el tiempo presente. La Iglesia Católica Romana enseña que la misa es un encargo continuo; es un sacrificio continuo. Pero no es lo que encontramos en Romanos capítulo 6.
Por favor, miremos Hebreos, capítulo 7. Miremos el versículo 25: «por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos». Una vez salvo, siempre salvo. Te salva perpetuamente, sin obra alguna.
Miremos el versículo 26: «Porque tal sumo sacerdote nos convenía; santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una sola vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo». Un solo sacrificio. Punto. Los sacerdotes ofrecieron sacrificios por sí mismos. Pero, ¡Él no! No tuvo pecado.
Miremos el capítulo 9, versículo 22: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión». Su sangre física y literal para nuestros pecados. ¡Punto!
Miremos el versículo 28: «así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan». Fue una expiación una vez para siempre.
Miremos el versículo 12: «y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención». La salvación es eterna. ¡Y entró una sola vez en el lugar santísimo! Era lo único necesario.
Miremos el capítulo 10, versículo 14: «porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados». No puede ser más claro. Murió una vez para los pecados del mundo, y sólo una vez.
Volvamos a Romanos capítulo 6, versículo 10, una vez más: «Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive». La misa no es necesaria; la misa no es pertinente. Somos salvos por su muerte, sepultura y resurrección. Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Somos salvos, por lo tanto, por la preciosa sangre del Cordero de Dios.
También del versículo 10: «en cuanto vive, para Dios vive». Su obra como nuestro Mediador es una obra continua. Es Mediador en nuestro nombre. Cuando oramos a Él, intercede por nosotros. Así que, su obra como nuestro Sumo Sacerdote es una obra continua. Es un encargo continuo.
Pero, su expiación fue un acontecimiento único. El versículo 10, una vez más: «en cuanto vive [tiempo presente], para Dios vive [tiempo presente]». Es nuestro Mediador entre Dios y los hombres.
Capítulo 6, versículo 11: «Así también vosotros consideraos en verdad muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro».
Puede tomar el versículo 11 y aplicarlo a todos aquellos que vivimos hoy en referencia a no alimentar al viejo hombre, a no vivir según la carne, a no ser carnales. ¡Absolutamente! Pero, Pablo está hablando principalmente de tu posición práctica respecto al Señor. ¡No vuelvas a la ley! ¡Deja de alimentar la vieja naturaleza! ¡Deja de resucitar el viejo hombre! Cristo murió una vez por tus pecados y ahora estás identificado con Él. Fuiste sepultado con Él una vez, fuiste bautizado con Él una vez y fuiste resucitado con Él una vez. Fuiste nacido de nuevo una vez. Así que, deja al viejo hombre en el hoyo y anda en novedad de vida.
Capítulo 6, versículo 12: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias».
Tienes el control de tu cuerpo. No alimentes la carne. No permitas que el pecado reine en tu cuerpo mortal, porque si alimentas la carne, morirás. Morirás físicamente e incluso podrías morir antes de tiempo. Así que, anda en el Espíritu y no en la carne.
Capítulo 6, versículo 13: «ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad; sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia».
Has de ser esclavo de santidad, esclavo de piedad. Has de rechazar el pecado. Has de vivir para Él, no para ti mismo. ¿Por qué? Porque fuiste salvo y el Señor Dios es tu Maestro.
En el capítulo 2, versículo 24, Pablo dijo lo siguiente: «Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros». Los judíos impíos, inmundos y santurrones fueron causa de blasfemia entre los gentiles.
En el capítulo 6, versículo 13, Pablo dice: ¡No hagas esto! Ya no eres esclavo al pecado, eres esclavo de la justicia. Fuiste comprado por un precio. Perteneces a tu Maestro, el Señor Jesucristo. ¡Le perteneces! Así que, no proveáis para la carne ni para el pecado. Rechaza el pecado, y sé justo en Él.
Capítulo 6, versículo 14: «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia».
No seas legalista como lo fueron los gálatas. No seas carnal como los de Corinto. El viejo hombre y la vieja naturaleza murieron con Cristo. Sé santo para con el Señor. Vive para Él, no para ti mismo.
Capítulo 6, versículos 15-23: «¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santidad, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro».
En el versículo 15, Pablo condena a aquellos que quisieran vivir según la carne porque ya viven bajo el pacto de la gracia. Y dice, ¡En ninguna manera! ¡Que no sea nunca así! En el versículo 16, dice: ¿no sabes que si te sometes a alguien, eres esclavo de aquel? ¿Ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? No puedes servir a dos señores. En el versículo 17: ¡A Dios gracias! «que aunque erais [tiempo pasado] esclavos del pecado, habéis obedecido [todos vosotros] de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados». ¡Cristianos bíblicos! Hemos creído en nuestro corazón que Jesús es Dios, que murió por nuestros pecados y creemos en la palabra de Dios. ¡A Dios gracias! ¡Alabado sea Su nombre! ¡Glorifícale!
En los versículos 18, 19 y 20, sigue con el tema principal del capítulo 6. No estás bajo la ley, sino bajo la gracia. Así que, ¡firmes y adelante!
En el versículo 21, Pablo pregunta: ¿Qué fruto teníais que os ha causado avergonzaros? (Capítulo 1, versículos 18 al 32). Léelo otra vez: «el fin de ellas es muerte».
En el versículo 22: Pero ahora que eres nacido de nuevo: «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado [tiempo pasado] y hechos siervos de Dios [tiempo pasado], tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna». ¡Tan compasivo es el Salvador! ¡Tan misericordioso es Dios!
«Porque la paga del pecado es muerte» (versículo 23): muerte física y también muerte espiritual. ¡Segarás lo que hayas sembrado! «mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). Aquellas cuatro palabras, «Cristo Jesús Señor nuestro» sólo son aplicables si has creído en Él. ¡El justo por la fe vivirá!
CAPÍTULO 7
Capítulo 7, versículos 1-3: «¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer que tiene marido está sujeta por la ley al marido mientras éste vive: pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido, se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro hombre no será adúltera».
Capítulo 7, versículo 1: «¿Acaso ignoráis, hermanos [¿no sabéis, hermanos?] (pues hablo con los que conocen la ley)», haciendo referencia a los judíos, claro. Aquí, Pablo hace el papel del fiscal. En los capítulos 5 y 6, dejó muy claro que la ley no te puede salvar. Y aquí, va a utilizar una analogía ingeniosa. En el versículo 1, dice que la ley tiene dominio sobre un hombre mientras viva, ¡desde la cuna hasta la tumba! Dominio, sumisión, autoridad. Va a mostrar definitivamente a los judaizantes que mientras viva una persona, si no es salva, está bajo la ley.
Pero en el capítulo 6, versículo 23, nos dice: «Porque la paga del pecado es muerte». Capítulo 6, versículo 2, «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» Capítulo 5, versículo 13, «pero donde no ley, no se inculpa de pecado». Capítulo 6, versículo 3, «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?» Bautizados, sepultados y resucitados con Él. Por tanto, para la Iglesia, la ley está muerta, es obsoleta.
En el capítulo 7, versículos 2 y 3, deja muy claro que, para un hombre y mujer casados, viviendo bajo la ley, el matrimonio sólo puede ser anulado mediante la muerte. Y si la esposa deja a su esposo y se casa con otro hombre, sería llamada adúltera, lo cual significaba la muerte en el Antiguo Testamento. ¿Qué está diciéndonos Pablo? Un hombre conoce a una mujer y se casan. Según la ley, ella no puede divorciarle. Ella no puede dejarle hasta que esté muerto. Según el Antiguo Testamento. Capítulo 7, versículo 1: «Hablo con los que conocen la ley». Las enseñanzas del Antiguo Testamento. Hasta que la muerte nos separe. Pero en el Nuevo Pacto, la Iglesia se casa con el Señor Jesucristo. Hasta que la muerte nos separe. Si la persona salva vuelve a la ley, comete adulterio. Ha caído de la gracia.
Capítulo 7, versículo 4: «Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo; para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios».
Este capítulo es la gran final. Pablo, como he dicho, hace el papel del fiscal y dice que la ley te condena delante del Dios Todopoderoso, y las consecuencias, una vez más, en el capítulo 6, versículo 23: «Porque la paga del pecado es muerte [muerte física y también muerte espiritual]; mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». Ahora, hace el papel de la defensa. Pablo era un genio en cuanto a las cosas de Dios.
Miremos al capítulo 7, versículo 4, una vez más: «Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley». ¿Cómo? «Mediante el cuerpo de Cristo; para que seáis [todos vosotros] de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos [todos nosotros] fruto para Dios».
Andar en el Espíritu, no en la carne. El fruto del Espíritu es signo que estás creciendo en la gracia, y Pablo aún hace referencia a esta analogía brillante de cómo la Iglesia está casada con Cristo. La Iglesia está bajo la gracia, no bajo la ley. Jesucristo ha muerto por nuestros pecados. Ha abolido la ley, ha cumplido la ley. Por lo tanto, vivimos para Él, no para nosotros mismos.
Capítulo 7, versículos 5-6: «Porque cuando estábamos en la carne, la pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte; Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra».
Los versículos 5 y 6 son muy claros: una vez más, en referencia al capítulo 6, versículo 23. Antes de ser salvos, estuvimos muertos en nuestros pecados. Éramos enemigos de Dios. No le buscábamos. Pero, gracias a Dios, nos buscó y nos encontró y nos salvó. Y también en los versículos 5 y 6, Pablo hace referencia a los judíos que intentaban guardar la ley y sin embargo, se estaban matando, porque la ley mata, pero el Espíritu te vivifica.
Capítulo 7, versículo 7: «¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? ¡En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conocería la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás».
Pablo está anticipando la respuesta que va a recibir de los judíos. Los judíos le dirán: ¿Estás diciendo que es pecado la ley? Y él dice, ¡No! ¡En ninguna manera! No hubiera sabido que era pecado codiciar si no lo encontrara en las Escrituras. Pablo amaba al Señor y Pablo amaba la ley. Pero sabía que la ley no puede salvar, sino que mata. Sólo el Espíritu, mediante el nuevo nacimiento, te puede vivificar. Tampoco está diciendo que no sabía la diferencia entre lo bueno y lo malo salvo por las Escrituras, porque tenía una conciencia. Y en Romanos capítulo 1, versículo 18 al 32, deja muy claro que todo hombre sabe la diferencia entre lo bueno y lo malo. Da apoyo a la ley; Eleva la ley. Pero, al mismo tiempo, aún hace el papel del fiscal.
Capítulo 7, versículos 8-9: «Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí».
Físicamente no, claro, sino espiritualmente, ¡claro!
Capítulo 7, versículo 10: «Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte».
¡No puede ser más claro! La ley te mata. La ley te acusa. La ley te destruye. La ley es un ayo para llevarnos a Cristo. Pablo era un hombre justo; Pablo era un hombre piadoso. Y Pablo era un hombre con estudios. Pero lo dice una vez más, en el versículo 9: «el pecado revivió y yo morí».
Si hubiera sido posible para Pablo guardar la ley, la hubiera guardado. Pero Abraham no la podía guardar, y David no la podía guardar. Solamente hay una Persona que guardó la ley a la perfección. El segundo Adán. ¡El Señor Jesucristo! ¿Por qué? Porque es el Dios Todopoderoso.
Capítulo 7, versículos 11-12: «Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno».
¿Por qué? Porque vino de Dios. Dios es santo. No puede bajar sus estándares. No puede comprometerse en cuanto al pecado. Por tanto, el hombre tiene un problema. Dios es santo, el hombre no lo es. ¿Cuál es la solución? El Señor Jesucristo, ¡claro! También en el versículo 9, Pablo dice que antes vivía sin ley, pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió y murió, es decir, llegaba a la edad de razonar. Y en aquel momento, fue acusado. Estaba bajo la ley. Y como resultado, y como consecuencia, al llegar a la edad de razón, de ahora rendir cuentas al Señor, dijo en el versículo 11 que la ley le dio muerte. Una vez más, hablando de forma espiritual, y no física. Antes de acabar el segmento, una rápida nota, si me lo permites. Capítulo 5, versículo 13, una vez más: «Porque antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no ha ley, no se inculpa de pecado», lo cual significa que hasta que llegues a la edad de razón, la ley no te tocará. El pecado no te condenará. Si mueres antes de la edad de razonar, no irás al infierno, sino al cielo. ¿Por qué? Porque aún no tienes edad para saber la diferencia entre lo bueno y lo malo. Y por tanto, Jesucristo te ha salvado como sustituto de tu pecado. Hago referencia, claro, a los niños pequeños y las personas con déficit mental. Aquellos llamados inocentes en el Antiguo Testamento. «Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14).
Capítulo 7, versículo 13: «¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso».
Morí (versículo 9), me mató (versículo 11) y en el versículo 13, llegó a ser sobremanera pecaminoso. ¿De qué habla? a) la ley y b) su carne. Él nació en pecado. Yo nací en pecado. Tú naciste en pecado. Todos nosotros estamos en pecado. Todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios, y todos seguimos destituidos de la gloria de Dios. Pablo, en su papel como fiscal, acaba de ponerse como testigo. Si has pecado contra Dios, sólo Dios mismo te puede perdonar. La ley no te puede salvar. No hay expiación en la ley. Y cuando una persona salva intenta guardar la ley, cae de la gracia. Deshonran al Señor. Así que, si la ley no te puede salvar, ¿qué lo puede hacer? La muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. Y en los versículos 14 al 25, Pablo será la defensa, porque también necesitó un salvador.
Capítulo 7, versículos 14-25: «Porque sabemos que la ley es espiritual; mas soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: el mal está en mí. Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado».
En el versículo 14: «Porque sabemos que la ley es espiritual [tiempo presente]; mas yo soy carnal [tiempo presente]». Aquí, se describen las dos naturalezas del creyente. Pablo quiso servir al Señor. Pablo quiso guardar la ley. ¿Por qué? Porque amó a Dios, amó la ley, meditaba en la ley cada día. Pero le era imposible servir a Dios y guardar la ley al mismo tiempo. Es la naturaleza adámica. Una vez más: el hombre está en enemistad con Dios. El hombre en sí mismo no puede agradar a Dios. El Señor ha de hacer algo para él, siendo esto el Señor Jesucristo, claro!
En los versículos 14 al 24, Pablo también deja claro que, una vez nacido de nuevo, no puedes servir al Señor al mismo tiempo que intentas guardar la ley. Es como estar casado con una persona e intentar agradar a alguien fuera del matrimonio. Dos está bien; con tres, uno sobra.
Así que, Pablo ha ido de ser el fiscal, dejándolo bien claro cómo todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, y que aquellos que quieren guardar la ley después de ser salvos, ya son adúlteros. Y de hablar de ellos, ha ido a ser la defensa, defendiendo la ley y defendiendo al Señor Jesucristo. Pero, al mismo tiempo, se da cuenta de cuán débil es y en nuestro lugar, cuán débiles somos nosotros. Así que, ¿qué hace? Se pone a merced del tribunal.
El versículo 25, una vez más: «Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado». «Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor». Cuando el hombre se encuentra en una situación precaria, ha de recurrir a volverse al Señor Dios de la Biblia y decir: «Dios, sé propicio a mí, pecador». Y Dios salva al pecador en el momento que invoca Su nombre. La ley te condena y te mata, pero Jesucristo te perdona y te hace vivir.
Así que, si tú, persona salva, intenta guardar la ley después de ser salvo y perdonado y exonerado, morirás. Pero si continúas con el Señor Jesucristo, andando con Él en el Espíritu, te hará crecer y madurar y te podará, y serás victorioso en todo lo que haces para Él. ¿Por qué? Porque está en el centro de tu vida y vive dentro de ti, y es Él que hace estas cosas posibles. No tú andando en la carne, sino andando en el Espíritu. ¡Toda la gloria sea para Dios!
CAPÍTULO 8
Capítulo 8, versículo 1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».
Ninguna condenación, ninguna maldición, ningún juicio para los que están en Cristo Jesús, para los que están en Dios Padre, y para los que están en Dios el Espíritu Santo. Y del mismo modo, Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo están en ti también. El Dios trino vive dentro de ti. Fuera de la Trinidad, eres la persona más importante del mundo, si eres nacido de nuevo.
Por favor, veamos el Salmo 103. Miremos el versículo 12: «Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones». Miremos el versículo 8: «Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia». Miremos el versículo 10: «No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades; Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados».
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 8. Miremos el versículo 1 una vez más: «Ahora, pues, ninguna condenación [ningún juicio, ninguna maldición] hay [no es futuro, no es posiblemente, no es quizás, sino «ahora, pues, ninguna condenación hay»] para los que están en Cristo Jesús» y esto ocurre solamente una vez que eres nacido de nuevo. En la última parte del versículo 1: «los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu», lo cual hace referencia a la ley y la gracia.
En los capítulos 5, 6 y 7, Pablo deja muy claro que nosotros, los hijos de Dios, los nacidos de nuevo, no estamos bajo la ley. Estamos casados con el Señor Jesucristo. Estamos casados con la gracia.
Capítulo 8, versículos 2-9: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; a los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él».
En los versículos 2 al 9, sigue con el tema: es decir, como somos nacidos de nuevo, como aquellos que estamos en Cristo Jesús, no estamos en la carne sino en el Espíritu, representando la carne la ley y el Espíritu, la gracia. El Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto. Aquellos que andan en la carne no pueden agradar a Dios. De hecho, tienen una mente carnal, según el versículo 6, ¡y el fin de tales personas es la muerte!
También en el versículo 9, Pablo dice que si algún hombre no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Si no tienes el Espíritu, no tienes la salvación. Si no tienes la salvación, no puedes tener la mente de Cristo. Por tanto, estás en enemistad contra Dios (versículo 7). ¿Por qué? Porque tu mente es carnal y como tal, no puede sujetarse a la ley de Dios. Tienes que nacer de nuevo, y una vez nacido de nuevo, andas en el Espíritu, no en la carne.
Capítulo 8, versículos 10-11: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquél que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros».
En el capítulo 1, versículo 4, vimos que el Espíritu Santo resucitó al Señor Jesucristo. En Gálatas, capítulo 1, Dios Padre resucitó al Señor Jesucristo. Y en Juan capítulo 2, Dios el Hijo se resucitó a sí mismo. El Dios trino resucitó al Señor Jesucristo.
En el versículo 10: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado», lo cual significa que el viejo hombre está muerto con Cristo. El viejo hombre ha sido sepultado con Cristo. El viejo hombre fue identificado y juzgado bajo la ley, pero Jesucristo ha venido y ha cumplido la ley. «Mas el espíritu [lo cual significa gracia, lo cual significa el Nuevo Pacto] vive a causa de la justicia», descrito en el capítulo 10 como la justicia de Cristo. Y en la última parte del versículo 11: «el que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros». No por tus obras, no por tu bautismo, no por tu asistencia a la iglesia, sino por su Espíritu. La salvación es del Señor. El Señor es dueño de todo. En cuanto a tu salvación, no tiene necesidad alguna de que hagas algo para Él. ¡Es un don gratuito!
Capítulo 8, versículos 12-13: «Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis».
En el versículo 12: Hermanos, todos nosotros no somos deudores a la carne [una vez más, siendo la ley; una vez más, siendo el Antiguo Pacto) para vivir según la carne. ¿Por qué? ¡Porque hemos sido liberados del Antiguo Pacto! ¡Hemos sido liberados de la ley!
Y sigue en el versículo 13: «Porque si vivís [todos vosotros] conforme a la carne, moriréis [todos vosotros, físicamente, antes de tiempo]; mas si por el Espíritu [no por tu propia carne] hacéis [todos vosotros] morir las obras de la carne, viviréis [todos vosotros]».
Vas a morir de todas maneras. Diez de cada diez personas mueren. Las personas salvas mueren, como también mueren los que no son salvos. Las únicas preguntas que se han de contestar es cuándo y por qué. También diría yo esto, en cuanto al versículo 13, antes de concluir este segmento: este texto también hace referencia a la persona salva que anda en el Espíritu y que vive una vida santa. Hacer morir las obras de la carne significa que no debes hacer provisión para el pecado. Tu estado posicional delante del Señor y tu relación con Él son una cosa, pero tu estado práctico con el Señor es otra cosa, y en el próximo segmento consideraremos el tema en más detalle.
Hemos llegado casi a la mitad del capítulo 8 de la Epístola a los Romanos. Y en los versículos 1 al 13, Pablo ha presentado un claro argumento que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. No andamos en la carne (siendo el Antiguo Pacto), sino en el Espíritu (siendo el Nuevo Pacto). El versículo 13 acaba con una advertencia apostólica para aquellos que viven según la carne, que morirán. «La paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). No solamente aquellos que guarden la ley, es decir, los que lleven la vestimenta del judío, cumplan los ritos judíos, circunciden a sus hijos, o se abstengan de alimentos y de carne y de comidas, o creen ritos, reglas y mandamientos adicionales. ¡No! Aquellos que también alimenten la carne. O aquellos que quizás abracen la inmoralidad.
Por favor, veamos Efesios, capítulo 6. Miremos el versículo 1: «Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra». Cuando los hijos salvos obedecen a sus padres salvos, como resultado tendrán una larga vida en la tierra. La desobediencia producirá una muerte prematura. El Señor aborrece cualquier tipo de rebeldía, pero especialmente la rebeldía de un hijo a su padre o a su madre. Lo aborrece.
Por favor, veamos Hechos, capítulo 5. Miremos el versículo 1: «Pero un cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios».
Aquí, encontramos un matrimonio salvo que mienten no solamente al apóstol Pedro, sino también al Espíritu Santo, lo que se encuentra en los versículos 3 y 5, y el Espíritu Santo en el versículo 5 es llamado Dios. Estas dos personas salvas han pecado según la carne. Su pecado era la mentira.
Miremos el versículo 5: «Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron». Ananías, como marido y cabeza de familia, muere primero. Toma responsabilidad primero. Cae primero.
Miremos el versículo 9: «Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido».
Ahora le toca a ella ser juzgada y ser hallada culpable. Y ella también muere como ha pasado con su marido. No espiritualmente, sino físicamente.
Capítulo 8, versículo 14: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios».
Capítulo 8, versículo 1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». Y en el versículo 9: «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él».
Los tres versículos dicen lo mismo. En el capítulo 8, versículo 1, Pablo deja muy claro que una vez estás en Cristo Jesús, no hay condenación para ti. Y en el versículo 9, queda aún más claro que si no tienes el Espíritu, no tienes la salvación. Y ya llegado al versículo 14, no solamente eres un cristiano (lo cual significa que eres seguidor del Señor Jesucristo), sino también eres hijo de Dios. No simplemente un cristiano que cree en la Biblia, ¡sino un hijo de Dios!
Si vas al Antiguo Testamento y buscas el término «hijos de Dios», encontrarás claramente que se trata siempre de ángeles! Así que, tomamos el lugar que antes ocuparon los ángeles caídos en el Antiguo Testamento antes de que cayeran. No somos ángeles. Somos seres humanos aquí y ahora, pero cuando muramos, seremos como los espíritus, seremos como los ángeles. Seremos sin pecado y sin sexo. Así que, la próxima vez que alguien te pregunte lo que crees, les puedes decir que eres un creyente bíblico y también un hijo de Dios, un hijo del Altísimo. Y te mirarán como si tuvieras dos cabezas. Pero es verdad. Eres hijo de Dios, expresado muy claramente en el versículo 14.
Capítulo 8, versículo 15: «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!»
Abba Padre significa «papá». Papá en arameo. ¿Lo puedes creer? No solamente eres llamado hijo de Dios, en el versículo 14, sino ahora, en el versículo 15, podemos llamar al Señor del universo «papá». Esta intimidad se desconocía antes del Nuevo Pacto.
Por favor, vayamos a Efesios, capítulo 2. Miremos el versículo 12: «En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo».
En el versículo 12: alejados y extranjeros, ajenos a la ciudadanía de Israel. En el versículo 13: Por la sangre de Cristo, ya has sido hecho cercano en Cristo Jesús. Te ha reconciliado con Él por su sangre preciosa. Miremos el versículo 14: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación; aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz; y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca». No puede ser más claro. No hay judíos, ni gentiles, ni ley. El Señor Jesús ha cumplido la ley y ha derribado la pared entre Dios y el hombre.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 8. Miremos el versículo 15 más de cerca. «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor». ¿De qué temor está hablando? Por favor, miremos Hebreos, capítulo 2. En el capítulo 5 de 1ª Juan, la palabra de Dios nos dice que podemos saber que somos salvos, y ya hemos visto muy claramente en Romanos capítulo 8, versículo 1, como no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús.
O sea, ¿de qué temor está hablando en Romanos capítulo 8? Miremos Hebreos capítulo 2. Empecemos en el versículo 14: «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre». Aquella palabra «servidumbre» se encuentra muy claramente en el versículo 15 en referencia a la muerte y al temor al diablo. La muerte es espantosa, pero Jesucristo ha abolido la muerte.
Volvamos a Romanos capítulo 8 para mirar el versículo 15 una vez más. «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor». Miedo de morir. Y miedo de no guardar la ley con perfección. Y Pablo dice: ¡Olvídalo! ¡No te preocupes! ¿Por qué? Porque «habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos [tú y yo]: Abba Padre». Como he dicho, podemos llamar al Señor del universo «papá». ¿Por qué? Porque Jesucristo ha derribado la pared intermedia de separación. Ha cumplido la ley para nosotros.
En cuanto al miedo a la muerte y a ser destituido de su gloria, no te tiene que preocupar. Descansa en Él. Te ha dado paz. Él tiene las llaves. Es el puente. Es el camino, la verdad y la vida. Y es el único mediador entre Dios y el hombre.
Capítulo 8, versículos 16-17: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados».
Entre los versículos 16 y 39, el apóstol Pablo está mirando más allá de la justificación y la santificación. Está mirando la adopción, algo que ocurre después del nuevo nacimiento. En el versículo 14, eres llamado hijo de Dios, y como tal, no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús, encontrado en el versículo 1. Pero en el versículo 16, argumenta muy claramente como el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y no solamente hijos, en el versículo 7 también herederos de Dios. Coherederos con Cristo. Vamos a gobernar y reinar con el Señor Jesucristo. Somos hijos del Rey, y es nuestro Padre. Todo lo que tiene, ha dado al Hijo, y seremos coherederos con Cristo.
Y en la última parte del versículo 17: «para que juntamente con él seamos glorificados». La glorificación lleva a la eternidad, lo cual simplemente significa que serás sin pecado, lo que ocurre después de tu adopción como hijo o hija.
Antes del nuevo nacimiento (y te he mostrado en Efesios capítulo 2, cómo antes de nacer de nuevo, estábamos fuera de la ciudadanía de Israel). Podríamos decir que éramos huérfanos.
Pero mediante el nuevo nacimiento, el judío y el gentil ya son uno en Cristo Jesús, Gálatas capítulo 3. Y también en referencia al Espíritu Santo, que testifica con nuestro espíritu que somos hijos de Dios. No solamente lo hace mediante el fruto del Espíritu, sino que crecemos en gracia, amamos al Señor, y nos negamos a nosotros mismos al cargar nuestra cruz y andar y tener comunión con Él. Pero también lo tenemos en las Escrituras: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37-39). La salvación es de Dios, no del hombre.
Capítulo 8, versículo 18: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse».
En la última parte del versículo 17: si padecemos con Él, seremos glorificados juntamente con Él. En primer lugar, en referencia a tu salvación (lo cual significa que, una vez salvo, sufrirás para Él), sino también en referencia a tu testimonio, en referencia a tu posición práctica. Una vez salvo, has de vivir de cierta manera, y cuanto más te niegues, y más cerca andes con el Señor, y más sufras por su nombre, mayor será tu recompensa en el reino milenial.
Pero no todos los santos son iguales. Tenemos el mismo llamamiento a la salvación, pero un llamamiento diferente en cuanto al servicio. Ya se ve aquí en el capítulo 9: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». Más sobre el tema cuando lleguemos al capítulo 9.
También, en el versículo 18, Pablo habla sobre las aflicciones (plural) que estaban sufriendo. Podría ser cualquier cosa, desde los judíos que presionaban a los judíos cristianos a volver a la ley, para continuar bajo el pacto mosaico, y Pablo lo condena en los capítulos anteriores. También podría ser en referencia a los gentiles que intentaban mejorarse, al guardar la ley. Los corintios sufrían gran presión para vivir según la carne, y Pablo dice: No, prosigue en el buen camino. Mantén los ojos puestos en el Señor Jesucristo. No permitas que los afanes del mundo te distraigan o desvíen vuestro caminar con el Señor. Pablo es como un padre. Amaba a las iglesias, y desesperadamente quería que fueran fieles al Señor, para mantenerse en comunión con el Señor y rechazar el pecado. Ser rebelde en cuanto al pecado, pero un esclavo a la santidad.
Capítulo 8, versículos 19-21: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios».
En Romanos capítulo 5, Pablo deja muy claro que el pecado de Adán afecta a todos los hombres sin excepción, y aquí, todo el reino animal también queda afectado por el pecado de Adán. Antes de la caída de Adán, todos los animales eran vegetarianos. Después de la caída de Adán, el hombre empezó a comer carne y los animales empezaron a comer carne. También sufren como resultado del pecado de Adán. Una vez más, en Adán todos los hombres han caído. En Adán, todo hombre ha muerto. En Adán, todo hombre es culpable, sin excepción alguna. Pero en Cristo, todo hombre puede vivir, puede ser perdonado, exonerado, si cree en Él. «El justo por la fe vivirá». Aquí, Pablo mira la eternidad, donde los animales podrán volver a su estado anterior. No más matanzas, ni sufrimiento, ni supervivencia del más apto.
Capítulo 8, versículo 22: «Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora».
Adán fue creado primero. Mediante su pecado, los animales han sufrido. Como he dicho, antes de la caída de Adán, todo, tanto hombres como bestias, eran vegetarianos. Vivían juntos. Pero por la caída, todo cambió inmediatamente. La humanidad vive en dolor. La humanidad está viviendo en dolor junto con el reino animal. Incluso las personas salvas viven en gran dolor. Incluso las personas salvas están en esclavitud. Por tanto, es el motivo para mirar en detalle los versículos anteriores. Y Pablo dice que toda la creación está con dolores hasta ahora («ahora» siendo la era de la Iglesia).
Jesucristo ha muerto por los pecados del mundo. En algún momento en el futuro, cuando Él vuelva, todas las aflicciones que la humanidad y el reino animal han experimentado serán quitadas. La humanidad, siendo aquellos que son salvos. Los animales, en general, ya no sufrirán como consecuencia de Adán, del pecado original de su padre, porque él también hace la figura de padre para ellos.
Capítulo 8, versículo 23: «y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo».
En Romanos capítulo 7, Pablo lamentaba que su viejo hombre luchaba contra el nuevo hombre: ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo? ¿Quién me librará de esta muerte? Doy gracias a Jesucristo nuestro Señor.
Ahora bien, en el versículo 23, miremos brevemente dos puntos: que nosotros, los cristianos bíblicos, ya hemos recibido las primicias del Espíritu, eso es, la justificación y la santificación. Y aún estamos esperando la adopción. Aún pecamos. Te lo he mostrado en Romanos capítulo 7 y Filipenses capítulo 3. Aún estamos esperando tener un nuevo cuerpo. En el versículo 22, Pablo nos dice que toda la creación gime. Esto incluye las personas salvas y las no salvas. Pero la preocupación principal de Pablo es el bienestar del cristiano bíblico. Dice: El fin está cerca, llega pronto. Resiste, pero aquí y ahora, descansa en Él.
Capítulo 8, versículos 24-26: «Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo esperamos. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles».
En el versículo 16, el Espíritu Santo confirma que somos hijos de Dios. En el versículo 26, el Espíritu Santo intercede por nosotros porque no sabemos para qué ni cómo hemos de orar. Tendríamos que saber, pero no sabemos. ¿Por qué? Porque gemimos, y estamos con dolores de parto hasta ahora. Aún tenemos nuestra naturaleza caída. Pero, ¡qué Dios más misericordioso tenemos! El Espíritu Santo intercede por nosotros, y Dios Hijo también ora por nosotros.
También podemos mencionar «la esperanza que no se ve». No tenemos una fe ciega. Nuestra esperanza es sostenida en una Persona, eso es, el Señor Jesucristo, y es sostenida en la Biblia, los 66 libros que Dios nos ha dado, sus cartas de amor a nosotros.
Miremos el versículo 27:
Capítulo 8, versículo 27: «Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos».
¿Cómo lo hace? Porque es Dios. Se ve aquí en el capítulo 1, versículo 4. Se ve aquí en Hechos capítulo 5. Jesucristo dijo que daría otro Consolador, es decir, el Espíritu Santo, claro. Y ora por nosotros porque es Dios y sabe lo que es mejor para nosotros. Porque es Dios. Porque nos ama.
Solamente una rápida e importante notita sobre el versículo 21, donde la palabra de Dios nos dice: «porque también la creación será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios». Jesucristo no murió por los pecados de los animales. ¿Por qué? Porque los animales no tienen un alma. Tienen espíritu, pero no tienen alma.
Murió por los pecados del mundo, y aun así, por su muerte, redimió el reino animal de la maldición de la ley. Y aun así, habiendo dicho esto, permíteme decir esto: su redención, por decirlo, no ocurre hasta el final del reino milenial. ¿Por qué? Porque durante el milenio, los animales serán sacrificados. Así, esta porción de las Escrituras, creo yo, tiene una aplicación futurista. Cierto que han sido redimidos de la maldición de la ley, pero no será efectivo hasta el final del reino milenial. Sólo cuando comience el estado eterno tendrá todo el reino animal paz del pecado, de la caída de Adán.
Capítulo 8, versículo 28: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados»
En primer lugar, el Señor llama a todo hombre al arrepentimiento. En Romanos capítulo 1, versículo 16, Pablo dice que es el poder para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente, y también al gentil. Aquí, Pablo se centra principalmente en aquellos que han respondido al llamado al arrepentimiento, aquellos que se han apropiado la expiación. Dios ha hecho provisión para salvar a la humanidad, pero solamente aquellos que creen el evangelio serán salvos. Si no eres salvo, no tiene sentido alguno decir que el Señor me ama y me ha recibido tal como soy. No te ha recibido. Aborrece todo obrador de maldad. Dios está airado todos los días contra el impío. Quiere que te arrepientas ahora mismo.
Pero si eres nacido de nuevo, este versículo debería ser de gran consuelo para ti. ¿Por qué? Porque todo lo bueno y todo lo malo en la vida o rutina diaria del cristiano bíblico ocurre con un propósito.
Miremos el versículo 28 una vez más: «Y sabemos». No solamente Pablo, sino también todos los apóstoles sabían que todas las cosas, todas sin excepción, ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados. Aquí Pablo adopta la visión de la soberanía del Señor, y el Señor dice: Si me amas, todo en tu vida ayudará a bien. Serás tentado. Tendrás pruebas y tribulaciones, pero ¡resiste! 1ª Corintios lo deja muy claro que nosotros, los cristianos bíblicos que somos nacidos de nuevo, no seremos tentados ni probados más allá de lo que podamos soportar.
El gran hombre Job, en el Antiguo Testamento, tenía prueba tras prueba, pero fue fiel hasta el final, y el Señor le recompensó públicamente por ello. Así que, si eres salvo, si estás pasando por pruebas y tribulaciones, ¡resiste! No te rindas! Y si recaes, arrepiéntete y confiesa tu pecado al Señor. Estas cosas ocurren para un propósito, pero sobre todo, si le perteneces, eres suyo y Él es tuyo. Nunca te dejará y ni te abandonará. Todas las cosas, todas, ayudan a bien a los que aman a Dios.
Antes de finalizar este segmento, he de hacer una pequeña nota en referencia a una palabra: la palabra «propósito». «Conforme a su propósito». ¿Cuál es el propósito de Dios? Dios tiene un propósito para todo: 1) quiere que todos los hombres sean salvos, y b) utilizará a todos los hombres, salvos o no, para cumplir su voluntad.
Miremos el capítulo 9 versículo 17: «Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra». Era el propósito de Dios levantar a Faraón para hacer su voluntad, siendo ésta la liberación de Israel y también la destrucción del reino de Faraón.
Pero el versículo 28 del capítulo 8, creo, tiene un significado doble: es el propósito de Dios que el hombre sea salvo y también es el propósito de Dios que ciertos hombres, salvos o no, le sirvan. Así que, si lees estos versículos con cuidado, entenderás la diferencia, muchas veces, entre el servicio y la salvación. Más sobre el capítulo 9 más adelante.
Capítulo 8, versículo 29: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos».
Los calvinistas y los arminianos han discutido sobre este versículo, y también sobre el versículo 30, durante siglos.
Ahora voy a intentar analizar con fidelidad el versículo 29 en detalle. «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo». Él (es decir, Dios) antes conoció quienes creerían en el Señor Jesucristo. Y a continuación, aquella persona que creía en el Señor Jesucristo fue predestinada para que fuese hecha conforme a la imagen de Su Hijo. El versículo 29 no nos dice cuándo ocurre, ni tampoco porqué ocurre desde la perspectiva de la soberanía de Dios. Y te propongo que fuiste ordenado a ser conforme a la imagen de Su Hijo cuando creíste en Él. Nadie fue elegido antes de la fundación del mundo, sino que fueron salvos a partir del tiempo de la iglesia primitiva. Fuiste salvo en el momento que respondiste al llamado al arrepentimiento.
Juan 3:16 es un gran versículo para explicar la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Una vez más: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado [es decir, la provisión de Dios, la propiciación de Dios, la salvación de Dios] a su Hijo unigénito [el Cordero de Dios, el único mediador entre Dios y los hombres], para que todo aquel que en él cree [es decir, el libre albedrío del hombre, puedes recibirlo o puedes rechazarlo], no se pierda [ir al infierno], mas tenga [en el presente momento] vida eterna». El perdón. La salvación. El cielo cuando mueras, no el infierno.
Así que, volviendo al versículo 29, una vez más: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos». No el primogénito en el sentido cronológico, sino primogénito en el sentido de preeminencia. Y esto de estar «hechos conformes a la imagen de su Hijo» ocurre después de la justificación y después de la santificación.
Así, un breve resumen en cuanto al versículo 29: Dios es soberano, el hombre no lo es. Dios sabía, por su presciencia, quien iba a creer en el Señor Jesucristo y quien no iba a creer. Y creo que la única manera de entender los versículos 29 y 30 es por el concepto de «scientia media», y de eso hablaré en el próximo segmento.
Capítulo 8, versículo 30: «Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».
¿Cuándo ocurrió? ¿Y por qué ocurrió? Son preguntas que hemos de hacernos. Los calvinistas creen que Dios ha escogido un remanente de individuos en cada dispensación para ser salvos, y que la propiciación sólo es para ellos. Según los calvinistas, son los elegidos. Y éstos, según los calvinistas, son los únicos que pueden ser salvos. Y Jesucristo, según los calvinistas, murió solamente por ellos. Y creen que fueron elegidos en Cristo Jesús antes de la fundación del mundo.
Examinemos el versículo 30 en más detalle. «Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó». ¿Por qué predestinó Dios aquellos individuos para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo? Porque mediante su presciencia y «scientia media», sabía quién iba a creer en su Hijo.
Los profetas del Antiguo Testamento fueron elegidos en el tiempo para escribir lo que escribieron. Y lo que vieron del futuro, anotaron. Nadie hizo a la persona A, B o C hacer algo en contra de su voluntad. El Señor sabía cómo la persona A, B o C respondería en cualquier situación. Y lo mismo es cierto de la salvación. Dios siempre ha sabido, gracias a su presciencia y «scientia media», cuáles iban a creer en el Señor Jesucristo. Nadie fue obligado o forzado a creer en el Señor Jesucristo. El hombre tiene libre albedrío. Puede recibir al Señor Jesucristo o puede rechazarlo. Y aquí en el versículo 30, creo yo, Pablo está mirando la propiciación desde la perspectiva de la soberanía del Señor, desde la perspectiva de la presciencia de Dios.
Juan 3:16, una vez más: «Porque de tal manera amó Dios al mundo [¡todos!], que ha dado a su Hijo unigénito [el Cordero de Dios, el Salvador sin pecado, el único mediador entre Dios y los hombres], para que todo aquel [judío o gentil, Romanos 1:16] que en él cree [el justo por la fe vivirá], no se pierda, mas tenga vida eterna [tiempo presente]». Dios es soberano. El hombre tiene libre albedrío. Estas dos verdades van a la par. No podemos entender tales cosas, pero Dios nos dice creerlas.
Así que, en base a su presciencia y «scientia media», el momento que un individuo en el tiempo cree en el Señor Jesucristo, es predestinado en la mente del Señor antes de la fundación del mundo (porque Dios es soberano), para que fuese hecho conforme a la imagen de Su Hijo. Pero antes de que ocurriera, ha de ser llamado en el tiempo. Llamado a arrepentirse. Y una vez llamado a arrepentirse, y una vez arrepentido, es justificado en el tiempo, no antes de la fundación del mundo. Y una vez justificado, entonces glorificado, lo cual aquí ocurre después de la santificación. Ves que aquí Pablo está mirando más allá del tiempo. Esto fue escrito por Pablo sobre el año 56 d.C. y aquí está mirando la eternidad. La glorificación viene después de la santificación y viene una vez que la persona ha sido adoptada en la familia de Dios.
Así que, ya hemos mirado la mitad de la Epístola a los Romanos. A la mitad del capítulo 8 y a la mitad de la Epístola a los Romanos. Pablo es un genio, y el capítulo 8 es una obra maestra. Sólo el apóstol Pablo podría explicar la soberanía del Señor Dios de la Biblia y el libre albedrío del hombre. Para este segmento, ruego que me acompañes a una segunda mirada a los versículos 28, 29 y 30, y veamos lo que podríamos sacar de estos versículos.
En el versículo 28: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». Este versículo es prueba concluyente de que el Señor Dios de la Biblia es todopoderoso. Ha de ser todopoderoso para hacer que el resultado de cada evento en la vida de un cristiano bíblico ayude a bien. Durante un tiempo, podrías pasar por unos momentos muy difíciles. Durante un tiempo, podrías pasar gran sufrimiento y presión, pero al final, saldrá bien todo.
Si volvemos al Libro de Génesis, descubrimos que José fue vendido en esclavitud por sus propios hermanos, y el capítulo 50 dice, vosotros [es decir, los hermanos de José] pensasteis mal contra mí, pero Dios lo encaminó para bien. Durante un tiempo, José fue vendido en esclavitud. Podría haber muerto en la prisión. Pero el Señor tenía un plan para José porque José fue grandemente amado. Como también lo fue Daniel.
Así que, en el versículo 28 se nos dice, una vez más: «sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas [todo, sin excepción, bien y mal] les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». Dios manda a todos los hombres que se arrepientan, pero sólo aquellos que creen en el Señor Jesucristo serán salvos. Una vez más, el Señor puede utilizar, y de hecho utiliza, personas no salvas para conseguir sus propósitos.
De todos modos, volviendo a lo ocurrido en Génesis cuando los hermanos de José le vendieron para esclavitud, lo hicieron por su propia voluntad. El Señor Dios de la Biblia no preordenó antes de la fundación del mundo que tal cosa ocurriera. Lo permitió con voluntad malvada y libre de los hermanos, pero el Señor Dios de la Biblia fue capaz de utilizarlo para bien. Así que, cuando volvemos al capítulo 50 del Génesis, descubrimos cómo el Señor Dios de la Biblia permitió que los hermanos de José hicieran lo que hicieron. No predestinó antes de la fundación del mundo que esto sucedería así, aunque sabía que iba a ocurrir antes de la fundación del mundo. Pero permitió que sus hermanos lo hicieran en el tiempo, y mediante su pecado, mediante su maldad, el Señor permitió que resultara en bendición.
Scientia media, creo, es la única manera de comprender la soberanía del Señor y el libre albedrío del hombre. Nadie obligó a los hermanos de José a hacer lo que hicieron. Hicieron lo que hicieron porque eran malvados, pero una vez más el Señor Dios utilizó su maldad para bien, y lo mismo es verdad para nosotros. Antes de ser salvos, hicimos cosas malvadas y pecaminosas, y aún en nuestra maldad, el Señor Dios lo utilizó para llevarnos a Él.
En el versículo 29: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó». Es la fuente del nuevo nacimiento, no el motivo del nuevo nacimiento.
En el versículo 29, se nos dice: «Porque a los que antes conoció». Conoció a todos y sabe todo, desde el principio de la creación, desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Pero aquí, Pablo está mirando a aquellos que serán salvos. La única pregunta que hemos de hacer es: ¿por qué serán salvos y cómo serán salvos y cuándo eran predestinados a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo?
Por favor, miremos Jeremías, capítulo 1. Miremos el versículo 4: «Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones». Antes de nacer Jeremías, fue conocido en la mente del Señor. Y así también Faraón, Herodes, y Caifás. La única diferencia aquí es que Jeremías fue elegido por scientia media para ser profeta a las naciones. El Señor Dios sabía antes de la fundación del mundo que Jeremías creería en Él, y que Faraón, Herodes, y Caifás no creerían.
Por favor, volvamos a Romanos capítulo 8, versículo 29, una vez más: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo». Fuiste elegido y predestinado a ser conforme a la imagen de Su Hijo en el momento en que creíste en el Señor Jesucristo, y estas son las personas que han respondido al llamado a la salvación. Tales personas respondieron al llamado al arrepentimiento, y a continuación fueron justificadas, y a continuación fueron glorificadas.
Así que, Pablo, con la mente de Cristo, viviendo en el tiempo, estaba viendo los versículos 28, 29 y 30 desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, desde la perspectiva de lo que el Señor sabe, no lo que sabemos nosotros. Y nos explica a nosotros que aquellos que se han apropiado la salvación son los llamados y aquellos predestinados a ser conformados a la imagen de Jesucristo. Todo hecho en el tiempo, en cuanto nos concierne como pecadores. Pero en cuanto al Señor, tal como he mostrado en el capítulo 1 de Jeremías, ¡tales cosas ocurrieron antes de que naciéramos!
Capítulo 8, versículo 31: «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?»
Una vez nacido de nuevo, estás siempre a salvo. Una vez más: ¡descansa en Él!
Capítulo 8, versículo 32: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?»
Es en referencia a la adopción. Somos coherederos con Dios, somos coherederos con Cristo.
Capítulo 8, versículo 33: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica».
Una vez nacido de nuevo, ni nadie ni nada puede ir en contra tuya. Estás a salvo en Él. Le perteneces a Él y Él te pertenece a ti.
Capítulo 8, versículo 34: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros».
El diablo buscará destruirte y buscará robarte tu seguridad en Jesucristo, pero Jesús está a la diestra de Dios, haciendo intercesión por ti delante del Padre. ¡No puedes ser tocado! Fuera del Dios trino, eres la persona más importante del mundo. Y fuera del Dios trino, eres la persona en posición más segura. ¿Por qué? Porque perteneces al Señor.
Capítulo 8, versículos 35-39: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».
El capítulo 8 de Romanos empezó en el versículo 1 sin condenación, sin juicio, sin castigo para los que están en Cristo Jesús. Los versículos 35, 36, 37, 38 y 39 lo dejan bien claro que ni nada ni nadie puede separarte del amor de Dios. No puedes perder la salvación. Las tribulaciones no te la harán perder. Ni dificultad. Ni persecución. Ni hambre. Ni desnudez. Ni peligros. Ni espada. La muerte no te puede destruir. La vida no te puede robar. Los ángeles no pueden interferir contigo. Los principados (es decir, los ángeles caídos) no pueden separarte del Señor Dios de la Biblia. No pueden hacerte perder la salvación. ¡Ni poderes! Ni en esta vida, ni en la venidera. Ni nadie ni nada puede separarte. Ni nadie ni nada puede entrometerse entre tú y el Señor!
Así que, el capítulo 8 de Romanos empezó en el versículo 1 sin condenación, sin juicio, sin castigo para los que están en Cristo Jesús. Y una vez más el capítulo 8, versículo 39, acaba así: «ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro». Estamos en Él, y Él está en nosotros! Somos salvos para siempre. La seguridad eterna no podría quedar mejor expresada que como la encontramos en el capítulo 8 de Romanos.
CAPÍTULO 9
Capítulo 9, versículos 1-2: «Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón».
Las Escrituras nos dicen que hemos de gozarnos en el Señor siempre. Sin embargo, aquí Pablo dice que su conciencia le da testimonio en el Espíritu Santo que tiene gran tristeza respecto a Israel y continuo dolor.
Pablo lamenta el problema de los israelitas que, en su mayoría, no creen en el Señor Jesucristo. Pablo amó a los israelitas. Era hebreo de hebreos. Y claramente, según la declaración encontrada en el versículo 1, una vez más: «no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo» Pablo nos dice algo que refleja la perspectiva de Dios, de la tristeza del Señor sobre el hecho que los judíos, en su mayoría, ni creen ni reciben el mensaje del Señor Jesucristo. Y sin embargo, lo mismo era verdad de los profetas del Antiguo Testamento. En su mayoría, tampoco el pueblo de Israel ¡ni creía ni recibía sus mensajes y advertencias!
Queda claro que los versículos 1 y 2 son un claro reflejo apostólico de la voluntad del Señor que quiere que Israel sea salvo. No eligió antes de la fundación del mundo que ciertas personas se iban a salvar, y el resto quedara condenado. No, no es lo que nos dicen las Escrituras. Una vez más, Pablo dice: «no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón».
El apóstol Pablo tenía la mente de Cristo. El apóstol Pablo fue al tercer cielo, y el apóstol Pablo escribió la mayor parte del Nuevo Testamento. Si él no conocía la mente del Señor, pues, entonces nadie conoce la mente del Señor. Cierto es que, por la presciencia del Señor, el Señor siempre sabía quiénes iban a creer en el Señor Jesucristo y quiénes no iban a creer.
Lo mismo es cierto de los profetas del Antiguo Testamento que fueron enviados muchas veces a predicar a los israelitas carnales y apóstatas. El Señor siempre sabía cuáles judíos iban a creer en el mensaje de arrepentimiento de los profetas, y cuáles judíos no iban a creer en su mensaje.
Pero aquí, Pablo está escribiendo la Epístola a los Romanos, en el año 56 d.C., intentando comprender y comunicar el libre albedrío del hombre y la soberanía del Señor. Como he dicho, simplemente porque el Señor puede ver desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura aquellos que creerían en Su Hijo, y aquellos que no creerían, no niega la responsabilidad del hombre a creer en el Señor Jesucristo, y el Señor se entristece al ver como la humanidad rechaza el arrodillarse y en cambio, desprecia al Señor Jesucristo y blasfema contra el Señor Jesucristo.
Así que, sí, regocíjate en el Señor siempre, si eres salvo. El capítulo 8 de Romanos lo deja claro, que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios. Y al mismo tiempo, puedes tener dolor y tristeza por tus familiares y amigos no salvos. Aquí, el apóstol Pablo se entristece por la nación de Israel, y tú también puedes entristecerse, y yo también puedo, en cuanto a nuestros familiares y amigos no salvos. El Señor lo entiende perfectamente.
Capítulo 9, versículos 3-5: «Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén».
«Según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén». El Gibbor, es decir, Dios poderoso. El capítulo 9 de Isaías. Emanuel: Dios con nosotros. Este versículo es una clara afirmación de la deidad, de la divinidad, del Señor Jesucristo. «Según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén». Al nombre de Jesús, se doblará toda rodilla y toda lengua confesará que Cristo Jesús es el Señor, es decir, Dios.
Pero volvamos al versículo 3: «Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne». ¡Quisiera ser anatema! ¡Estaba dispuesto a ser condenado como sustituto de Israel!
Por favor, miremos Éxodo, capítulo 32. ¿Qué líder famoso estuvo dispuesto a ser condenado? ¿Quién estaba dispuesto a ser separado de Dios si significaba que Israel podría salvarse? Miremos el versículo 32, por favor: «que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito».
Moisés, igual que el apóstol Pablo, Gedeón y Elías, estuvo dispuesto a ser condenado si por ello, podría salvarse Israel. Moisés es un tipo [es decir, una ilustración] del Señor Jesucristo, y muchos de los judíos dejaron Egipto, lo cual es un tipo del mundo. La mayoría de los judíos no entraron en la Tierra Prometida, la cual es un tipo del reino milenial.
Pero aquí, estoy considerando principalmente al hombre Moisés, al hombre Pablo. Eran dos grandes líderes de los judíos, ¡y ambos estuvieron dispuestos a ser condenados! Ambos estuvieron preparados para ser anatema para Dios, para Israel, y ambos eran claros tipos del Señor Jesucristo.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 9. Miremos el versículo 4, por favor, una vez más. Se habla de cómo los israelitas, los judíos, el pueblo elegido había pertenecido a la adopción y la gloria y los pactos, y el otorgamiento de la ley y el servicio de Dios y las promesas, y cómo éstos están relacionados con sus padres, los patriarcas. Y sin embargo, nada de esto significaba algo. ¿Por qué? Porque no quisieron recibir al Señor Jesucristo, capítulo 10 de Romanos, llegaremos a ello en breve.
Y concluye el versículo 5 una vez más: «Según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén». El Gibbor–el Dios poderoso. Elohim–Jehová Dios. Y sin embargo, no quisieron recibir al Dios Todopoderoso como su Mesías y como su Salvador. Y por lo tanto, no van a ser salvos, sino desechados.
Capítulo 9, versículos 6-8: «No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser desciendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos de la promesa son contados como descendientes».
Queda muy claro en los versículos 6 al 8. No todos de Israel son israelitas. Como he dicho, Moisés sacó el pueblo de Egipto, Egipto siendo un tipo del mundo. Y sin embargo, solamente unos pocos de los judíos que dejaron Egipto iban a entrar en la Tierra Prometida. Todos fueron descendientes físicos y literales de Abraham, Isaac y Jacob, y sin embargo, solamente los judíos creyentes y auténticos entraron en la Tierra Prometida. Sí, fueron hijos de sus antepasados, amados a causa de sus antepasados, pero solamente unos pocos entraron en la Tierra Prometida. Y en el versículo 8, una vez más Pablo nos dice: «No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos de la promesa son contados como descendientes».
Puedes ser un judío que vive en Oriente Medio, puedes ser un judío que vive en Israel, o incluso en cualquier lugar del mundo. Puedes ser un descendiente físico de Abraham, Isaac y Jacob, pero no te hace un judío espiritual o completo. Esto, por sí solo, no te salvará. Tú has de nacer de nuevo. Y claro está, los versículos 6 al 8 y siguientes miran el Mesías que ha de venir.
Capítulo 9, versículos 9-12: «Porque la palabra de la promesa es ésta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían nacido aún, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras de la ley sino por el que llama),»
Miremos el capítulo 8 versículo 28, una vez más: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». Su propósito, como he dicho, una vez más, es salvar a las personas; y que las personas salvas, y a veces las personas no salvas, cumplan sus propósitos. Y aquí, vemos en los versículos 9 al 12, del capítulo 9, cómo los hijos nacidos a Rebeca no habían hecho nada bien ni mal, y sin embargo, por el propósito de Dios, por Su elección, eligió uno antes del otro, no para la salvación sino para el servicio.
Y también respecto al versículo 12, como aclaración añado que el mayor solía ser la persona más importante de la familia, en cuanto a los hijos, claro. El mayor tuvo una posición de autoridad y preeminencia, así que, era algo desconocido que el mayor sirviera al menor. Volvamos al Libro de Génesis: Caín fue el mayor y cayó. Abel era un buen hombre que fue asesinado antes de tiempo por su hermano mayor.
Pero volvamos al capítulo 9 de Romanos, donde el tema principal es que el hermano mayor sirviera al hermano menor, cosa decidida por el Señor Dios de la Biblia con el entendimiento de la presciencia, sabiendo cómo ambos hermanos afrontarían a cualquier situación. Y sin embargo, por su omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia, el Señor decidió que el hermano menor serviría al hermano mayor. Es la prerrogativa del Señor. Este universo pertenece al Señor, Él estableció las reglas, y si no te gusta, búscate otro universo e iremos contigo y juzgaremos tus reglas.
Pero aquí, Pablo lo deja claro, como solamente puede hacer él, que el Señor es soberano y el hombre no lo es, y también muy rápidamente y muy importante, he de comentar el versículo 9: «Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo», siendo éste Isaac encontrado en el versículo 10, claro. El Mesías descendió de Isaac. Olvídate de Ismael y Hagar, que los musulmanes dicen que eran sus antepasados, o parientes. El pacto, la simiente, la promesa fue para Isaac, y de Isaac viene el Señor Jesucristo.
Así que, durante el último segmento miramos los versículos 9 al 12, que hacen referencia a Isaac y Jacob. Y el versículo 11 lo deja claro que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras, es decir, ninguno de los dos había hecho nada para que el Señor eligiera uno por encima del otro. ¡Aún no habían nacido! «sino por el [Dios] que llama». Porque Él sabía todo. Sabe el final desde el principio, y sabe cuál persona va a servirle mejor. ¡Olvídate de lo que piensa o hace la humanidad! Solamente el Señor Dios de la Biblia conoce al hombre de los pies a la cabeza.
Y durante un segmento anterior, os he mostrado como en 1º Samuel, el hombre mira a lo exterior, pero Dios mira lo interior. El Señor Dios mira el corazón del hombre, mientras que las personas miran las obras visibles del hombre.
Así que, ¡confía en el Señor! ¡Permite al Señor ser el Señor. No importa lo que pienses, no importa lo que te hayan enseñado o de qué tipo de sistema o iglesia o trasfondo hayas salido. ¡Confía en el Señor! Como he dicho, hizo la humanidad, escribió el manual para la humanidad. Él sabe perfectamente cómo funciona su creación. Confía en Él, no en el hombre.
Miremos el versículo 13, por favor:
Capítulo 9, versículo 13: «Como está escrito: A Jacob amé; mas a Esaú aborrecí».
Por favor, miremos el capítulo 1 de Malaquías. ¿Está hablando Dios de dos niños pequeños, diciendo que aborrece a uno y ama al otro? Miremos el versículo 2, por favor. «Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto».
Vemos claramente aquí cómo Jacob en sí mismo y Esaú en sí mismo no eran objeto del amor del Señor ni de su aborrecimiento, sino sus descendientes. Jacob es Israel y Esaú es Edom, el archienemigo de Israel, y figurativamente, de Edom salió Ismael, y de Ismael salió Mahoma. Por tanto, cuando las Escrituras dicen: «A Jacob amé; mas a Esaú aborrecí» creo que es en referencia a que amó a Israel y aborreció al Islam. Y también creo que es una profecía clara del porvenir. Y también, hemos de recordar que el libro de Malaquías fue escrito cientos de años después de la muerte de Jacob y Esaú.
Pues, durante el último segmento, miramos a Jacob y Esaú, dos niños, dos niños elegidos en la mente del Señor antes de la fundación del mundo para servirle en dos maneras muy distintas, y sin embargo, Malaquías nos explica esto al escribirlo en el tiempo y después de la vida y muerte de Jacob y Esaú.
Y así Pablo, en anticipación a una posible reacción a este concepto, y también con el deseo de explicar a los Romanos cómo funciona la soberanía del Señor, y la elección en general, nos dice lo siguiente en el versículo 14:
Capítulo 9, versículo 14: «¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera»
Es decir, ¡ni hablar! Una vez más, Pablo hace el papel de abogado defensor. Anticipó este tipo de pensamiento, es decir, la idea de que el Señor quizás sea injusto, y sin embargo, las Escrituras nos dicen que Dios no puede «ver el agravio» (Habacuc 1:13). Aborrece todo obrador de maldad. No se complace en la muerte del impío.
Y Pablo dice aquí, una vez más: «Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera» ¡Es imposible! Dios es puro, Dios es sin pecado, Dios es santo. Pero como Abraham, el gran patriarca del Antiguo Testamento, dijo en Génesis 18, versículo 25: «El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» Absolutamente. Es Su mundo y es Su universo. Es Dios y somos sus súbditos, y si somos nacidos de nuevo, somos sus hijos, coherederos con Él, coherederos con Cristo.
Ahora bien, ya hemos hecho la mitad del capítulo 9 de la Epístola a los Romanos, y el capítulo 9, como el capítulo 8, es un pasaje muy profundo, muy controvertido y frecuentemente malentendido. En el capítulo 9 descubrimos la palabra «elección» y cuando piensas en la palabra «elección» o el tema de la «elección» piensas en uno de dos puntos de vista. El primer punto de vista sería el de los calvinistas, que creen que el Señor eligió a las personas A, B y C antes de la fundación del mundo para ser salvas, y a las personas D, E y F para ser condenadas. Y ya os he mostrado en el capítulo 8 cómo ese no es el caso (miraremos el capítulo 9 en breve, los últimos versículos, claro).
Pero en último segmento, acabamos en el versículo 14, donde el apóstol Pablo hace la pregunta retórica «¿Que hay injusticia en Dios?» y él sigue diciendo: «En ninguna manera» El Señor es santo. El Señor no puede ver el agravio.
Pero una aclaración: descubrimos en los versículos 10, 11 y 12, como los dos hijos de Rebeca (Jacob y Esaú) aún sin haber nacido, ya habían sido elegidos para el servicio. Y en el capítulo 8, versículo 28, una vez más, nos dice: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados». Rebeca amó al Señor, y como resultado de su amor para el Señor, le permitió dar a luz a dos hijos: Jacob, claro está, llegó a ser Israel, y de Israel vino el Mesías. Esaú llegó a ser edomita. Y aquí ves dos reinos muy potentes: el pueblo de Israel y el pueblo de los edomitas. Y os he mostrado como Jacob llegó a ser Israel, «A Jacob amé» y cómo Esaú no solamente llegó a ser edomita, sino que de los edomitas salieron los ismaelitas, y de los ismaelitas salieron los de Mahoma ¡los musulmanes! Así que, «A Israel amé; mas al Islam aborrecí».
Pero el capítulo 8, versículo 28, me muestra claramente que Rebeca amaba al Señor. Fue mujer salva, y por tanto, el Señor Dios, utilizó su amor para Él y su fe en Él para producir dos hijos. Una vez más, el servicio y la salvación no son la misma cosa. Jacob fue llamado para el servicio, y creo que también fue salvo, pero Esaú fue llamado para servicio pero no creo que fuera salvo. El capítulo 11 de Hebreos habla muy claramente de Esaú. Ahora bien, para comenzar, unos pensamientos importantes en cuanto a la soberanía del Señor y cómo Él (es decir, Dios) hace que todas las cosas ayuden a bien para todos los que aman a Dios. Rebeca e Isaac, dos personas que fueron escogidas por el Señor Dios para hacer grandes cosas. Abraham dijo a Isaac que su simiente sería bendecida, y sin duda alguna, Isaac se lo transmitió a Rebeca. Si lo entendió o no en toda su plenitud, no se nos dice. No obstante, por fe tuvo dos hijos, de uno salió Israel y del otro salieron los edomitas.
Capítulo 9, versículos 15-16: «Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia».
Por favor, miremos Juan, capítulo 1. Miremos el versículo 11, por favor. «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios». Aquí, vemos la fuente del nuevo nacimiento.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 9. Es lo mismo. La fuente de la voluntad del Señor, la fuente de la elección del Señor. No el motivo de la elección, sino la fuente de la elección. Romanos capítulo 9, por favor. El versículo 15, una vez más: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca». El Señor quitó Su misericordia del rey Saúl, pero no lo hizo en caso del rey Salomón: Saúl murió de forma prematura, pero Salomón vivió hasta una edad muy avanzada. ¿Por qué? Porque Salomón fue hijo de David, el rey de Israel, y de David, y de Salomón, saldría el Señor Jesucristo. Saúl fue maldito y murió de forma prematura. No obstante, ¿murió y fue al infierno? No, creo que no. Pero murió de forma prematura porque el Señor le quitó Su misericordia y Su compasión.
Capítulo 9, versículos 17-22: «Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere tiene misericordia. y al que quiere endurecer, endurece. Pues me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques contra Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?»
Sí, claro. El Señor Dios es soberano. Esto es Su universo. Puede hacer con nosotros lo que decida hacer. El hombre fue hecho del barro de la tierra, y el hombre, según el capítulo 4 del Apocalipsis, fue hecho para la gloria de Dios.
Pero volvamos al versículo 17, que hace referencia a Faraón: «Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra». Romanos capítulo 8. El propósito de Dios se encuentra aquí en Faraón. Faraón fue pagano. El Señor Dios siempre sabía que Faraón iba a ser pagano. Nunca iba a ser salvo. Así que, Dios, por su presciencia y scientia media, utilizó el pecado de Faraón para Su gloria.
El versículo 18, una vez más: «De manera que de quien quiere tiene misericordia; y al que quiere endurecer, endurece». Es la prerrogativa de Dios.
Y en el versículo 19, Pablo anticipa la respuesta que recibirá de los Romanos, y contesta: «Pues me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque, ¿quién ha resistido a su voluntad?» Es una pregunta lógica. ¿Cómo puede condenar Dios al hombre, cuando el hombre está haciendo lo que Dios quiere que haga? Pero no es tan sencillo. Si tomamos a Faraón como ejemplo, vemos como Dios endurece el corazón de Faraón, y sin embargo, en otros momentos, Faraón endurece su propio corazón. Así que, Dios, mediante su presciencia, y Dios, mediante su scientia media, utiliza a Faraón para cumplir su voluntad, pero Faraón siempre iba a ir en contra de Dios desde la eternidad pasada. Dios no le eligió para ir en contra de Dios en la eternidad pasada, pero Dios permitió a Faraón, en el curso del tiempo, mediante el libre albedrío de éste, elegir su propio camino. Elegir su propia vida. Ser la persona que era. Y el Señor Dios utilizó tal hombre, es decir, Faraón, para cumplir su voluntad. Por ende, la voluntad de Faraón nunca fue anulada. Así que, el Señor Dios, como el Alfarero, teniendo el poder y la autoridad sobre el barro, tomó a Faraón, le levantó, y luego le destruyó.
El capítulo 50 del Génesis, una vez más: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien». La soberanía del Señor, una vez más, y el libre albedrío del hombre, una vez más, operan a la par. Y muchas veces, el barro no es consciente de lo que ocurre. El capítulo 11 de Juan es un buen ejemplo. Caifás era sumo sacerdote del Señor, pero no comprendió, no entendió las palabras que salieron de su boca, en referencia a la muerte del Señor Jesucristo para pagar no solamente por los pecados de Israel, sino por los pecados del mundo.
Así que, durante el último segmento descubrimos cómo el Señor Dios de la Biblia permite que las personas salvas y las no salvas le sirvan y reflejen su voluntad y su gloria en muchas ocasiones, sin darse cuenta. Y una vez más, es la prerrogativa del Señor. Esto es Su universo. Él hace las reglas. Fija la agenda. Somos sus súbditos, puro y duro.
Pero, para este segmento, quiero empezar en el versículo 21 y leerlo una vez más, porque el versículo 21 anticipa al 22 que anticipa al 23, que anticipa al 24:
Capítulo 9, versículos 21-24: «O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?»
No hay nada en los versículos 21 al 24 que nos hace entender que estas personas (vasos preparados para honra o vasos preparados para deshonra) fueran preordenadas para aquello antes de la fundación del mundo. ¡No! Dichas personas nacieron en el tiempo, y algunas dieron fruto y otras no. Algunas creerían en el Señor Jesucristo y otras no. Y el versículo 22 es la clave para entender los versículos 21, 23 y 24. El versículo 22, una vez más: «¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira, preparados para destrucción; y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, aun a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?»
En el versículo 22: «con mucha paciencia». El Señor no quiere que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. El último versículo que se encuentra en el capítulo 10: «Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor». ¿Por qué se molestaría en hacer esto si había elegido a las personas A, B y C antes de la fundación del mundo, sabiendo que todos los demás irían al infierno porque así lo había decidido Él? No tiene sentido alguno.
Como lo veo yo, la presciencia y la scientia media es la única manera de que todos estos temas tan profundos tendrían sentido. Su perspectiva alcanza desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, y ve a todos aquellos que viven en el tiempo: los que iban a creer en el Señor Jesucristo y los que no iban a creer en Él. En cualquier caso, recibe Él la gloria. Dios es el protagonista principal, no el hombre.
Pues, antes de comenzar con el versículo 25, que me llevará hasta el 33 y hasta el final del segmento, en el versículo 24 el apóstol Pablo nos dice, una vez más: «a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?» Siempre iba a llamar a los gentiles. El Señor es el Señor de los judíos y también de los gentiles. Los judíos fueron su vehículo en el Antiguo Pacto, y su deber era reflejar la majestad y el amor y la santidad del Señor Dios de la Biblia a sus vecinos gentiles.
Y te he mostrado como Mordecai y Esther lo hicieron en el Antiguo Testamento. Pero los judíos fallaron. Fallaron en masa. Los profetas del Antiguo Testamento nos dijeron que los judíos, en su mayoría, no creerían ni confiarían ni seguirían a sus líderes. Rechazaron al Señor Dios de la Biblia. Y debido a su fracaso, nosotros los gentiles somos injertados. Así que, el llamado que se encuentra aquí en el versículo 24 no es solamente para que los judíos crean en el Señor Jesucristo, sino también para los gentiles, y lo descubrimos en Juan capítulo 10, donde el Señor Jesucristo nos dice que tenía ovejas que no eran de este redil, es decir, los gentiles. Y por su muerte, sepultura y resurrección, y su ascensión posterior al cielo, los gentiles también reciben la oportunidad de ser salvos. Creo yo, encontrado aquí en el versículo 24, y también en los versículos 25 y 26.
Así que, para este segmento, comencemos en el versículo 25:
Capítulo 9, versículo 25: «Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada».
«Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo», en referencia a los judíos, principalmente. Algunos de los judíos creyeron, y algunos no. Los judíos que salieron en el Éxodo, los judíos que salieron de Egipto, fueron una multitud mezclada. Algunos creyeron y algunos no. Pero más allá, creo, una vez más, que hace referencia a los gentiles, a la Iglesia.
Capítulo 9, versículo 26: «Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente».
Una vez más, Juan 1:11: «A lo suyo [a los judíos] vino, y los suyos [los judíos] no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios». Así que, nosotros, la Iglesia, hemos sustituido al incrédulo Israel. Somos los hijos de Dios. Somos el pueblo de Dios. Profetizado en el Antiguo Testamento y cumplido en la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. Pero Dios no ha abandonado (de forma permanente) al pueblo de Israel. Más sobre el tema cuando lleguemos al capítulo 11.
Capítulo 9, versículos 27-28: «También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo; porque él Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud».
Es posible que el versículo 28 hace referencia a la corta vida del Señor Jesucristo, es decir, de 33 años.
Pero miremos el 29, por favor:
Capítulo 9, versículo 29: «Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendiente, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes».
Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su pecado de inmoralidad, maldad y lascivia. Israel también (si no fuera por la elección de Dios) hubiera podido ser destruido. Porque también fueron malvados. También cometieron pecados de inmoralidad y también sacrificaron a sus propios hijos a dioses paganos. Y debido a la misericordia del Señor y el remanente fiel de Israel que se encuentra en el versículo 27, y el descendiente posterior que se encuentra en el versículo 29, Israel no fue destruido, siendo el descendiente Isaac, siendo el descendiente Jacob, y siendo el descendiente en última instancia el Señor Jesucristo. ¡La misericordia del Señor es increíble! ¡Su majestad es gloriosa! El justo por la fe vivirá. Israel fue salvo por la fe. yo fui salvo por la fe. Y tú, si eres salvo, fuiste salvo por la fe. Y los versículos 30 al 33 nos explican el motivo por el cual Israel no fue salvo en masa, pero más sobre este en el siguiente segmento.
Capítulo 9, versículos 30-33: «¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado».
Solamente por la fe. Lo vimos en el versículo 16 del capítulo 1: «porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego». Pero los judíos quisieron salvarse por sus obras, ¡no por su fe en la obra terminada del Señor Jesucristo! Israel quiso permanecer bajo el Antiguo Pacto. Y lo vimos en el capítulo 7. Y ese camino no te puede salvar.
Y finalmente, el término para «piedra de tropiezo» y «roca de caída» encontrado en los versículos 32 y 33 hacen referencia al Señor Jesucristo. Él es nuestra Roca. No es Pedro en el capítulo 16 de Mateo, sino el Señor Jesucristo. Él, y solamente Él, es Mediador entre Dios y los hombres. Y una vez más, el versículo 33 acaba así: «Y el [judío o gentil] que creyere [el justo por la fe vivirá] en él, no será avergonzado». No morirás en tus pecados, sino que tendrás vida eterna. Una vez más: Dios es el protagonista principal.
En Apocalipsis, capítulo 4, encontramos lo siguiente en el versículo 11: «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas».
Así que, si no eres salvo, y quieres ser salvo, solamente has de clamar al Señor Dios y decir: «Señor, ¡ten misericordia de mí, un pecador!» Él es el Justo (lo cual significa sin pecado) y somos los injustos (lo cual significa que somos pecadores), pero Él, y solamente Él, nos llevará hacia Dios. Una vez más: ¡El justo por la fe vivirá!
CAPÍTULO 10
Capítulo 10, versículos 1-4: «Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree».
En muchas maneras, el capítulo 10 es la conclusión del capítulo 9, donde el apóstol Pablo dice que desearía ser anatema si significara que Israel se salvara. Y aquí, comienza el capítulo 10 con gran transparencia de corazón. «Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación». La voluntad del Señor es que todo hombre se salve, no solamente los elegidos, sino que se salve cada persona.
Y sigue en el versículo 2, diciendo que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Conocimiento de Dios. Conocimiento del Señor Jesucristo. El celo está bien, pero el celo sin fe, el celo sin fe en el Señor Jesucristo no tiene valor alguno. Y nos dice claramente que Israel ignora la justicia de Dios, lo cual significa la imputación de la justicia de Cristo, su bondad, su inocencia del pecado. El justo por la fe vivirá. Ignoran lo que logró el Señor Jesucristo en la cruz. Y por tanto, ¿qué hacen? Intentan establecer su propia justicia. La fe en obras. Sus obras y sus rezos.
Y en la última parte del versículo 3: «Porque […] no se han sujetado [eso es, Israel] a la justicia de Dios», siendo éste el Señor Jesucristo, claro. Ponte de rodillas. No puedes salvarte a ti mismo, y Él no te necesita para ayudarte a salvarte. Todo le pertenece. Y si acaso los versículos 1, 2 y 3 no fueran suficientemente claros, nos dice en el versículo 4: «Porque el fin de la ley es Cristo [el Mesías, el Escogido, el Justo] , para justicia a todo aquel que cree». ¡Judío o gentil! En Juan, capítulo 3, versículo 16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo [¡a todos!], que ha dado a su Hijo unigénito». ¡No es difícil!
Por favor, miremos el Salmo 49. Como he dicho, no puedes salvarte a ti mismo. Tu bondad, tu justicia, desde la perspectiva del Señor, son como trapos de inmundicia. Miremos el versículo 6, por favor. Salmo 49, versículo 6: «Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate (Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás)». No puedes redimir tu propia alma, en referencia aquí al purgatorio. Aquí, las Escrituras son muy claras. No puedes redimir el alma de tu hermano, ni tu propia alma, ni ninguna alma, lo cual significa que tus obras no te pueden salvar. Todo viene de Dios. Una vez más: Le pertenece todo. No necesita que hagas nada. Lo único que pide es que creas en Él. Una vez más: ponte de rodillas y di: «Dios, ten misericordia de mí, pecador». E incluso tus riquezas no te pueden salvar, visto aquí muy claramente en el versículo 6.
Un versículo más, antes de que finalice este segmento. Salmo 52. Miremos el versículo 7, por favor: «He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, Sino que confió en la multitud de sus riquezas, Y se mantuvo en su maldad». «Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Mateo 19:24). Te reitero: ponte de rodillas y di «Dios, ten misericordia de mí, pecador».
Capítulo 10, versículos 5-7: «Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos)».
En el capítulo 4, el apóstol Pablo cita a David y a Abraham, dos de los grandes hombres del Antiguo Testamento, que muy claramente demostraron en sus escritos cómo el hombre siempre ha sido salvo por la fe en el único Dios verdadero. Y aquí, Pablo cita a Moisés en el versículo 5, declarando claramente que aquellos que guardan la ley han de hacer todo lo que contiene la ley. Y en el libro de Gálatas, nos dice que si no guardas toda la ley, si no cumples todo, y si no obedeces cada aspecto de la ley, estás condenado.
Y los versículos 6 y 7, a mi parecer, son casi una refutación al catolicismo romano, su opinión blasfema de la transubstanciación, la doctrina que dice que el sacerdote, según ellos, invoca a Cristo de los cielos, cuando las Escrituras dicen aquí: «No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo)». ¡No puedes traer abajo a Cristo! ¡El sacerdote católico no puede traer abajo a Cristo durante la misa! Por lo tanto, la transubstanciación no tiene lugar en el Nuevo Testamento. No tiene lugar en la vida del cristiano bíblico, es decir, el cristiano nacido de nuevo.
Y en el versículo 7: «¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.)» No le puedes volver a subirle de los muertos. ¡Ha resucitado! ¡Y no puedes traerle abajo del cielo, porque ha ascendido! Ahora está sentado a la diestra de Dios. Su obra ha terminado. Se ha consumado su sacrificio y su propiciación. ¡Consumado es! En Juan, capítulo 19, versículo 30.
Claramente, en Romanos 10, versículos 1 al 7, queda absolutamente claro que el hombre no puede salvarse a sí mismo. El hombre no puede sobornar al Señor. El hombre está totalmente perdido sin Dios. Has de confiar en el Señor Jesucristo, y solamente entonces serás salvo y perdonado de tu pecado e irás al cielo cuando mueras. No al infierno, que es lo que mereces, sino al cielo.
Capítulo 10, versículos 8-9: «Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo».
En el versículo 8, el apóstol Pablo cita, con sumo cuidado y habilidad, al Antiguo Testamento, y sigue en el versículo 9, citándose a sí mismo. El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento unidos por dos puntos. ¿Por qué? Porque Pablo, con sumo cuidado y habilidad, muestra definitivamente que el hombre siempre se ha salvado por la fe. Miremos el versículo 8, por favor, una vez más. «Cerca de ti está la palabra [siendo la palabra el Verbo, es decir, el Señor Jesucristo, y siendo la palabra también la palabra escrita de Dios], en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos». ¿Quién más podría hacer esto? ¿Quién sino Pablo podría citar con tanta maestría al Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento con una diferencia tan sutil?
Y también, hemos de recordar y comprender que el Espíritu Santo es el autor de la Biblia, es decir, del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Es cierto que Moisés escribió Deuteronomio, y es cierto que Pablo escribió Romanos. Pero en última instancia, era el Espíritu Santo quien fue el Autor de toda la Biblia, los 66 libros. Pero miremos el versículo 9, por favor, con más detalle: «que si confesares» [singular: no tu iglesia, ni tu padre, ni tu madre, ni tu sacerdote, ni tu pastor, ni tu hermano, ni tu esposo, ni tu hijo), «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor [lo cual significa proclamar públicamente tu fe en el Señor Jesucristo], y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo». Una vez más: si confesares con tu boca que Jesús es el Señor [la palabra «Señor» aquí es kurios en el griego, lo cual significa deidad], y creyeres en tu corazón [una fe real, no un conocimiento intelectual sino una fe verdadera] que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. No irás al infierno cuando mueras, sino que irás al cielo. Una vez más, el justo por la fe vivirá. ¡Confía en Él! No podría ser más claro.
Así que, durante el último segmento miramos los versículos 8 y 9, y descubrimos dos cosas. En primer lugar, que hay una total coherencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Aunque el Antiguo Testamento fue escrito cientos de años antes del Nuevo Testamento, ambos se complementan. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo fue el autor de ambos Testamentos. Y también descubrimos, en el versículo 9, que un pecador, para ser salvo, ha de creer que Jesucristo es Dios y que Dios resucitó al Señor Jesucristo de entre los muertos. Dios el Padre le resucitó, Dios el Hijo se resucitó, y Dios el Espíritu Santo le resucitó.
Miremos el versículo 10, por favor:
Capítulo 10, versículo 10: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».
«Confesar» en el versículo 9, y «confesión» en el versículo 10. Una confesión pública de fe en el Señor Jesucristo: Romanos capítulo 4. Y una confesión interior de fe en el Señor Jesucristo: Santiago capítulo 2. Una vez más, el Señor mira el corazón. Santiago capítulo 2. Pero el hombre mira la apariencia externa. Romanos capítulo 4. Toda la Biblia encaja muy bien, como un puzzle, siempre y cuando traces bien la palabra de verdad.
Ya hemos llegado a punto medio del capítulo 10 de la Epístola a los Romanos. Se podría llamar también el «Capítulo de la Fe». Con sumo cuidado y habilidad, Pablo presenta cómo el hombre, para ser salvo, ha de creer que el Señor Jesucristo es Dios y que Dios le levantó de entre los muertos. En 1ª Corintios capítulo 15, Pablo también nos dice que si Cristo no resucitó, estamos aún en nuestros pecados y somos los más miserables. Por tanto, has de creer en la resurrección del Señor Jesucristo para ser salvo, además de creer en Su deidad. No le robes Su divinidad, Su deidad. ¡Jesucristo es Dios! Jesucristo no es Dios el Padre, no es Dios el Espíritu Santo, sino que es Dios el Hijo.
Para el segmento de hoy, comencemos, si me lo permites, en el versículo 11:
Capítulo 10, versículo 11: «Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado».
Isaías 28, en referencia al Señor Dios de la Biblia: Jehová Dios, Elohim, El Gibbor, Emanuel. Una vez más, la deidad, la divinidad del Señor Jesucristo se encuentra muy claramente aquí. Si pecas contra Dios, solamente Dios Mismo puede perdonarte. Por tanto, Jesucristo ha de ser Dios.
Miremos el versículo 12, por favor:
Capítulo 10, versículo 12: «Porque no hay diferencia entre judío y griego; pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan».
Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, y seguimos destituidos de la gloria de Dios. judío o gentil, no importa. Todos necesitamos un Salvador.
Capítulo 10, versículo 13: «porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo».
En el Antiguo Testamento, la palabra «Señor» siempre hace referencia a Jehová Dios. Volvamos al Antiguo Testamento, por favor. Isaías 28. Capítulo 2 de Joel. Y descubrirás que el apóstol Pablo está citando sus escritos, y éstos siempre hace referencia a Jehová Dios. Y Pablo dice que Jesús es Jehová Dios.
Capítulo 10, versículos 14-15: «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!»
Una vez más, el apóstol Pablo relaciona el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Pero dos puntos, por favor, en el versículo 14: «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?» Clama a Él y creer en Él para ser salvo.
Y en la última parte del versículo 14: «¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» Lo último que dijo el Señor en el capítulo 28 de Mateo y en el capítulo 16 de Marcos fue ir a todas las naciones y predicar el evangelio. El Señor Jesucristo envió a sus apóstoles al mundo, y en su lugar hemos sido enviados al mundo para predicar el evangelio del Señor Jesucristo.
Y diciendo esto, permíteme decir lo siguiente: en capítulo 1 de la Epístola a los Romanos, queda muy claro cómo el hombre es consciente del Señor Dios de la Biblia. El hombre tiene la revelación y tiene la creación y tiene una conciencia como demostración fehaciente de que Dios es Dios. No puede escapar el juicio de Dios. Incluso si vives en una parte del mundo donde aún no se ha predicado el evangelio, y las personas no han oído del Señor Jesucristo directamente, éstos no tienen excusa. ¿Por qué? Porque tienen una conciencia. Tienen la creación y tienen la revelación. Y en el versículo 15, como lo veo yo, se trata principalmente de aquellas personas que salen con la palabra de Dios. Como he dicho, una vez más, en el capítulo 1 se nos dice que todo el mundo, sea judío o gentil, no tiene excusa. Pero aquellos que salen con el evangelio han de ser encomiados.
Capítulo 10, versículos 16-21: «Mas no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los confines de la tierra sus palabras. También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; Con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor».
En el versículo 16, Isaías lamenta la falta de fe del pueblo de Israel. En el versículo 17, «la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». El llamado es al arrepentimiento, y mientras más escuches la palabra de Dios, más conocerás la palabra de Dios, y más grande será tu fe. El versículo 18 es en continuación al versículo 16, donde el apóstol Pablo cita el Salmo 19. Una vez más, solamente el apóstol Pablo podría citar de manera tan magistral el Antiguo Testamento y armonizarlo con el Nuevo Testamento. En el Salmo 19, el llamado al arrepentimiento llegó hasta los fines de la tierra. Aquí en el versículo 18, el apóstol Pablo había llevado el evangelio a los fines de la tierra, como había hecho Pedro, así como Juan y Santiago.
Ya llegado al versículo 19, cita a Moisés, y también les dice a los judíos de su generación, un pueblo incrédulo y de dura cerviz, que el Señor les provocaría a celos por un pueblo insensato, es decir, los gentiles, es decir, la Iglesia. Y finalmente, en el versículo 21, las Escrituras dicen: «Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor», eso en referencia a Israel. El Señor no quiere que ninguno perezca. Su amor para con Israel es incondicional. Sí, aquí es principalmente en referencia al remanente fiel, a la simiente que saldrá de Isaac. Sin embargo, su amor, su mirada es hacia Israel. No una vez, no dos veces, sino todo el día extiende sus manos a Israel. ¿Por qué? Porque les ama.
CAPÍTULO 11
Capítulo 11, versículos 1-5: «Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice la Escritura de Elías, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han destruido, y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero, ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia».
En los versículos 1 al 5, destaco dos puntos: El número 1: el apóstol Pablo lo deja muy claro cómo Israel en sí no ha sido abandonado. El Señor Dios siempre ha tenido un remanente fiel de judíos creyentes, desde los tiempos de Abraham hasta el final de la Gran Tribulación. Y el número 2: Elías también es nombrado como persona que no era el único fiel de su generación. Creía que era el único judío fiel en su generación, una generación apóstata y una generación incrédula. Pero las Escrituras dicen, no: «Me he reservado siete mil hombre, que no han doblado la rodilla delante de Baal» en referencia, una vez más, al servicio y no a la salvación.
La elección, por tanto, nunca es en referencia a la salvación de una persona o personas, sino siempre en referencia al servicio de una persona o personas. Y dichos pueblos fueron conocidos de antemano por Dios, versículo 2, mediante su presciencia, mediante el conocimiento del Señor, y su uso, creo, de lo que se llama «scientia media».
Capítulo 11, versículo 6: «Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra».
En el versículo 5, el apóstol Pablo dice que incluso en el tiempo presente hay un remanente de judíos creyentes según la elección de gracia. Por nombrar solamente unos pocos: Pedro, Pablo, Juan y Andrés. Había muchos judíos (Hechos, capítulo 2) que creyeron en el Señor Jesucristo y fueron salvos. Y más tarde, muchos de ellos fueron elegidos para el servicio. No fueron por sus obras (versículo 6), sino por la gracia de Dios.
Todo es por la gracia de Dios. Incluso en el capítulo 2 de Efesios, se nos dice: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros». Reitero: Dios es el protagonista principal. ¡Gracia, gracia, y gracia!
Así que, durante el último segmento descubrimos, en los versículos 1 al 6, del capítulo 11 de la Epístola a los Romanos, que el Señor Dios eligió y preservó siete mil hombres durante la vida del profeta Elías que no doblaron la rodilla ante la falsa imagen de Baal. Dichos hombres ya fueron salvos, pero el Señor les preservó para el servicio, y se lo reveló a Elías para animarle.
Ya en el Libro del Génesis, se cuenta la historia de un rey pagano que quiso pecar contra Dios. Y el Señor Dios dijo, no, te he detenido, no te he dejado pecar contra mí. El Señor Dios es todopoderoso. ¡Claramente!
Y cuando se trata de los elegidos del Señor, según la elección del Señor, no es poca cosa. Él puede hacer lo que decida hacer. Y aquí, decide intervenir y revelar a Elías cómo había siete mil hombres igual de fieles que él que no habían doblado la rodilla a la imagen de Baal. Y Elías fue enormemente animado, como también lo fue Pablo, encontrado aquí en el versículo 5. Incluso hasta el presente tiempo, hay un remanente fiel, según la elección de gracia. No solamente los apóstoles, claro, sino muchos más judíos que creyeron la Biblia, en el año 56 d.C., que habían sido apartados para el servicio. Una vez más, no para la salvación, sino para el servicio.
Capítulo 11, versículos 7-8: «¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy».
Para entender los versículos 7 y 8, hemos de hacer referencia al Antiguo Testamento. Por favor, miremos el Libro de Jeremías, capítulo 5, en particular el versículo 21: «Oíd ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye. ¿A mí no me temeréis? dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará? Se levantarán tempestades, mas no prevalecerán; bramarán sus ondas, mas no lo pasarán».
Miremos el versículo 23: «No obstante, este pueblo tiene corazón falso y rebelde; se apartaron y se fueron». Esto es en referencia a Israel, en primer lugar, durante los tiempos de Jeremías, pero al final, durante los tiempos de la venida del Señor Jesucristo. Profetizados aquí en el Libro de Jeremías. Decidieron rechazar al Señor Jesucristo en el tiempo, y por tanto, en su presciencia, el Señor Dios les ha juzgado.
Así que, en el último segmento, estuvimos leyendo los versículos 7 y 8 de Romanos capítulo 11, y miramos el Libro de Jeremías para ver cómo este profeta del Antiguo Testamento profetizó cómo el pueblo de Israel respondería de forma colectiva y universal cuando llegara el Señor Jesucristo. ¡Con incredulidad! Bastante similar a los pueblos del Antiguo Testamento cuando sus profetas les pidieron arrepentirse. Y como resultado del rechazo del Señor Jesucristo por parte del pueblo incrédulo de Israel, el Señor Dios (tal como hizo con Faraón) endureció su corazón.
Pero a causa del remanente fiel y creyente que iba a creer en el Señor Jesucristo en el futuro, descubrimos lo siguiente en el capítulo 13 de Mateo, versículo 13, donde Jesús dice: «Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden». El Señor tuvo que hablar en parábolas al pueblo de Israel, porque básicamente sólo iba a creer en Él una parte muy pequeña, y por tanto, a causa de los elegidos, el Señor Jesucristo decidió usar parábolas. El resto del pueblo incrédulo de Israel estaba bajo el juicio. En el capítulo 5 de Jeremías, y también en el capítulo 6 de Isaías.
Y así, Dios, viendo de antemano esta traición, mediante su presciencia, inspiró al rey David a escribir lo siguiente.
Miremos el versículo 9, por favor:
Capítulo 11, versículos 9-10: «Y David dice: Séa vuelto su convite en trampa y en red, En tropezadero y en retribución; Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales su espalda siempre».
Aquí, el Señor Dios les exige responder (al pueblo incrédulo de Israel) por su falta de fe en el Mesías de Israel. Decidieron rechazarle por su propia voluntad. No fue la decisión de Dios, no fue la voluntad de Dios que el pueblo de Israel le rechazara de forma universal. Pero fue profetizado en el capítulo 6 de Isaías y en el capítulo 5 de Jeremías cientos de años antes del nacimiento y de la muerte y sepultura del Señor Jesucristo. Triste y trágicamente, tales judíos murieron en sus pecados. Su decisión, tal como he dicho. Nadie les obligó a rechazar al Señor Jesucristo. Nadie les obligó a ser incrédulos o inconstantes o apóstatas. Dios, viendo lo que iban a hacer, encargó a los profetas del Antiguo Testamento escribir lo que iba a ocurrir cuando el Señor Jesucristo llegara a la tierra. Una vez más, fue su propia decisión. Decidieron rechazarle. No lo decidió el Señor Dios, sino la humanidad.
Capítulo 11, versículos 11-16: «Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio, por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos. Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas».
En Romanos 11:11, queda muy claro que los judíos no han tropezado de forma permanente. Temporalmente sí, pero no para siempre. Y por su caída, nosotros (la Iglesia creyente) ha sustituido a Israel de forma temporal. Y ahora, nos toca a nosotros provocarles a celos para que también se arrepientan y crean en el Señor Jesucristo para ser salvos.
En el versículo 14, Pablo el evangelista una vez más comparte su corazón. Quería que sus compatriotas se salvaran. Capítulo 9 y capítulo 10: y aquí dice que desea provocarles a celos, es decir, envidia, «los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos». Pablo era un evangelista. Tú has de ser evangelista. Todos ganamos almas para el Señor Jesucristo. Nuestro papel, nuestro ministerio, puede variar, pero si somos salvos, también querremos ver a nuestros amigos y familia también salvos.
En el versículo 15, dice, «Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?» Obviamente, no una resurrección física aquí, sino una resurrección espiritual. Y en el versículo 15, queda muy claro que el Señor Dios de la Biblia aún no ha acabado con Israel. Una vez finalizada la era de la Iglesia, Dios se centrará otra vez en Israel, la casa de Jacob. Y pido a cualquier supuesto cristiano que equivocadamente crea que la Iglesia ha sustituido a Israel para siempre, idea puramente antisemita, que mirara el versículo 16 con cuidado: «Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas». Siendo la raíz Israel. La raíz es santa, y estamos injertados en la raíz.
Capítulo 11, versículos 17-18: «Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti».
Si no hay judíos, no hay Jesús. La salvación viene de los judíos. La raíz es Israel, y hemos sustituido a Israel de forma temporal, esto es cierto. Pero esto es sólo temporal. Un día con el Señor es como mil años, es decir, el tiempo no tiene significado alguno. El tiempo no es relevante para el Señor. No te jactes. No te burles. No te rías de los judíos porque no creen. Sí, les hemos sustituido de forma temporal. Sí, somos el pueblo de Dios de forma temporal. Pero una vez más: si no hay judíos, no hay Jesús. Si no hay Jesús, no hay salvación.
Capítulo 11, versículos 19-21: «Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará».
Es verdad: el Señor, de forma figurativa, ¡cortó el árbol! Es verdad: el Señor, de forma figurativa, ¡maldijo el árbol! En el Evangelio de Mateo, se encuentran descritas dos ocasiones. En el capítulo 3, donde Juan el Bautista nos dice que «el hacha está puesta a la raíz de los árboles», y a continuación nos dice que «todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego».
Y en el capítulo 21 de Mateo, vemos el árbol que maldijo el Señor Jesucristo. Miremos el versículo 19, por favor: «Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera». Este árbol es ilustración del Israel apóstata e incrédulo. Y aquí, fue maldito por el Señor Jesucristo. ¿Por qué? Porque era estéril.
Por favor, volvamos a Romanos, capítulo 11. Ahora bien, muy rápidamente, antes de finalizar este segmento. Entre el versículo 18 y el 21: la raíz es Israel y las ramas son Israel, pero nosotros los gentiles, nosotros la Iglesia, somos injertados. Somos el equivalente a un olivo silvestre. Y por tanto, Pablo nos advierte de cómo el Señor Dios no tardó en cortar las ramas, refiriéndose al Israel incrédulo.
Y en el versículo 20, dice: «tú por la fe estás en pie». «El justo por la fe vivirá». Pero «No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios [versículo 21] no perdonó a las ramas naturales [¿Por qué? Porque no iban a creer en el Señor Jesucristo. Querían salvarse por su fe y sus obras, y no es como funciona], a ti tampoco te perdonará».
Como los gálatas, como los corintios, dos grupos distintos de personas que fueron salvos pero que a veces quisieron volver a la ley. Cayeron de la gracia. Y Pablo dice: ¡no hagas esto! Pablo está advirtiendo a los gentiles. Pablo está advirtiendo a la Iglesia. El versículo 21, una vez más: «Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales [Israel], a ti tampoco te perdonará». Tened cuidado, amigos míos. ¡No caigáis de la gracia!
Capítulo 11, versículo 22: «Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado».
La palabra cortado puede significar matar a alguien. Como es el caso de Ananias y Safira, en Hechos capítulo 5. El pecado conlleva a la muerte. Sólo has de mirar a los corintios, los cristianos carnales. Fueron salvos, pero habían caído de la gracia. No quisieron arrepentirse, así que el Señor les cortó. No perdieron su salvación, pero perdieron su vida. En el versículo 22, también creo que el apóstol Pablo está argumentando una vez más que Jesucristo es el único camino a la salvación. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6). Hay un solo mediador entre Dios y los hombres (1ª Timoteo 2:5). En Juan 6:66 (un número curioso), nos explica que muchos de sus discípulos ya no andaban con Él. 1ª Juan capítulo 2: salieron de nosotros porque no eran de nosotros. ¿Dónde se habían ido? Otra vez a la ley.
En el capítulo 7, ya hemos visto que somos muertos a la ley. Somos muertos al pecado. No estamos bajo el Antiguo Pacto, sino estamos en el Nuevo Pacto. Y también en el versículo 22, no se refiere al pecado imperdonable. ¿Aún lo dudas?
Miremos el versículo 23, por favor:
Capítulo 11, versículo 23: «Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar».
En el versículo 23, la palabra clave es «incredulidad». Israel incrédulo. El peor pecado que puede cometer un judío o un gentil es el pecado de la incredulidad. El versículo 23, una vez más: «Y aun ellos [Israel], si no permanecieren en incredulidad [refiriéndose a la Persona del Señor Jesucristo] serán injertados [las ramas fueron cortadas, pero el Señor puede volver atrás], pues poderoso es Dios para volverlos a injertar». Él es todopoderoso, puede hacer todo aquello que decida. Habló por boca de un asna. Hizo el mundo en seis días. Puede volverlos a injertar, si creen en el Señor Jesucristo.
Capítulo 11, versículo 24: «Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?»
Aquí, un árbol representa a Israel. No muchos árboles (plural), sino un solo árbol. «En Isaac te será llamada [singular] descendencia» (Génesis 21:12). Y en Isaac, una vez más, viene el Señor Jesucristo. En el versículo 16, también descubrimos que las primicias son santas. Y si las primicias son santas, también lo es la masa, y si la masa es santa, también lo es la raíz. No dice raíces (plural), sino raíz (singular). Así que, el árbol (que representa Israel) es el único medio que tiene Dios para alcanzar la humanidad.
Una vez más, no podemos escapar el hecho de que Israel es bendecido, Israel ha sido preservado e Israel era el origen de la salvación. La salvación viene de los judíos. Y si eres una persona salva, has de dar las gracias a Israel, porque la raíz de tu fundamento es judía. Jesucristo es el fundamento de la Iglesia. Estamos edificados sobre Él. Y este árbol, una vez más, representa a Israel, y este árbol representa la exclusividad del Señor Jesucristo. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
¿Quieres ser salvo? Cree en el Señor Jesucristo. Ponte de rodillas y di: «Dios, ten misericordia de mí, pecador». Y te salvará en el momento que clames a Él para ser salvo.
Pero el tema principal en dichos versículos, en el capítulo 11 (en mi opinión) es cómo la raíz, y las ramas, y las primicias son totalmente judíos. Una vez más: si no hay judíos, no hay Jesús. Si no hay Jesús, no hay salvación. El antisemitismo, por tanto, ha de ser descartado. Y además, el Señor no ha descartado a Israel. En referencia al remanente fiel, 144.000 judíos tendrán el cometido de predicar el evangelio en todo el mundo.
Pues, ¡hemos de dar gracias al Señor Dios de Israel! Por la caída de los judíos, por la incredulidad de los judíos, nosotros los gentiles, nosotros (la Iglesia creyente), hemos sido injertados. Así que, de momento, representamos el verdadero pueblo de Dios. Pero al final de la era de la Iglesia, una vez ocurrido el rapto, el Señor Dios vuelve al pueblo de Israel. Es el Señor Dios de Israel, y Su amor por ellos es eterno e incondicional.
Capítulo 11, versículo 25: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles».
En referencia, creo, al final de la era de la Iglesia. No debéis ser arrogantes en vosotros mismos.
En el versículo 20: No te ensoberbezcas. No te enaltezcas, antes teme. «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová» (Proverbios 9:10). Estás en pie por la fe. El versículo 20 también. «El justo por la fe vivirá». Fuiste salvo al creer en el Señor Jesucristo. Y fuiste capaz de ello porque los judíos cayeron de forma temporal en incredulidad. En el versículo 25: Es un misterio, algo que no fue revelado hasta que Pablo fue llamado para servir al Señor Jesucristo. En el capítulo 9 de Hechos, Pablo no fue elegido para servir al Señor Dios de la Biblia antes de la fundación del mundo, sino que fue elegido para servir al Señor una vez creyó en el Señor Jesucristo. También en el versículo 25, dice que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte. Claro está, no es un endurecimiento físico, sino espiritual. Y dice que ha acontecido solamente en parte. Habían muchos judíos creyentes que de hecho creyeron en el Señor Jesucristo, e incluso hoy día hay muchos más judíos creyentes en todo el mundo que creen en el Señor Jesucristo.
Pero para mí, el tema principal del versículo 20 al 25 sería lo siguiente: Jesucristo es el único sacrificio que Dios aceptará. Era el Cordero de Dios, perfecto y sin pecado alguno. Y por Su preciosa sangre, somos salvos. Pero el problema fue que muchos judíos volvieron a la ley. Abandonaron la sencillez que se encuentra en Jesucristo. Y como resultado, el Señor Dios se separó de ellos. Para repetir, ¡no hay otra manera para ser salvo!
Por favor, miremos 2ª Corintios, capítulo 11. Miremos el versículo 1, por favor: «¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo». Aquí descubrimos, por tres versículos sencillos, que no hemos de caer en incredulidad.
No permitas que el diablo te robe la sencillez que se encuentra en el Señor Jesucristo. Ocurrió en el capítulo 6 de Juan: muchos de sus discípulos ya no andaban con Él. En Romanos capítulo 11, el apóstol Pablo dice: ten cuidado, muchos de los judíos cayeron y el Señor se separó de ellos como resultado. ten cuidado, por lo tanto, que no te ocurra a tí.
Capítulo 11, versículos 26-27: «y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados».
No todo Israel sin excepción será salvo, sino todos aquellos de Israel que creen en el Señor Jesucristo. Aquí, se hace referencia al remanente creyente, es decir, aquellos que el Señor va a preservar, mediante su presciencia y mediante la scientia media. Y entre este grupo de judíos salvos y sellados, ciertamente se encuentran los 144.000 evangelistas varones judíos, elegidos y preservados y sellados para el servicio durante la Gran Tribulación.
También en los versículos 26 y 27, se encuentra lo que se llama una «profecía de cumplimiento en etapas». Los profetas del Antiguo Testamento escribieron sobre la primera venida del Señor Jesucristo y también sobre su segunda. Muchos judíos se salvaron cuando vino la primera vez, pero muchos más se salvarán en su segunda venida.
Así que, si aún quedan dudas sobre el tema del apóstol Pablo, mira los versículos 26 y 27 una vez más: «Vendrá el Libertador [el Señor Jesucristo] de Sion [Israel], Que apartará de Jacob [siendo Israel, claro] la impiedad». El versículo 27 otra vez: «Y éste será mi pacto con ellos [los judíos], Cuando yo quite sus pecados [en referencia a Israel, claro]».
Vino por primera vez, Hechos capítulo 7. Estaba de pie y preparado para volver a Israel. Pero los judíos como pueblo le rechazaron, así que el evangelio pasó a los gentiles. Y ahora Jesús está preparado para volver, pero no volverá hasta el final de la era de la Iglesia. No volverá hasta el final de la Gran Tribulación.
Pero una vez más, va a volver a Jacob. Volverá a Israel, y cada judío que cree en Él (versículo 26) será salvo. Muchos judíos serán salvos durante la Gran Tribulación, de hecho, muchos más que se salvaron en Hechos capítulo 2 en el día de Pentecostés.
Capítulo 11, versículo 28: «Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres».
Es cierto, los judíos crucificaron y rechazaron al Señor Jesucristo. Es cierto, los judíos rechazaron muchos de sus profetas y de sus reyes en el Antiguo Testamento, e incluso rechazaron a Dios. Quisieron que Saúl reinara sobre ellos, cosa que rompió el corazón del Señor. Y es cierto, aún hay una sinagoga de Satanás hasta hoy día.
Y sin embargo, nosotros como cristianos bíblicos, hemos de amar a los judíos. ¿Por qué? Porque son amados a causa de sus padres. A causa de Abraham, a causa de Isaac, a causa de Jacob. El Señor ama a Israel. Es cierto, rechazaron a la gran mayoría de los profetas y reyes del Antiguo Testamento. Es cierto, rechazaron al Señor Jesucristo. Y es cierto, son enemigos por causa del evangelio, porque lo hacen en ignorancia, algunos por voluntad propia y otros, no. No obstante, hemos de amarles a causa de sus antepasados.
Capítulo 11, versículos 29-32: «Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos; así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos».
En el versículo 15 del capítulo 9, las Escrituras dicen: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca». Y dos capítulos después (la interpretación también está en las Escrituras): «Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos». ¿Por qué? Por lo del versículo 29: «Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios».
Su amor por Israel (una vez más) es eterno, y es incondicional. Y en los versículos 30 y 31, ¡cuenta tus bendiciones! Debido a su incredulidad, hemos sido injertados, nosotros los gentiles, nosotros la Iglesia, para provocarles a celos. Perdieron la misericordia de Dios por su propia voluntad como resultado de su incredulidad. Pero nosotros, los gentiles, la Iglesia, hemos recibido la misericordia de Dios. ¡Alabado sea Dios! Una vez más, ¡cuenta tus bendiciones y da gracias a Dios porque te ha salvado.
Con esto, casi hemos acabado el capítulo 11 de Romanos. Lo podemos llamar «el capítulo de las segundas oportunidades». El Señor Dios mostró su amor hacia Israel, y también mostró su amor hacia la Iglesia. Si no eres salvo, puedes ser salvo. «El justo por la fe vivirá». Si no eres salvo, solamente has de ser humilde y decir: «Dios, ten misericordia de mí, pecador». Y si invocas Su nombre, te salvará en aquel mismo momento. La benignidad y amor del Señor para Israel era magnífico. Y una vez más, por su caída, por su tiempo de incredulidad, hemos sido injertados los gentiles, la Iglesia. Aun así, no hemos de ser jamás culpables de orgullo y de autojustificación. Los judíos intentaron salvarse mediante su fe y sus obras, pero somos salvos solamente por la fe.
Capítulo 11, versículos 33-36: «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén».
En el versículo 34, claramente se encuentra una pregunta retórica. ¿Quién ha entendido la mente del Señor? Nadie. ¿Quién ha sido su consejero? Nadie. El versículo 33 casi cita Deuteronomio 29:29: «Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios». Nunca entenderás completamente quien es el Señor Dios de la Biblia, pero has de creer en Él. Has de confiar que Él va a hacer lo que dijo que haría.
Y sería interesante leer el versículo 36 una vez más: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén», en referencia a la deidad del Señor Dios. Es omnipresente, es omnisciente y es omnipotente. Es todopoderoso. Sabe todo. Está en todo lugar al mismo tiempo, y conoce los pensamientos de toda la humanidad. Así que, ven a Él y confía en Él, y Él te salvará perpetuamente. Merece ser adorado.
CAPÍTULO 12
Capítulo 12, versículos 1-2: «Así que, hermanos os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».
En el versículo 1, Pablo dice: «Así que, hermanos [hermanos y hermanas] os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo». «Sed santos, porque yo soy santo». (1ª Pedro 1:16). Hebreos 12:14 deja claro que sin santidad, ningún hombre verá a Dios.
Y en la última parte del primer versículo, dice, «que es vuestro culto racional», lo cual significa que algo se espera de ti. Es lo mínimo que has de hacer. ¿Por qué? Porque Dios es santo. Y si te ha salvado, espera de ti santidad. Espera que seas un buen ejemplo. ¿Por qué? Porque la misericordia de Dios fue temporalmente quitada de los judíos. Pero nosotros, los gentiles, hemos sido injertados debido a su incredulidad.
Y las Escrituras pasan a decir cómo debemos continuar en Su bondad, en Su santidad. En caso contrario, también seremos cortados. No perderemos la salvación, pero podríamos perder la vida. Y te he mostrado en un segmento anterior cómo Ananías y Safira fueron cortados. Perdieron su vida, pero no perdieron su salvación.
Volviendo al versículo 1: ¿cómo se espera de nosotros continuar en presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo? Es algo que hemos de hacer cada día de la semana. Por favor, miremos Mateo capítulo 5. Los católicos romanos creen que si golpeas el cuerpo, si pegas al cuerpo, y si privas el cuerpo, puedes sujetar el cuerpo, que de alguna manera podrás mantener los deseos de la carne a una distancia. Pero los deseos y el pecado tienen su origen dentro, no fuera.
Miremos Mateo, capítulo 5, versículo 27: «Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio: Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno».
Aquí, el Señor Jesucristo está describiendo el pecado. No nos dice inmolarnos físicamente, quitándonos las manos o los ojos. ¿Por qué? Porque repito: los deseos tienen su origen dentro, no fuera. Si tomas cada versículo de la Biblia como estrictamente literal, eres culpable de un excesivo literalismo. Y como he dicho, la Iglesia Católica, especialmente el Opus Dei, cree que si golpean el cuerpo, si pegan al cuerpo, y si privan el cuerpo, pueden tratar el problema del pecado, que pueden tratar el problema de los deseos carnales. Pero no es así cómo se hace.
Por favor, volvamos a Romanos capítulo 12. La mejor manera de armonizar Mateo capítulo 5 y Romanos capítulo 12 es mirar en más detalle el versículo 2: «No os conforméis a este siglo; sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».
¿Cómo lo puedes hacer? Con la lectura de la Palabra de Dios. ¿Cómo podrías saber la voluntad de Dios si no conoces la Palabra de Dios? Has de meditar en las Escrituras absolutamente cada día. Así consigues controlar la carne y así consigues la victoria sobre el pecado. Y esto es lo que Pablo quiere decir cuando dice presentar vuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios. ¡Meditar, meditar y meditar!
Así que, durante el último segmento miramos el problema del pecado y de los deseos carnales. Y te he mostrado en Mateo capítulo 5 lo serio que consideraba el Señor Jesucristo el pecado. Y dijo: saca los ojos y corta las manos. Pero no literalmente, claro. ¡En un sentido espiritual y en un sentido figurativo!
Así que, volvemos a Romanos capítulo 12 para ver cómo hemos de conseguir la victoria sobre el pecado, cómo hemos de conseguir la victoria sobre los deseos, o sobre el pecado en general. No importa. Y Pablo nos dijo renovar nuestras mentes diariamente con la lectura de la palabra de Dios, es decir, leer las Escrituras cada día. ¡Meditar, meditar y meditar. No suprimas el pecado. No suprimas tus sentimientos, sino llévalos al Señor Jesucristo! Sométete a Él y a continuación, vuelve a la palabra de Dios. Lee las Escrituras. Es la única manera para conseguir paz y poder en tu vida.
Pero para el segmento de hoy, comencemos, si me lo permites, en el versículo 3:
Capítulo 12, versículo 3: «Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno».
Humíllate y erradica el problema de la soberbia. Capítulo 11, versículo 20: «No te ensoberbezcas, sino teme». «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia» (Proverbios 9:10).
Santiago capítulo 4, versículo 6: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes». El diablo cayó por el pecado de la soberbia. Ten cuidado que no caigas por el pecado de la soberbia.
Y finalmente, la última parte de Romanos capítulo 12, versículo 3: «sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno». Hay diferentes tipos de fe, y hay diferentes tipos de llamados y de ministerios. Algunas personas son llamadas a ser evangelistas, otras son llamadas a ser maestros de la Palabra, y otras son llamadas a ser predicadores en la calle. Muchos llamados, pero no el mismo ministerio.
Así que, en el último segmento, acabamos en el versículo 3 de Romanos capítulo 12, donde el apóstol Pablo nos dijo: nosotros «conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno». Aunque es verdad que todos somos llamados y salvados de la misma manera, es poco común que dos personas lleguen a tener el mismo ministerio. La salvación, por tanto, es una cosa, mientras que el servicio es totalmente otra cosa.
Miremos el versículo 4, por favor:
Capítulo 12, versículos 4-8: «Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría».
En los versículos 4 al 8, se deja muy claro cómo el Señor Dios de la Biblia prepara a personas salvas de diferentes maneras. La salvación es una cosa, el servicio es otra. No hay dos personas que tendrán el mismo llamado o ministerio. Es poco común, como he dicho, que dos personas tengan el mismo llamado. En los versículos 4 al 8, se deja muy claro cómo todos tenemos al menos un don para poder servir al Señor.
Capítulo 12, versículos 9-14: «El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación, constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis».
Los versículos 9 al 14 casi parecen, casi suenan, casi se sienten como las palabras del Señor Jesucristo durante su famoso «Sermón del Monte». Y claro, el Sermón del Monte era principalmente para los judíos bajo la ley. Pero aquí, Pablo nos habla a nosotros (los gentiles) en la era de la Iglesia. Las Escrituras con las Escrituras, y puedes armonizar las diferentes partes del Nuevo Testamento con facilidad. La ley y la gracia. Los evangelios y las epístolas.
Mateo capítulo 5, miremos el versículo 11. «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo».
Volvamos al capítulo 12 de Romanos. Miremos el versículo 12 otra vez, por favor: «Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración». Regocijaos en el Señor siempre. En el versículo 13: «Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad». Si puedes ayudar y apoyar a alguien en necesidad, ¡debes hacerlo! «La fe sin obras está muerta» (Santiago 2:26).
Capítulo 12, versículos 15-21: «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándose con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal».
Vuelve la otra mejilla. Una vez más, aquí Pablo está en armonía con el Sermón del Monte. En el versículo 19: «porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor». No es fácil volver la otra mejilla. No es fácil perdonar a alguien que te ha hecho mal. Pero, ¡has de hacerlo! El Señor va a derramar su furor sobre sus enemigos en el momento que Él elija.
En el versículo 15: «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran». Reírse con el mundo, y el mundo se ríe contigo; llora, y llorarás solo. Pero aquí, Pablo deja claro que nosotros, la Iglesia, ha de gozarse los unos con los otros, la Iglesia, ha de llorar los unos con los otros.
En el versículo 16: Humíllate otra vez. Erradica tu orgullo. Ponte al nivel de los humildes. Olvídate de las personas de mejor clase y de mayores riquezas, ponte al nivel de los humildes. ¡Ponte de rodillas y humíllate! En el versículo 18: sé un buen vecino si puedes. En el versículo 20: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, ¡dale de beber! El capítulo 25 de Mateo también hace eco de lo que el apóstol Pablo nos dice aquí.
Y en el versículo 21, una vez más: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal». Vuelve la otra mejilla. Supera la situación. Deja que tu testimonio brille en el mundo.
Y finalmente, antes de concluir el capítulo 12, a partir del versículo 9, hay algo que me olvidé de mencionar durante el último segmento. El apóstol Pablo nos dice: «El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno». Defiende lo que es bueno y defiende la piedad, y al mismo tiempo, rehúye el pecado y desenmascara todo lo que es maldad.
CAPÍTULO 13
Capítulo 13, versículo 1: «Sométase toda persona a las potestades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las potestades que hay, por Dios han sido establecidas».
Seas salvo o no, el Señor Dios de la Biblia espera que todos se sujeten a las potestades. Los gobiernos son ordenados por el Señor Dios de la Biblia.
Por favor, miremos Juan capítulo 19. Miremos el versículo 10, por favor: «Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene».
Por favor, miremos Daniel capítulo 2. Miremos el versículo 19: «Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo. Y Daniel habló, y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz».
Por favor, volvamos a Romanos capítulo 13. El versículo 1, una vez más: «Sométase toda persona a las potestades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas». En el capítulo 19 de Juan, leemos como el Señor Jesucristo estaba de pie en la presencia de Pilato, el gobernador de Israel. Y dice a Pilato: ninguna autoridad tienes que no fuera dada de arriba.
El Señor Dios de la Biblia está totalmente soberano. En Daniel capítulo 2, dice lo mismo, cómo el Señor Dios cambia los tiempos y las edades, e incluso quita reyes y pone reyes. El Señor Dios puede hacer lo que decida hacer.
Así que, asegúrate de que no eres anarquista. Como un niño está sujeto a sus padres, y sus padres están sujetos a sus empleadores, así también has de estar sujeto al estado. De todos modos, brevemente añado lo siguiente: cuando el estado te dice hacer algo que la palabra de Dios te dice no hacer, has de seguir la palabra de Dios. Has de seguir tu conciencia.
Durante el último segmento, estuvimos mirando como el Señor Dios de la Biblia ha puesto las potestades. Todos los gobiernos del mundo están bajo Su control. Por regla general, los gobiernos no están compuestos de personas salvas. Por regla general, los políticos en todo el mundo no son personas salvas. No obstante, están en sus puestos por el decreto del Señor. Y te he dicho como las Escrituras dejan claro cómo hemos de obedecer a los que están en autoridad.
Por favor, miremos Hechos capítulo 5. Empecemos el segmento de hoy con el versículo 26: «Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñáseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».
Por favor, miremos Mateo capítulo 12. Miremos el versículo 18: «He aquí mi siervo, a quien he escogido: Mi Amado, en quien se agrada mi alma: Pondré mi Espíritu sobre él, Y a los gentiles anunciará juicio. No contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz». No será anarquista, no será alguien que causaría una desobediencia civil. El Señor Jesucristo vino para morir por los pecados del mundo. No vino para fomentar una revolución. No vino para derrocar los gobiernos del mundo. No vino para abolir el capitalismo.
Por favor, volvamos a Romanos capítulo 13. Una vez más: has de someterte al gobierno. El capítulo 5 de Hechos deja claro que cuando las palabras de los hombres son contrarias a la palabra de Dios, has de someterte a la palabra de Dios. Los hombres vienen y van, pero el Señor Dios no cambia jamás. «Porque yo Jehová no cambio». (Malaquías 3:6)
Capítulo 13, versículo 2: «De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos».
Es decir, ¡el juicio! Si no te sometes a las autoridades, serás castigado. ¡Así de sencillo! Si infringes la ley, por ejemplo, serás arrestado y llevado a la cárcel. Tienen el derecho y la autoridad, desde el cielo, para hacerlo.
Capítulo 13, versículos 3-4: «Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo».
En el versículo 3: Los gobiernos, aquellos en autoridad, no están allí para causar terror en aquellos que hacen bien, sino para castigar a los que obran mal. Y Pablo dice que si no quieres temer el poder del gobierno, has de hacer bien, y cuando haces bien, ¡te alabará! Y el versículo 4 es fascinante: «Porque es servidor de Dios para tu bien».
Puede ser el primer ministro, el presidente, el rey o la reina. No importa. Son ministros de Dios, ordenados por Dios. Y sigue, diciendo: «Pero si haces lo malo, teme; [¿por qué?] porque no en vano lleva la espada, pues es [presidente, rey, primer ministro o reina] servidor [siervo] de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo».
O sea, está absolutamente claro. Las potestades son ordenadas de Dios. Tienen el derecho de hacer lo que hacen. Quizás vives en un país lejano donde los líderes de tu nación ni siquiera creen en el Señor Dios de la Biblia. No importa. Están allí solamente por su decreto. Miremos 1ª Pedro, por favor. Capítulo 2, versículo 17: «Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey». Miremos 1ª Timoteo capítulo 2, versículo 1: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad».
Toda la Biblia lo deja claro: has de someterte a las autoridades y orar por aquellos que están en autoridad. No importa, como he dicho, si creen o no en el Señor Jesucristo. No importa si es un gobierno piadoso o un gobierno impío. Has de orar por ellos porque Dios les ha ordenado como sus ministros.
Capítulo 13, versículos 5-7: «Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los impuestos; porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis; al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra».
El versículo 6 es sencillo: si no hay impuestos, no hay estado. El Señor Dios de la Biblia es un Dios de orden, no de confusión. La Biblia, por tanto, es un libro de sentido común. Pero has de usar tu sentido común cuando lees la palabra de Dios.
En el versículo 5: Has de someterte al estado, no solamente por tu conciencia, sino también por la ira. Porque si infringes la ley, serás juzgado y en algunos casos (versículo 4) ¡incluso podrías sufrir la pena de muerte!
Y finalmente, en el versículo 7: «al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra». Pablo, cuando se encontró con las autoridades, mostraba gran respeto. También se mostraba amable y cortés. Cierto, llamó pecado al pecado; y también predicó la santidad y la justicia cuando pudo, pero sobre todo, apreció que las potestades fueron ordenadas por el Señor Dios de la Biblia.
Capítulo 13, versículo 8: «No debáis a nadie nada, sino amaos unos a otros, porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley».
Este amor surge una vez hayas nacido de nuevo. Antes de nacer de nuevo, estabas muerto en tus delitos y pecados, pero en el momento que el Señor te regeneró, te dio un nuevo corazón y ya puedes amar a los hermanos y puedes amar también a los perdidos. Así que, en el momento que amas a la humanidad, has (tiempo pasado) cumplido la ley. Y recuerda, no estamos bajo la ley. No estamos bajo el Antiguo Pacto. Estamos bajo la gracia de Dios. Estamos en Cristo Jesús. Formamos parte del Nuevo Pacto.
Capítulo 13, versículo 9: «Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Se nota que los versículos 8 y 9 están dirigidos a personas salvas. Nada en los versículos 8 y 9 podría salvarte. Esto es lo que ocurre una vez eres salvo, una vez eres regenerado. Y como he dicho, por el versículo 8, se entiende que este amor es hacia los hermanos. En el versículo 9, este amor es hacia la humanidad. ¡Porque de tal manera amó Dios al mundo! Y si Él ama al mundo, también hemos de amar al mundo. Pero no nos asociamos con el mundo. Estamos en el mundo, pero no formamos parte del sistema del mundo. Estar en el mundo, pero no ser del mundo.
Y sin embargo, diciendo esto, permíteme decir esto: aunque es verdad que el Señor tiene un amor por el mundo, su gran amor es para con la Iglesia. Así que, tenemos un amor por el mundo, pero nuestro gran amor es para Él. Así que, sé sabio y ten cuidado cuando se trata de apreciar el amor de Dios por el mundo y su amor por la Iglesia. Nuestro amor por el mundo y nuestro amor por el Señor.
Y finalmente, para este segmento, miremos el versículo 10:
Capítulo 13, versículo 10: «El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor».
Esto es privación y abnegación por parte de una persona salva en un intento de alcanzar, mediante el poder del Espíritu Santo, la vida y el corazón de una persona no salva para presentarle el evangelio del Señor Jesucristo. Podemos hacerlo porque el Dios trino vive dentro de nosotros. Y una vez que lo hayas hecho (versículo 10), has (tiempo pasado) cumplido la ley.
Capítulo 13, versículo 11: «Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidias, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne».
En el versículo 11: «levantarnos del sueño», lo cual significa, si eres apático, si eres carnal, ¡arrepiéntete! Dar la espalda y volver al Señor. ¿Por qué? Porque está más cerca nuestra salvación que cuando creímos, lo cual significa que el rapto podría ser inminente. En el versículo 12: «La noche está avanzada, y se acerca el día». El rapto podría venir en cualquier momento. Y Pablo sigue así: «Desechemos, pues, las obras de las tinieblas».
Una vez más: si eres apático, si eres carnal, ¡cambia! «Sed santos, porque yo soy santo» (1ª Pedro 1:16). Sin santidad, nadie verá al Señor. (Hebreos 12:14).
Y sigue diciendo: «vistámonos las armas de la luz», siendo el Señor Jesucristo, claro, en el versículo 14. Pero en el versículo 13, dice: «Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras». ¿Por qué? ¡Porque el mundo te está mirando! Has de amar a tu prójimo. Lo hemos visto en los versículos 9 y 10.
Has de tener un testimonio limpio. Tu vida ha de reflejar la bondad y la gloria, e incluso la inocencia, del Señor Jesucristo. No podrás estar sin pecado, claro que no. Pero tu vida debería ser más limpia, tu vida debería ser mejor que la de las personas no salvas.
Y finalmente, dos puntos en referencia al versículo 14: «Sino vestíos del Señor Jesucristo». Todos vosotros, vestíos del Señor Jesucristo, es decir, andar en el Espíritu. No vuelvas al Antiguo Testamento. No vuelvas a la ley. No intentes mejorarte de tu propia manera física. Todo lo que haces ha de hacerse mediante el Espíritu Santo y mediante el poder del Señor Jesucristo.
Y el segundo punto en el versículo 14, «y no proveáis para los deseos de la carne». ¿Por qué? ¡Porque Dios es santo! Una vez más, el mundo te está mirando, y Dios quiere que llegues al Tribunal de Cristo y que recibas un galardón pleno. No pasará, mi amigo, si hay pecado en tu vida, si eres carnal. Pero si te arrepientes, si te vuelves de tus caminos pecaminosos, si te despiertas de tu apatía, si confiesas tus pecados a Él, Dios es fiel y justo para limpiarte de toda tu maldad y para restaurarte a plena comunión con Él.
CAPÍTULO 14
Capítulo 14, versículos 1-3: «Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido».
En los versículos 1 al 3, no se habla de la debilidad física de una persona, sino de su debilidad espiritual. En el versículo 1: recibe al débil en la fe. En el versículo 2: uno cree que puede comer de todo, otro que es débil, come legumbres, lo cual significa algunos de estos creyentes primitivos tenían conciencias muy sensibles. ¿Por qué? ¡Porque muchos de ellos, antes de ser salvos, sacrificaban alimentos a los animales! Pensaban que ciertos tipos de alimentos eran sagrados, y una vez salvos, aún luchaban con algunos aspectos de su naturaleza vieja, y en el versículo 3, Pablo dice: «El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; [¿por qué?] porque Dios le ha recibido». ¡El justo por la fe vivirá! Fuiste salvo al creer en el Señor Jesucristo. No fuiste salvo por ser vegetariano o por ser carnívoro.
Por favor, miremos 1ª Corintios capítulo 8. Miremos el versículo 8, por favor: «Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos, seremos menos». Al Señor no le importa lo que comas. Todas las leyes y limitaciones sobre la comida quedan erradicadas en Cristo Jesús. Y permíteme mostrarte un pasaje más. 1ª Corintios capítulo 7, miremos el versículo 24: «Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios».
Si comías carne cuando el Señor Dios te llamó a la salvación, permanece así. Si eras vegetariano cuando el Señor Dios te llamó a la salvación, permanece así. No importa para el Señor. Estamos bajo la gracia. Podemos hacer lo que deseemos. Dentro de lo razonable, claro. Pero cuando se trata de los alimentos, todos son limpios.
Volvamos al capítulo 14 de Romanos. Descansa en el Señor Jesucristo. Disfruta de tu libertad en el Señor Jesucristo. Pero no hagas tropezar a tu hermano. Más sobre el tema en el próximo segmento.
Ahora bien, durante el último segmento, vimos claramente cómo el cristiano tiene gran libertad en el Señor Jesucristo. Si fuiste llamado como persona que comía carne, permanece así. Si fuiste llamado como vegetariano, permanece así. Pero si eres débil en la fe, ora al Señor por sabiduría, y te la dará, pero sobre todo, has de ayudarte a ti mismo. Has de leer la palabra de Dios cada día.
Así que, para el segmento de hoy, si me lo permites, empecemos en el versículo 4.
Capítulo 14, versículo 4: «¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme».
Así que, ¡no interfieras en la vida de otros cristianos! Los judaizantes habían perfeccionado el arte de poner a la gente otra vez bajo la ley, limitándoles en lo que podían y no podían comer. Lo hicieron con Pablo en muchas ocasiones, pero estamos bajo la gracia, no bajo la ley. Miremos la última parte del versículo 4: «porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme».
Ya nos ha salvado perpetuamente, Vinimos a Él en nuestra peor condición, y nos ha recibido y nos ha perdonado. Como dije la última vez: no importa si comes carne o si eres vegetariano.
¿Te has arrepentido? ¿Has creído en el Señor Jesucristo? Eso es lo que te salva, no lo que comes o no comes. Y también diría lo siguiente, como advertencia: no hagas tropezar a aquellos débiles en la fe, porque si lo haces, el Señor te castigará.
Por favor, miremos Mateo capítulo 18. Empecemos el segmento de hoy con el versículo 4: «Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos». Y ahora al versículo 6: «Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque necesario es que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!»
Sé avisado y cuidadoso en la manera de tratar a personas débiles en la fe. Si haces tropezar a alguien débil en la fe, el Señor Jesucristo te va a castigar. Así que, ten cuidado de no invadir su libertad, y como resultado, ponerles otra vez bajo la ley. La ley no puede salvarles, la ley les condenará. ¡Ten sumo cuidado!
Capítulo 14, versículos 5-6: «Uno hace diferencia entre un día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios».
Los versículos 5 y 6 siguen con el tema de los versículos 1 al 4, es decir, la libertad en el Señor Jesucristo. Puedes hacer lo que decides hacer… dentro de lo razonable, claro. Puedes comer (y lo vimos en el último segmento) lo que decidas comer. Y puedes adorar al Señor el día que decidas adorarle. ¿Por qué? Porque tienes gran libertad en el Señor Jesucristo. Algunos cristianos se reúnen el lunes, algunos el martes, otros el miércoles, otros el jueves, otros el viernes, y otros incluso se reúnen el sábado, para guardar el sábado judío. Puedes hacer lo que decidas hacer. Lo único es no que debes enseñarlo como doctrina. Lo único es no que debes atacar a aquellos que no hacen lo que tú quieres.
Y también por los versículos 5 y 6, se puede hablar de la Navidad y de la Pascua. ¿Puedo celebrar la Navidad? ¿Puedo celebrar la Pascua? Una vez más, tienes gran libertad en el Señor Jesucristo para hacer lo que decidas hacer. Lo único es que no debes condenar a aquellos que no están de acuerdo contigo y no debes obligar a otros a conformarse a tu modo de adoración. Una vez más, en el versículo 5: «Cada uno esté plenamente seguro en su propia mente».
Capítulo 14, versículos 7-8: «Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos».
Dios es el protagonista principal. No utilices tu libertad para hacer a otro pecar. Gózate en el Señor Dios. Descansa en Él. Pero sobre todo, no te permitas utilizar tu libertad para hacer a otro tropezar, o caer u ofenderse. Porque si lo haces, el Señor Dios te castigará hasta que te arrepientas y vuelvas a la sencillez que hay en Cristo Jesús.
Capítulo 14, versículo 9: «Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven».
La última parte del versículo 9 dice que Cristo es Señor tanto de los muertos como de los vivos. Sencillamente, aquellos que murieron creyendo en el Señor Jesucristo y que ahora están con Él están sujetos a Él. Es su Señor y están en el cielo con Él ahora, adorando junto con Él, y los vivos serán todos aquellos de nosotros que vivimos hoy que estamos esperando su venida en el aire. ¡El rapto, claro!
Capítulo 14, versículo 10: «Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo».
Nosotros la Iglesia seremos juzgados en el Tribunal de Cristo. El Gran Trono Blanco se reserva para las personas no salvas, pero nosotros, la Iglesia, seremos juzgados. No en cuanto a nuestra salvación, sino en referencia a las coronas que recibiremos una vez entremos en la presencia del Señor Jesucristo. Y claro, muchos de nosotros tendremos que comparecer delante del Señor Jesucristo para rendir cuentas de cómo hemos vivido una vez salvos, en referencia a nuestro servicio, no a nuestra salvación. Gracias a Dios que no seremos juzgados como será juzgado el mundo en el Gran Trono Blanco.
Pero aquí, Pablo hace hincapié en su exhortación: no juzgues a tu hermano; será juzgado como serás juzgado, en el Tribunal de Cristo. Así que, el apóstol Pablo dice: tenéis que parar de juzgaros, y tenéis que gozaros en la obra terminada del Señor Jesucristo.
Así que, durante el último segmento descubrimos cómo nosotros, la Iglesia, hemos de comparecer delante del Tribunal del Señor Jesucristo, no en referencia a nuestra salvación, sino en referencia a nuestro servicio y también en referencia a cómo nos hemos tratado los unos a los otros. No te preocupes de cómo vivan y funcionen las demás personas. No es asunto tuyo. Si caen en pecado, es otra cosa. Pero en cuanto a lo que comen o qué día deciden adorar al Señor Dios de la Biblia, no es asunto tuyo.
Capítulo 14, versículos 11-12: «Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí».
Versículo 11, «Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios». Si eres salvo o no, doblarás la rodilla y confesarás que Jesucristo es Dios. Pero aquí, Pablo habla expresamente del estado de la persona nacida de nuevo cuando entre en la presencia del Dios Todopoderoso. Doblará la rodilla. Confesará al Señor. De todos modos, Él sabe todo.
Volvamos al Libro del Génesis, y allí vemos donde llamó el Señor Dios de la Biblia a Adán: ¿Dónde estás tú? Sabía dónde estaba Adán, pero quiso que Adán apareciera y confesara qué había hecho. Y aquí, el apóstol Pablo está diciendo la misma cosa: «toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará a Dios».
El versículo 12, una vez más: «De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí». No te preocupes por otras personas. Preocúpate por ti mismo. Porque un día, comparecerás delante del Dios Todopoderoso y te juzgará. Te juzgará completamente. Cada pensamiento, cada palabra y cada obra. Así que, no interfieras en la vida de otras personas. Preocúpate de tu propio andar en el Señor Jesucristo.
Capítulo 14, versículos 13-15: «Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo, mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió».
Los versículos 13 al 15 son muy claros, y la última vez he mostrado como algunos de los cristianos primitivos, antes de ser salvos, rendían culto a los animales y dioses falsos, y parte de que su sacrificio era presentar alimentos a estas deidades falsas. Y por tanto Pablo, siendo consciente de ello, advierte a aquellos que eran más fuertes en la fe de no causar tropiezo u ofensa a aquellos más débiles, y en el versículo 14 dice a aquellos que consideraron ciertas cosas como impuras, que para ellos eran impuras.
Pero sabemos, aquellos que somos más fuertes en la fe, que no hay nada impuro en sí. Todas las cosas son puras para los puros. Y ya en el versículo 15, dice: «Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió». No contamines su conciencia. Ten cuidado con lo que haces. Disfruta tu libertad en Cristo, ¡eso sí! Pero no a costa de un hermano o una hermana más débil. Porque si lo haces, el Señor Dios te exigirá cuentas en el Tribunal de Cristo.
Capítulo 14, versículos 16-17: «No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo».
¿Cómo podrías tener la paz y gozo si el Espíritu Santo no es Dios? Claro, es la tercera Persona de la Deidad. El reino de Dios también es lo mismo que el reino de los cielos. Y dicho esto, permíteme hacer lo siguiente: para aquellos de nosotros vivos hoy, estamos en el reino espiritual del reino de Dios. Pero para aquellos que han muerto, están en el reino físico. Y vimos en el versículo 9, como Cristo es el Señor tanto de los muertos como de los vivos. Así que, el Espíritu Santo es Dios y el reino de Dios es el reino de los cielos.
Capítulo 14, versículos 18-19: «Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación».
Por tanto, el reino de Dios, para aquellos de nosotros vivos hoy, no se trata de comida o bebida. No se trata ni siquiera de dinero. Por favor, miremos el Salmo 49. Ni siquiera se trata de poder o prestigio. Por favor, miremos el versículo 10: «Pues verá que aun los sabios mueren; Que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, Y dejan a otros sus riquezas. Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, Y sus habitaciones para generación y generación; Dan sus nombres a sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen».
Volvamos al capítulo 14 de Romanos. Así que, el reino de Dios, una vez más, no se trata de comida ni bebida. Y ni siquiera es sobre dinero, poder o prestigio. Dios es el protagonista principal. Y finalmente, el versículo 19, una vez más: «Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación». ¡Niégate a ti mismo, y pon a otros en primer lugar!
Capítulo 14, versículos 20-23: «No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado».
Creo que es justo llamar al capítulo 14 el «Capítulo de la Libertad». Puedes hacer lo que desees, siempre y cuando no hagas tropezar a nadie. Y al mismo tiempo, si una persona salva cae en pecado, aún puedes acercarte y pedirle que se arrepienta, capítulo 18 de Mateo.
Pero este capítulo, una vez más, se centra principalmente en la libertad que todo cristiano bíblico y nacido de nuevo puede disfrutar. Puedes adorar al Señor el día de la semana que quieras. Puedes comer lo que quieras también. Pero ten cuidado de no invadir la libertad de otra persona. No seas un fariseo. Descansa en la obra terminada del Señor Jesucristo, y permite a tus hermanos hacer sus propias decisiones en su vida.
CAPÍTULO 15
Capítulo 15, versículos 1-3: «Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito; Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí».
Los versículos 1 al 3 siguen del capítulo 14 en referencia a como aquellos que somos más fuertes en la fe debemos soportar a aquellos que son más débiles.
Y he mostrado la última vez como uno de los problemas principales era que algunos de los cristianos primitivos aún vivían con convicción de sus conciencias. Algunos de ellos, antes de ser salvos, adoraban dioses falsos e incluso animales. Y una vez salvos, aún luchaban contra su vieja naturaleza.
Para ellos, la comida aún era un tema difícil. Y el apóstol Pablo, siempre consciente de ello, les dijo a aquellos más fuertes en la fe que no deberían hacer tropezar a aquellos más débiles. Y Pablo nos dice que no hemos de agradarnos a nosotros mismos, sino agradar al prójimo. En primer lugar, hemos de llevar las debilidades de nuestros hermanos, y luego hemos de agradar al prójimo.
El Señor Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Así que, siempre estamos de guardia en nuestro cometido como embajadores para Cristo. ¡Deja que tu luz brille en el mundo!
En el versículo 3, el apóstol Pablo describe al Señor Jesucristo como la personificación de abnegación y privación: «Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito; Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí». Así que, imita a Cristo y niégate a ti mismo, y al mismo tiempo sé accesible al hermano más débil, y al mismo tiempo intenta alcanzar a tus vecinos no salvos. Preséntales el evangelio.
Capítulo 15, versículo 4: «Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza».
Esperanza en Dios y esperanza en la Palabra de Dios. No importa cuán difíciles estén las cosas. Tenemos las Escrituras y tenemos a Dios. Pero sobre todo, podemos usar estas cosas para consolarnos los unos a los otros. Estamos aquí los unos para los otros. «La fe sin obras está muerta» (Santiago 2:26).
Y aunque te he mostrado la última vez, desde Romanos capítulo 8, que estamos eternamente seguros en el Señor Jesucristo (una vez salvo, siempre salvo, o si uno es salvo, siempre salvo), las pruebas y las tribulaciones siempre te acompañarán en la vida cotidiana. Y hay dos razones, claro está. En primer lugar: para podarnos, para hacernos humildes, para permitirnos llevar más fruto y para ser más santos. Y segundo: para poder alcanzar a otros, para poder entender las dificultades, las debilidades y los problemas de los demás.
Capítulo 15, versículos 5-7: «Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió para gloria de Dios».
En el versículo 5: «os dé entre vosotros un mismo sentir» y en el versículo 6: ser unánimes y de una voz, al glorificar a Dios. Siempre habrán divisiones en el cuerpo de Cristo. No hay nada nuevo bajo el sol. Pero aquí, el apóstol Pablo deja claro como hemos de ser de un mismo sentir unos hacia los otros, porque las divisiones en nuestra adoración al Señor solamente causan deshonra y falta de unidad. Así que, hay que orar los unos por los otros y ayudar los unos a los otros. Pero sobre todo, tener a Dios en el centro de todo lo que haces.
Capítulo 15, versículos 8-12: «Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, y magnificadle todos los pueblos. Y otra vez Isaías dice: Estará la raíz de Isaí, y el que se levantará a regir los gentiles: Los gentiles esperarán en él».
En el versículo 8, Jesús es llamado a ser siervo de la circuncisión, lo cual significa de los judíos, claro. Nunca fue ordenado por nadie por ninguna organización religiosa. Vino para cumplir la ley y para confirmar las promesas hechas a los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.
Y entre los versículos 9 y 12, el término «gentiles» aparece seis veces: Siempre fue la voluntad del Señor alcanzar a los gentiles y salvarles. En Juan 10, versículo 16, el Señor Jesucristo habla: «tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor». Claro, las otras ovejas son los gentiles que iban a creer en Él después de la resurrección. Y una vez creyeron, también iban a ser añadidos a su rebaño. Una iglesia, un bautismo, una fe, un cuerpo de Cristo.
Isaías 49, versículo 1: «Jehová me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria». En el versículo 5: «Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel: también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra».
En la lengua hebrea «Jesús» significa «Yeshua», y «Yeshua» significa salvación, encontrada aquí en el versículo 6, escrito por Isaías, en el año 700 a.C., refiriéndose a Dios Padre hablando a Dios el Hijo.
Capítulo 15, versículos 13-16: «Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros. Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo».
En el versículo 13: «Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo». Quiere que crezcas en la gracia. La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Mientras más leas la Biblia, más crecerás en gracia. Y mientras más crezcas en gracia, más grande será tu fe. Creerás la Biblia a un nivel mucho más profundo.
En el versículo 16, Pablo dice: «para ser ministro de Jesucristo a los gentiles». En el versículo 8, Jesús es llamado «siervo de la circuncisión» en referencia, claro, a los judíos. Pero aquí, Pablo está diciendo que él es ministro (es decir, siervo), pero en este caso, a los gentiles. La palabra «ministro» simplemente significa siervo, nada más que un siervo.
En el versículo 14, Pablo también dice que confía en los hermanos, que también están llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, capaces también de amonestarse los unos a los otros. No eran sin pecado, claro, pero estaban llenos de todo conocimiento de Dios, ya que, en el versículo 13, estaban llenos con todo gozo y paz al creer en el Señor Jesucristo, al creer en la palabra de Dios, y por tanto eran capaces de amonestarse los unos a los otros, en humildad.
Capítulo 15, versículos 17-19: «Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere. Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo».
El versículo 18 es muy claro: los apóstoles (incluido Pablo, claro) solamente comunicaron a la humanidad lo que el Señor Dios de la Biblia les había dicho. Sus escritos fueron inspirados. La Biblia, por ende, es la palabra de Dios, y puedes confiar en ella en un 100%. Aún más, el ministerio de Pablo fue con el poder y la autoridad del Espíritu Santo. Levantó a los muertos. Escribió la mitad del Nuevo Testamento. Fue llevado al tercer cielo, y aún así, no mostró altivez. Anduvo en sumisión al Señor Dios de la Biblia, y el Señor le utilizó más que a cualquier otro apóstol. Y su ministerio y su evangelio transformaron totalmente el mundo.
Capítulo 15, versículos 20-21: «Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán».
En el versículo 20 queda muy claro cómo el apóstol Pablo no estaba dispuesto a predicar el evangelio o edificar sobre el fundamento de otro hombre, es decir, no estaba dispuesto a ir a Roma si el apóstol Pedro, o el apóstol Juan, o el apóstol Santiago ya estaban allí.
Pero del capítulo 1, versículo 7, sabemos que el apóstol Pablo estaba escribiendo: «A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo».
Claramente, ya había un grupo bien establecido de cristianos bíblicos en la ciudad de Roma por las fechas en que Pablo escribió esta epístola, sobre el año 56 d.C. Y así que, toda la epístola, escrita por el apóstol Pablo en Corinto, expresa su deseo mientras no pueda ir. Está diciendo a los de Roma: voy a vosotros. En el versículo 11: «Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual».
Una vez más, el apóstol Pablo, el apóstol Juan, y el apóstol Santiago aún no habían llegado a Roma. ¿Es posible que llegaran a pasar por Roma? Claro, es posible.
Pero el punto principal, creo, en el versículo 20 del capítulo 15 es que Pablo no estaba dispuesto a edificar sobre el fundamento de otro hombre. Pedro, Santiago y Juan no estaban en Roma. Quizá Pedro pasó por Roma, como he dicho, pero no estaba instalado permanentemente en Roma. Roma no fue su base, iba a ser la base de Pablo, y Pablo fue mártir en Roma, mientras Pedro, creo, fue mártir en Jerusalén o en Babilonia.
Y en el versículo 21, queda muy claro para mí: «Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán». Los apóstoles aún no habían llegado a Roma. El apóstol Pablo era el primer apóstol, creo, que llegó a Roma. Sí, en fecha temprana había creyentes en Roma. En Hechos capítulo 18, como he dicho, se explica cómo estos primeros creyentes tuvieron su comienzo, pero en el versículo 21 queda claro que el apóstol Pablo fue el primer apóstol en llegar a Roma.
Capítulo 15, versículos 22-25: «Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros. Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros. Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos».
Durante la mayor parte de la vida del apóstol Pablo, fue abofeteado por el diablo. En el capítulo 9, se explica como fue advertido que iba a sufrir terriblemente por la gloria de Dios.
Así que, si eres nacido de nuevo, si estás viviendo para el Señor Dios de la Biblia, tú también vas a ser abofeteado. Serás probado. Pero te ruego, recuerda siempre lo que dice el capítulo 10, versículo 13, de 1ª Corintios: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar».
Claramente, no fue sorpresa alguna que el diablo no quiso que Pablo llegara a Roma. Porque Pablo sabía que si podía llegar a Roma, podría llegar a cualquier sitio. Y desde Roma, podría transformar, y con el tiempo transformaría, el mundo para el Señor Jesucristo.
Capítulo 15, versículos 26-33: «Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales. Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo. Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta; para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros. Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén».
En el versículo 26, los gentiles en Macedonia y en Acaya hicieron cierta aportación a los judíos pobres que estaban en Jerusalén. En tal ocasión, los gentiles estaban apoyando a sus hermanos judíos. «La fe sin obras está muerta».
En Romanos 15:30, dice: «Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo, y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios». Esto es intercesión en mayúsculas.
Y en el versículo 30, dice: «por el amor del Espíritu», el Espíritu siendo el Espíritu Santo, claro. Y tu mandato es: «Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Marcos 12:30).
También los versículos 26 y 31 se complementan. En primer lugar, en referencia al versículo 26, había muchos santos pobres en la iglesia primitiva, judíos y gentiles. El mensaje que oímos tanto hoy día, este «mensaje de la prosperidad» que te dice que Dios quiere que tengas salud y riquezas, no es algo que la iglesia primitiva creyera o enseñara o experimentara. Como he dicho, había gran pobreza en la iglesia primitiva. Y con razón, el apóstol Pablo elogió a los gentiles que intervinieron para apoyar a sus hermanos judíos.
Segundo, en el versículo 31 el apóstol Pablo explica que quiere que los romanos oren por él. ¿Por qué? Porque los judíos quisieron matarle, como también querían hacer los gentiles en alguna ocasión, porque el evangelio, y específicamente su ministerio, fueron una ofensa a la humanidad, especialmente a los judaizantes.
Pero se nos dice en el capítulo 11 orar por los judíos, no obstante, porque son amados por causa de sus padres: Abraham, Isaac y Jacob.
Pablo, como siempre, actuaba de manera desinteresada. Fue lo mejor de lo mejor. Fue el príncipe de los apóstoles. Pero la soberbia no era algo con que luchaba él. Desde Jerusalén hasta España, desde España hasta Malta, y desde Malta hasta Roma, el apóstol Pablo está de camino.
Pero antes de llegar a Roma, concluye en el capítulo 15, una vez más, versículo 33: «Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén». P-A-Z. «Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). Amén y amén.
CAPÍTULO 16
Capítulo 16, versículos 1-4: «Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo también. Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús; que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles».
Febe, en el versículo 1, era sierva, ese es el significado de diaconisa en palabras sencillas, nada más. No fue apóstol, no fue discípula, no fue anciana, y no fue pastora. Simplemente era sierva, muy similar a lo que se encuentra en el capítulo anterior. El Señor Jesucristo fue siervo de la circuncisión, y el apóstol Pablo fue siervo de los gentiles. Fuera quién fuera Febe, era importante, porque el apóstol Pablo le encomendó a la iglesia, y les dice «que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos».
Y a continuación elogió a «Priscila y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús: que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles». Y también dice sobre Priscila y Aquila: «mis colaboradores en Cristo Jesús: que expusieron su vida por mí». También estaban dispuestos a morir, no solamente por el Señor Jesucristo sino también por el apóstol Pablo. Para la iglesia primitiva, era costoso ser creyente y también era costoso estar asociado con un hombre como el apóstol Pablo. Éstos también estaban dispuestos a morir por causa del evangelio. Y en la última parte del versículo 4, Pablo también dice: «a los cuales doy gracias, no sólo yo, sino también todas las iglesias de los gentiles». ¡Este matrimonio era magnífico!
Capítulo 16, versículos 5-7: «Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a Epeneto amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo. Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros. Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo».
El versículo 5 está en continuación a los versículos 3 y 4. Priscila y Aquila tenían una iglesia que se reunía en su casa. Por regla general, la iglesia primitiva se reunía en casas. Los edificios eclesiales, como los conocemos hoy, fueron evolucionando a lo largo de las décadas y los siglos. Parte de la iglesia primitiva era judía, y se reunían en sus sinagogas, pero por regla general, la iglesia primitiva estaba compuesta de gentiles y se reunía en las casas.
El versículo 6 hacía referencia a María, pero ésta no era la madre del Señor Jesucristo. Quizás era una señora de cierto estatus, como Lidia, como Febe y como Dorcas. Y también, para cualquier católico romano que pudiera estar escuchando, la Iglesia Católica Romana, como sabes, eleva a María a una alta posición de gran poder y autoridad y prestigio. Y aquí, el apóstol Pablo pone a María en cuarto lugar. ¿Realmente podría ser la supuesta reina del cielo aquí en cuarto lugar? Creo que no. En Hechos capítulo 1, el doctor Lucas pone a María, la madre del Señor Jesucristo, en 13º lugar. Nadie le consultó nunca nada.
Pero esta María de Romanos 16:6 «ha trabajado mucho entre vosotros». Era como María y Marta; fue grandemente amada por la iglesia primitiva, y en el versículo 7, Andrónico y Junias «mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estiados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo» fueron salvos antes de Pablo, lo cual demuestra que todos se salvan en el momento que creen en el Señor Jesucristo. Nadie fue elegido antes de la fundación del mundo. Fueron salvos antes de Pablo. Este equipo de esposo-esposa fue conocido entre los apóstoles, pero no eran apóstoles. Simplemente fueron notables entre los apóstoles. Pero sobre todo, estaban en Cristo antes que el apóstol Pablo estuviera en Cristo.
Capítulo 16, versículos 8-16: «Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío. Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor. Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor. Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía. Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes, y a los hermanos que están con ellos. Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas, y a todos los santos que están con ellos. Saludaos unos a otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo».
En los versículos 8 a 16, el apóstol Pablo sigue su ritmo en rendir homenaje a lo mejor de lo mejor en Roma.
También me interesa que Priscila y Aquila, este matrimonio, fueron instrumentales en llevar a Apolo, en el capítulo 18 de Hechos, desde la ley hacia la gracia. Es el tema principal del apóstol Pablo en Romanos, y también en Gálatas. El Antiguo Testamento para los judíos, el Nuevo Testamento para los gentiles.
Muchos de los judíos no tenían certeza sobre su lugar en el Nuevo Pacto, y personas como Priscila y Aquila, este matrimonio brillante, fueron grandemente utilizados por el Espíritu Santo, y creo que por eso el apóstol Pablo encomendó este matrimonio creyente a los hermanos. Y sin duda, estos eran los líderes de iglesias que se reunían en casas.
Y acaba en el versículo 16 diciendo que se tienen que saludar con ósculo santo. Y el significado del término «un ósculo santo» es simplemente un beso entre amigos en la frente, la mejilla o la barba. Fue algo muy común en el Antiguo Testamento, los judíos que creyeron en el Señor Jesucristo seguían con el hábito, y muy probablemente, los gentiles que creyeron también adoptaron la costumbre.
Cerraré este segmento, si me lo permites, con el Salmo 85, donde se habla de la inocencia de este beso santo. En el versículo 10: «La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron».
Capítulo 16, versículos 17-19: «Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido; y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos. Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos. Así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal».
En los versículos 17 al 19, el apóstol Pablo hace su última advertencia a los romanos, y por extensión a todos los demás. Ten cuidado, te dice, que señaléis a aquellos que causan divisiones y escándalos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido y apártate de ellos.
¿Cuál es la doctrina de Cristo? Creo que la doctrina de Cristo es sencillamente: «El justo por la fe vivirá». Fuiste salvo por tu fe en el Señor Jesucristo. Sola gracia, sola fe, solo Cristo.
En el versículo 17, también te dice evitarles, en referencia, claro, a los falsos maestros. En Gálatas capítulo 1, Pablo dice que si cualquiera te fuera en el nombre del Señor Jesucristo, predicando u ofreciendo otro evangelio, algo no confirmado por los apóstoles, era necesario considerarlo anatema. Y lo mismo se encuentra aquí en el versículo 17: señalar a los que causan divisiones y escándalos, lo cual es contrario a la doctrina que habéis aprendido, y evitarles.
Así que, la doctrina del Señor Jesucristo, una vez más, es cómo eres salvo por tu fe sólo en Cristo. Sola gracia, sola fe, solo Cristo.
Y además, en referencia a los falsos maestros, en el Nuevo Testamento también se nos dice cómo estamos expuestos a todos los que obran mal, y cómo también se nos espera que los reprendamos duramente en el Señor Jesucristo. En el versículo 18, Pablo nos dice como «tales personas no sirven al Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos», en referencia, claro, a aquellos que no estén ejercitados en las cosas más profundas del Señor.
Una vez más, personas como Priscila y Aquila fueron maravillosos, en el sentido que eran capaces de articular la sencillez del Señor Jesucristo.
Y también en el versículo 18, hace un comentario muy curioso de que no sirven al Señor Jesús, sino a sus propios vientres. No necesariamente en referencia a su obesidad, sino más probablemente en referencia a su falta de autocontrol. Y sigue diciendo que lo hacen por sus palabras suaves y lisonjeras. Por tanto, es un problema filosófico, no un problema teológico. Y en el versículo 19, una vez más: el apóstol Pablo, no solamente muestra su verdadero corazón, sino aquí desea preparar y presentar a la novia de Cristo como virgen pura al Señor Jesucristo: «pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal».
Por los versículos 17 al 19, llegamos a la siguiente conclusión: en el versículo 17: «que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos». ¿Por qué? Porque Dios va a castigar a tales personas. Tiene reservado un lugar especial en el infierno para todos los falsos maestros y todas las falsas enseñanzas.
En el versículo 18, éstos (los falsos maestros) «no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres; y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos». No en referencia a la estupidez de alguna persona, sino en referencia a alguien que no entiende las cosas más profundas de las Escrituras. Por ende, el motivo por el cual se te dice leer la palabra de Dios cada día y de meditar en la palabra de Dios cada día. Y en el versículo 19, seas sabio, seas atento, seas consciente de lo que es bueno, pero sencillo. No practiques ni participes en ninguna cosa relacionada con el mal.
Capítulo 16, versículo 20: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén».
El versículo 20 sigue en conclusión a los versículos 17 al 19. El diablo es el archienemigo de todo lo que es pro Dios y cualquier persona que sea pro Cristo. Su obra es destruir a los santos, y lo hace de muchas maneras distintas, pero la manera principal es mediante las falsas enseñanzas y los falsos maestros.
Por favor, miremos el Salmo 58. Como he dicho la última vez, creo que el Señor Dios de la Biblia tiene reservado un lugar especial en el infierno para todos los falsos maestros, y claro para los malignos en general. Pero miremos el Salmo 58, versículo 10: «Se alegrará el justo cuando viere la venganza; Sus pies lavará en la sangre del impío. Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra».
Por favor, miremos el Salmo 75, versículo 8: «Porque el cáliz está en la mano de Jehová, y el vino es fermentado, lleno de mistura; y él derrama del mismo; Hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra».
Por favor, volvamos a Romanos capítulo 16 y versículo 20, una vez más: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros».
Cuando tomamos todos los versículos juntos, desde Romanos capítulo 16, Salmo 58 y Salmo 75, descubrimos como el Señor va a castigar, va destruir no solamente a los malignos, sino también a Satanás bajo nuestros pies en breve. Mientras tanto, se nos dice señalar a aquellos que causan divisiones y escándalos en contra de la doctrina de Cristo. Señalarles, advertir a otros, y evitarles.
Capítulo 16, versículos 21-23: «Os saludan Timoteo mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes. Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor. Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto».
En los versículos 21 al 24, se encuentra el toque final de Pablo para los justos. Es un retrato muy claro del Tribunal de Cristo, cuando el Señor Jesucristo lee todos los nombres de los justos. Pero aquí, Pablo elogia y alaba a los justos y a los grandes. En el versículo 22, Tercio escribió esta epístola, ¿por qué? Porque Pablo sufría de la vista. Claro está, la epístola fue inspirada por el Espíritu Santo; el apóstol Pablo simplemente dictó la epístola a Tercio, quien lo puso sobre papel, y Pablo encargó a Febe lo de llevar la epístola a los Romanos, vía Corinto, hacia Roma.
Y en el versículo 24, se hace referencia otra vez a la última parte del versículo 20:
Capítulo 16, versículo 24: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén».
Capítulo 16, versículos 25-27: «Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén».
En el versículo 25, Pablo habla sobre el misterio, que estaba encubierto desde el comienzo del mundo. En última instancia, hace referencia al ministerio del Señor Jesucristo. Desde Abraham hasta Malaquías, los judíos (en su gran mayoría) tenían una idea primitiva de quién era el Señor Dios de la Biblia, así que le tocó a los apóstoles, y especialmente a Pablo, escribir el Nuevo Testamento y presentar al Señor Jesucristo al mundo.
Este misterio, que estaba encubierto desde la eternidad pasada, ya ha sido revelado bajo el Nuevo Pacto, y cada libro del Nuevo Testamento es revelación de Dios al mundo sobre Su Hijo, el Señor Jesucristo.
Y en el versículo 25, el apóstol Pablo dice «Y al que puede confirmaros [Dios] según mi evangelio». ¿Quieres conocer al Señor Dios? Ponte de rodillas y di: «Dios, ten misericordia de mí, pecador» y te salvará en el momento que clames a Él. Si eres salvo pero no estás en comunión con el Señor Dios de la Biblia, ponte de rodillas y di: «Señor Dios, ten misericordia de mí, pecador». Y Él te restaurará. Te dará poder para hacer este libro vivo, una vez más, para tí.
Y también en el versículo 26, dice: «según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe». Dios el Padre es eterno, Dios el Hijo es eterno, y Dios el Espíritu Santo es eterno también. Cuando pecas contra Dios, solamente Dios mismo te puede perdonar. Y porque Dios es eterno, tú también vivirás para siempre. Estarás en el cielo con el Señor Jesucristo, o estarás en el infierno por toda la eternidad. Has de tomar este libro muy en serio. No es un juego.
Y en la última parte del versículo 26: «dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe». Una vez más: «El justo por la fe vivirá». Fuiste salvo por tu fe en el Señor Jesucristo. Dios es el protagonista principal. Él hace posible que todos los hombres sean salvos, pero solamente aquellos que creen en Él serán salvos.
Lo que comenzó en el versículo 1, con Febe siendo encargada de viajar desde Corinto a Roma con la Epístola a los Romanos, se encuentra aquí en el versículo 26: para que obedezcan a la fe. No solamente había muchas personas salvas en Roma, sino también en Éfeso, en Corinto, y en Galacia. Todo el mundo fue conmovido por el poder del Señor Jesucristo.
Dé toda la gloria y toda la alabanza a Dios. Dios es el protagonista principal. Y en el versículo 27, una vez más: «al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén». Con este versículo, concluyo mi estudio de la Epístola a los Romanos, sin apuntes, que he grabado principalmente para la emisión radiofónica de End Times Coming. Esta serie de grabaciones ha durado casi 7 horas. Muchas gracias por empezar conmigo, por seguir conmigo, y por acabar conmigo. Y encomiendo esta epístola al Señor Dios de la Biblia. Amén y amén.